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Al tepuy hay que acercársele con respeto. Con humilde devoción. Es un sabio anciano shamán y el trato ha de ser cauteloso. El tepuy puede recibirte o rechazarte. Decida lo que decida, no queda otra que aceptar el destino.
Mi relación con el Acopán comenzó de lejos. Primero fui a conocer Yunek, la comunidad pemón asentada a sus pies. Luego fui y llegué hasta la base. Desde abajo elevé la vista presa del vertical vértigo y quise subir.
Ese tepuy castillo, envuelto por un farallón de selva, me intimidaba tanto como me llamaba.
Entonces fui resuelta a ascenderlo. Entendí que primero se le pide permiso al pemón para luego ser aceptado por el tepuy. Me pasé cinco días caminando. Sudé selva, me hundí en los ríos colorados, pasé frío, me chuparon la sangre las garrapatas, los mosquitos y los puri-puri. Llegué a la cumbre del Acopán y la lloré de dicha y encuentro. El tepuy me aceptó. Me abrazó.
Estas imágenes reflejan lo que mis ojos vieron.

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@arianuchis