Seleccionar página

Hace un año caí en un nuevo mundo: el de Bitcoin –y las criptomonedas– al cual llegué por mi afición a los memes y en el que me he mantenido gracias a los juegos. En esta historia multimedia cuento mi recorrido por la madriguera del conejo criptográfico –un viaje como el de Alicia en el país de las maravillas– donde me convertí en una Arantxa animada para compartir cómo fue mi salto de fe en este universo virtual.

Ilustraciones: Alexander Guzmán

Video: Carlos Bello

Hace un año caí en un nuevo mundo: el de Bitcoin –y las criptomonedas– al cual llegué por mi afición a los memes y en el que me he mantenido gracias a los juegos. En esta historia multimedia cuento mi recorrido por la madriguera del conejo criptográfico –un viaje como el de Alicia en el país de las maravillas– donde me convertí en una Arantxa animada para compartir cómo fue mi salto de fe en este universo virtual.

Ilustraciones: Alexander Guzmán

Video: Carlos Bello

[Prefacio]

Un día estaba en una clase de la universidad –Problemas económicos de Venezuela– y el profesor lanzó una pregunta relacionada con Bitcoin. No recuerdo la pregunta, solo tengo en la mente el momento en el que un solo compañero dijo que él había comprado unas fracciones.

–¿Cuánto tienes?

–Tengo guardados 0.0001 –respondió.

Tampoco recuerdo con precisión el monto que dijo pero sé que tenía varios números, entre ellos algunos ceros al principio de la cantidad.

Todos nos reímos. Creo que desde nuestra ignorancia nos pareció gracioso que alguien tuviera “tan poco” dinero y lo dijera con orgullo. Uno asume que lo mejor es tener los ceros al final del monto, no al principio. Pero el profesor estaba claro:

–Ustedes se ríen ahorita pero, si no vende, el que se reirá después será él. Eso se oye como poco pero ya verán que en unos años se acordarán de esto.

Y es verdad, yo todavía lo recuerdo porque él comenzó mucho antes que yo.

Hace unos años me preguntaba “¿qué es Bitcoin?”. No sé, son como unas monedas que están en internet y por eso no te dan los billetes así que no podría comprarme un pan con eso. Se oye cool hablar de eso que se conoce como criptomonedas, esas cosas que solo están guardadas en alguna página como ¿la bolsa de valores? Seguro está relacionado con Wall Street y por eso siempre mencionan al dólar. Y los hackers tienen algo que ver ahí también porque es internet.

No sabía nada.

En mis redes salían una que otra vez las palabras “Bitcoin” y “criptomonedas”. Veía que el precio de ellas siempre variaba -eso de la volatilidad- la diferencia es que Bitcoin tendía a subir, y subir mucho. Algo que ocurre con el precio del dólar en Venezuela.

Veamos: en Venezuela nos acostumbramos desde hace unos años a ver el precio del dólar todos los días para poder pagar al cambio. Un día un solo dólar equivale a 8 bolívares por dólar, el día siguiente son 8.68 bolívares por dólar y dos días después Bs 10. En una semana podría valer 4 o 12 bolívares, siempre es una preocupación. Bueno, actualmente (al momento en el que escribo esto) un solo Bitcoin equivale a unos 19.700 dólares*. No es el monto exacto pero está cerca de los 20000, por ahora. Hace un año estaba en 50.000 dólares y en 2012 podías comprar un Bitcoin completo con 4 dólares.

La diferencia es impresionante. Espero que mi compañero de clases no haya vendido lo que tenía y que durante todo este tiempo haya comprado más.

El precio de Bitcoin es algo que atrae pero a mí realmente me atraían más los memes. Primero porque no tenía –ni tengo– para comprarme un Bitcoin y segundo porque amo los memes. Aunque no entendía la mayoría de las referencias había cosas que me causaban risa pero sobre todo me parecía curioso lo valioso que se veía para la comunidad la creación de memes.

Ese fue el primer gancho, quería entrar a ese espacio por los memes.

En mi Twitter apareció una cuenta –Satoshi en Venezuela– dedicada a educar sobre el tema. La revisé, leí y terminé viendo videos de conceptos y tutoriales sobre billeteras digitales (wallets). Tenía información, sentía que entendía algo –algo, no todo porque hay demasiadas cosas para aprender– y me gustó. Cambió la forma en la que veía el dinero fiat –los bolívares y dólares que uso regularmente– y la percepción que tenía sobre las “criptomonedas”.

Cambiaron muchas cosas.

[El salto de fe – Caí en la madriguera

del conejo]

En febrero de 2021 leí un tuit de la cuenta de Satoshi en Venezuela. Estaban organizando un torneo de un juego móvil llamado Turbo 84’, el ganador se llevaría el premio más grande en satoshis (sats) y los demás jugadores tendrían poquitos sats por participación. Uno de los requisitos era formar parte del grupo en Telegram para poder inscribirse. Yo sentí que ese era el llamado que necesitaba para comenzar.

Había leído que no es necesario comprar un Bitcoin completo, algo que no sabía al principio, y que me hizo entender por qué había “tantos” usuarios en la comunidad. Puedes comprar fracciones, una de las unidades de medida –la unidad mínima– es el satoshi: 100 millones de satoshis son un Bitcoin. Es como hablar de céntimos o centavos. Puedes no tener un Bitcoin completo pero sí tener varios sats e irlos acumulando poco a poco hasta que en algún momento tengas los 100 millones que completarán tu primer Bitcoin. Eso me hizo entender el monto de mi compañero de clases, los 0.00010000 BTC serían 10.000 sats; al día de hoy eso equivale a unos cuatro dólares o unos 18 bolívares.

Sabía lo básico pero me faltaba valor. Usé el torneo como mi señal para sumergirme en algo nuevo y dejar de solo ver videos de Youtube sobre wallets. Así que ese 7 de febrero me descargué dos wallets: una onchain y otra Lightning Network (LN). Les diría que es como tener una cuenta que permite hacer pagos móviles (LN) y otra que solo funciona por transferencias bancarias y depósitos (onchain). También anoté las semillas y las claves, e hice algo muy importante: me descargué el juego, me uní al grupo de Telegram y me inscribí en el torneo.

Vi que allí también estaba un amigo –Gato– y él me mostró un bot de Telegram que funciona como billetera, me regaló mis primeros 100 sats. Por más pequeña que se lea la cantidad para mí era algo increíble porque estaba entrando en un nuevo universo y cada sat cuenta.

Todo me parecía fabuloso.

Me puso nerviosa saber que era la única mujer participando en el evento y que solo había hombres escribiendo en el grupo. Pero internet suele ser mi zona de confort, el espacio en el que parezco una persona extrovertida apenas llego al lugar. Me agradó esa comunidad, sentí que me estaba integrando bien, había memes y podía demostrarme lo buena que podía ser en el juego.

Entendí la modalidad de Turbo, un juego en el que recoges tickets que van a una lotería diaria y te dan montos de sats al azar. En el grupo me dijeron que había más juegos como SaruTobi LN y Bitcoin Bounce que es del mismo desarrollador de Turbo, así conocí THNDR Games. Me gustaron los juegos, empecé a seguir la cuenta de la empresa, me uní también a este grupo de Telegram y fui descubriendo una nueva comunidad.

No gané, quedé en el sexto lugar pero me dieron mis sats por participación. Realmente siento que no me fue mal. Además, mi objetivo lo había logrado, dar ese gran paso hacia los memes y los juegos relacionados con una moneda digital.

En febrero entendí que era como dar el salto de fe de Miles Morales en el Spiderverse –uno de los personajes ficticios de Marvel Cómics conocido como Spiderman–. Ese mes tuiteé una imagen que edité junto a una frase intervenida de la película animada de Spiderman:

–¿Cuándo sabré que es un buen momento para comprar Bitcoin?

–Siempre lo es. Puede subir, puede bajar. Es un salto de fe. Eso es todo lo que es Miles. Un salto de fe.

Recibí algunas respuestas en las que me decían que me faltaba conocimiento, que no era cuestión de creencia sino de análisis, que había que tomar en cuenta ganancias.

Pero yo no me refería realmente al hecho de poner mi fe en una moneda esperando que llegue a la luna y que el precio de un Bitcoin sea un Bitcoin y no una cantidad elevada de dólares. Yo estaba poniendo fe en mí misma porque decidí aprender por mi cuenta algo completamente nuevo y enfrentarme al hecho de que esa moneda es “todo lo que uno no sabe de economía mezclado con todo lo que uno no sabe de informática”, como dice un meme.

Es demasiado contenido, es dinero real, es la posibilidad de cometer un error y perder mucho o caer en alguna estafa por falta de conocimiento, pero igual me animé. Vi que podía ahorrar en sats pero también darle uso a ese dinero en internet, descubrí que sí podía comprar comida con ellos y/o pensar en mi jubilación. Y lo mejor es que podía ganarlos jugando.

Los grupos de Telegram eran los lugares en los que estaba la mitad de mi tiempo, hablando de todo y de nada a la vez. Me fui haciendo amiga de varias personas, entre ellas Torrimen y Koty quienes se convirtieron en mis compañeros de juegos. Ellos tenían más tiempo que yo en este mundo y ya estaban familiarizados con THNDR e incluso solían escribirle a Jack Everitt, el desarrollador y uno de los fundadores junto a Desiree Dickerson (CEO). Torrimen siempre me avisaba cuando había eventos grandes de MintGox y Zebedee, espacios dedicados a los eSports con ganancias en sats.

A los pocos meses Javier Bastardo, el fundador de Satoshi en Venezuela, me dio la oportunidad de ser una de las administradoras de su grupo de Telegram. Es raro presumir un rol tan ¿nulo? para muchas personas pero para mí fue como reconocer que realmente me había guiado bien, que había caído libremente en la madriguera del conejo. Ese momento de Bitcoin en el que descubres algo y luego no dejas de ver cosas nuevas a lo largo de todo el trayecto, una caída que parece no tener fondo porque no logras entender todo al momento y por completo. Incluso llegué a participar en un hilo de memes que hicieron en Twitter para comentarlo en un podcast llamado Lunaticon, la idea era editar portadas de películas pero agregando algo relacionado con Bitcoin, gracias a ello terminé siendo mencionada en el vídeo de su canal de YouTube.

Seguí jugando y tuiteando sobre Thndr. En mayo crearon el grupo de Telegram de Thndr en español y en agosto Koty me propuso trabajar como administradora. Jack me preguntó que si me gustaría ser una de las contrincantes a vencer en uno de los torneos de Turbo. Pasé de haber quedado en sexto lugar entre 15 personas en un torneo organizado por un grupo de Telegram a ver mi nombre de usuario en una página donde ocupaba el puesto del desarrollador del juego para competir contra unos 200 jugadores. También me mandó de regalo una franela edición limitada desde Europa, stickers y la promesa de tener una gorra de Thnder. Yo misma me puse el título de representante oficial de la selección de Thnder Games en Venezuela. Me hicieron administradora del grupo de Telegram en inglés, el principal; y moderadora del servidor de Discord.

Luego me integré más al servidor de Discord de Zebedee y muchos otros espacios para conocer más juegos, aplicaciones, herramientas y comunidades. Es bueno saber mucho para poder explicarle a los que hasta ahora saben poco.

Ha sido incluso divertido este camino.

No ha sido sencillo saber algunas de las cosas que sé en este momento y aún me asusta todo lo que tengo que conocer, porque no dejo de caer en la madriguera. Pero lo he logrado.

Me invité a dar el salto y en este momento me mantengo en el aire. Uno de mis próximos objetivos será correr mi propio nodo, porque tener una wallet es como tener una cuenta en cualquier banco (Mercantil, Banesco, etc) y al tener un nodo eres el Fondo Monetario Internacional.

[Epílogo]

Han pasado varios meses desde que escribí la primera versión de este texto y durante todo este tiempo han surgido situaciones emocionantes: recibí una llamada de Desiree, Jack y Koty para darme la bienvenida oficial al equipo de Thndr como creadora de contenido.

Además sigo teniendo mis poderes como administradora de servidores y grupos. Para el momento de esta publicación, el precio de Bitcoin ha bajado mucho y es posible que siga bajando, pero yo sigo apilando sats porque el precio no es algo que me importe mucho. Yo ya di mi salto de fe y sigo cayendo por esta madriguera tranquila al saber que un sat equivale a un sat y nada más.

Créditos

Cronista

y presentadora

Arantxa López

Ilustrador

Alexander Guzmán

Guionistas

Arantxa López

Abigaíl Carrasquel

Edición

de guion

Liza López

Ysabel Viloria

Cámara y sonido

Carlos Bello

Anaís Marichal

Edición de video

y animación

Carlos Bello

Dirección de arte

Anaís Marichal

Coordinación

multimedia

Abigaíl Carrasquel

Diseño

y montaje web

Anaís Marichal