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Presentamos una mirada documental y emotiva al valor humano de una tradición: el trabajo de los recolectores de plátanos de El Vigía, en el estado Mérida. Una serie fotográfica de Ana Cristina Febres-Cordero, @anacfebres, quien capta a través de su lente, la luz, el color y los rostros de una Venezuela rural aún vigente y de una región en la que brota la vida más allá del infortunio

Un día recibí una llamada del equipo de mercadeo de una fábrica productora de aperitivos derivados del plátano. Varios meses antes de la pandemia, me pidieron un trabajo fotográfico de todo el proceso de producción, desde el cultivo hasta el empaque del producto.

Viajé en avión al estado Mérida, a El Vigía, en los andes venezolanos. Al sobrevolar la región, una de las primeras imágenes que me impactó fue el verde de la zona. Quedé conmovida por ese color intenso y observar en plano cenital la actividad humana del campesino que trabaja la tierra. Aproveché para hacer un registro fotográfico más íntimo, un trabajo autoral.

Corte del racimo de plátano

El Vigía es la capital del municipio merideño Alberto Adriani. Está situada sobre el piedemonte andino, en el punto de convergencia entre Mérida, Táchira, Trujillo y Zulia. Es una encrucijada en la carretera entre estos estados. Su localización la convierte en el centro económico del Sur del Lago de Maracaibo, una importante región agropecuaria de Venezuela, aunque su cercanía con la frontera con Colombia hace que el peso sea la moneda dominante.

Es una zona muy prolífera, donde se cultiva de todo y también hay ganado. Me sorprendió el dinamismo que se percibe, a pesar de la crisis de servicios públicos y de escasez de gasolina. Las colas kilométricas para abastecerse de combustible forman parte del paisaje. Son infinitas. Las más largas que he visto. 

Sin embargo, en El Vigía brota la vida y no se detiene.

Lavado manual de plátanos en tanques de agua.

Visité las plantaciones de donde se extrae la materia prima, los plátanos, que son los insumos para las fábricas de la zona. Al estar inmersa en ese contexto, sentí el privilegio de contemplar no sólo el colorido, sino la implicación humana del cultivo, recolección y tratamiento del plátano. Es una tradición muy nuestra.

Son imágenes atemporales. Son del hoy, pero pudieron ser del ayer, las de una época detenida

“Carlitos”, en el proceso del corte del plátano, que es el desprendimiento de los plátanos de los troncos.

Me acordé del poeta y dramaturgo español Federico García Lorca, “verde que te quiero verde”. Porque apreciar ese verde de la hoja del plátano y de la palma de plátano es algo cautivante, sobrecogedor y contundente. Es un verde muy homogéneo. Con pocos matices.

Fotografié a un grupo de campesinos en su jornada diaria. Entre hileras de matas, registré el proceso de corte de los racimos. Luego, la recolección de esos racimos, y de cómo son montados en caballos para llevarlos hasta el sitio de lavado, donde previamente los desprenden del tallo uno por uno. Finalmente, son ordenados en cajones multicolores que se cargan en camiones que transportan los plátanos al sitio de almacenamiento de las fábricas.

Plantación de plátanos en El Vigía, estado Mérida.

Son imágenes atemporales. Son del hoy, pero pudieron ser del ayer, las de una época detenida con procesos artesanales. Allí todo es manual, la imagen de una Venezuela rural que aún sigue vigente.

El olor a tierra se manifiesta continuamente. Cuando quitan la concha, emana el olor de plátano. Un dulce y amargo que se mezclan. La estampa de la mata de plátano está en toda nuestra geografía, como un sello visual. El Vigía se muestra entonces como la capital del plátano. No sólo es la región de mayor producción, allí se dan los de mejor calidad.

En esta plantación me sentí muy a gusto. Muy integrada. Es el contacto con una actividad primaria que produce algo tan venezolano como es el plátano, el mismo con el que se hacen tostones y tajadas.

El caballo, animal fiel, es elemento primordial en el proceso de recolección y transporte del plátano. En caballos llevan el plátano hasta el punto de lavado. 

Las hojas de las plantaciones son las responsables de una luz tramada. Un filtro que genera luces y sombras. Un tejido lumínico que se dibuja sobre los racimos y arropa a los obreros recolectores

Estos hombres de la plantación son campesinos que trabajan recolectando las cosechas. En este caso, en el grupo no sumaban más de seis. Es una faena silenciosa, pausada. Hay un proceso de análisis. ¿Cuál es el racimo que corto? Es un tanteo en el que se toma la determinación de escoger cuáles racimos cortar. No se pueden recoger antes de tiempo, ni después porque se pierden. Cada racimo pesa entre 18 y 20 kilos.

Proceso de lavado de plátanos y carga en cestas.

El clima es caliente por las estelas que llegan del Sur del Lago de Maracaibo. Estás en Mérida, pero hace calor, mucho calor. Las recolecciones son tempraneras. La luz de esta hora es suave, pero alegre y muy viva. El cielo es azul claro. El plátano es pegostoso, tanto como la humedad en la piel, y lo recubre una película que mancha las manos. 

Las hojas de las plantaciones son las responsables de una luz tramada. Un filtro que genera luces y sombras. Un tejido lumínico que se dibuja sobre los racimos y arropa a los obreros recolectores.

Retrato de campesino, recolector de plátano, apoyado sobre el lomo del caballo.

Estos señores son personas calladas. También introvertidos, respetuosos. A pesar del calor imperante, el gentilicio es andino. Tienen una conciencia del orden y su jornada es cronometrada y rítmica. Recoger plátanos forma parte de su cotidianidad y una actividad con la que se ganan la vida.

“Carlitos” cargando las cajas con plátanos limpios.

Me gusta fotografiar los rostros de la gente. De este grupo de recolectores, me llamó la atención uno de nombre “Carlitos” (el señor de barba blanca) porque tiene un fenotipo muy “reveroninano”, de mirada profunda y seria. Lo vi como un Don Quijote del plátano al que nada lo distrae de su tarea.

Para mí esta serie ilustra la estampa de una escena que se mantiene como una tradición. Son los rostros de gente noble, de un país que sigue adelante y de la naturaleza que se impone. Este trabajo me conectó con las vertientes que más me atrapan de la fotografía: el documentalismo, el color y el trabajo con la luz.

Proceso de pesado y traslado al camión de carga.