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Desde la tierra del futebol, la samba y el carnaval, un nuevo grupo de bailarinas exóticas revoluciona la promoción de los traseros más famosos del mundo. Son las Tequileiras do Funk, oriundas de Sao Paulo, y que han captado la atención internacional desde mediados de este año con su inusitada coreografía “Surra de Bunda”, que fácilmente hace palidecer al reguetón o a una pelea de gallos.

La traducción del término no puede ser más explícita: paliza de culo. Saquen sus cálculos, señores… Durante la actuación del grupo, liderizado por Beatriz Fantine, Claudinha Vulcão y Débora Sabatine, representantes del género masculino son invitados a subir al escenario para sentarse en el piso con las piernas estiradas. Delante de ellos, las garotas fatales, en bikinis de satén, cinturones de remaches y botas de patente, comienzan su contoneo alrededor de las víctimas, hasta que el ritmo de la canción las lleva a instalarse de espaldas a ellos, simulando la postura mejor conocida en el Kamasutra como “la unión de la abeja”. Pero el show apenas comienza, pues acto seguido las bailarinas procederán a inclinarse, para apoyar sus manos en los tobillos de los valientes y engancharles los pies sobre los hombros. Todo listo para comenzar a golpear las nalgas en las caras de los hombres, una y otra vez, y mientras más brusco mejor, como parte de la rutina de baile.

Tal como su apodo lo indica, en Brasil una tequileira es el término utilizado para la camarera que sirve el tequila. La letra de la canción explica que una estríper va a vengarse de un miembro de la audiencia masculina (que tiene el tequila), clavándole literalmente la cara en el sieso, por pensar que es fácil para ella hacer esta danza. La dinámica se convierte en una especie de cielo e infierno, en el mismo lugar, en el mismo instante, pues hay que ver la cantidad de golpes que tiene que soportar el torturado, a riesgo de fracturarse la nariz, y cómo en las breves pausas contempla embobado, alelado, extasiado, el bataqueo de aquel artilugio bélico a escasos centímetros de sus ojos.

Más allá de los prostitutos, los taxi-boys, los modelos swingers, y las parejas o esposos comprados, nos encontramos con el fenómeno de un estadio a reventar en Salvador de Bahía por un espectáculo de hombres sometidos a la desnaturalización placentera del sexo, y la que degenera también. El hombre-objeto sexual se posicionó en el mercado del siglo XXI, producto de una sociedad que así lo requiere, y no precisamente por una intención de represalia del movimiento feminista. Cuando contemplamos a estos “varones” jamaqueados como unos muñecos de trapo en un tira y encoje escatológico, el placer ya no luce como un objetivo hedonista, en un sentido ético y estético, sino como un instrumento aderezado con sado-masoquismo, dentro de un contexto consumista, muy a lo latino.

No importa quién o cómo comenzó el juego, sino el juego mutuo de cosificar que se produce entre los que participan en la Surra de Bunda, ya que nadie coloca al otro en un lugar que éste no acepte. Ambos bandos ganan con esta interacción, y esto no sólo parece estar muy bien visto para más de un católico carioca que acepta ir a inmolarse a la tarima, sino que demuestra que día a día se sigue buscando la sofisticación de métodos para alcanzar objetivos más lucrativos, por más deshumanizados que estos sean. Y si no, que lo contradiga Claudinha Vulcao quien, con sus ciento cinco centímetros de cuadril y orgullosa de abusar de su sensualidad, salió herida después de una sesión de surra por un invitado que portaba un piercing puntiagudo en la boca y la hizo sangrar delante del público.

Las Tequileiras ya tienen cerca de treinta videos registrados en youtube y ofrecen cuatro shows semanales en su gira permanente por todo el territorio brasileño. El periodista estadounidense Jon Stewart las mostró en uno de sus populares Moment of Zen, el epílogo de su programa humorístico The Daily Show. Chico, de lo que se perdió Bukowski… ¡Diox!