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ANDRÉS MARÍN, 92 años, Posadero en Galipán, pueblo anclado en el cerro Ávila, en la gran Caracas. @lahaciendavieja

«Llegué muy jovencito al Ávila. Cuando entré por primera vez a Galipán y percibí el olor de las azucenas y los claveles que perfumaban toda la montaña, pensé que era lo más lindo que tenía el Ávila. ‘Yo no me voy de aquí nunca, me quedo para siempre. Aquí muero en Galipán’, me dije en ese momento.

Yo venía de un pueblito por allá en el Guárico: San Francisco de Macaira. A la señora mía ―que Dios la guarde― la conocí cuando era niño. Nos tomamos la mano y le dije: ‘Yo me voy de Monaguillo a Caucagua y usted se va Caracas con su papá. Es mi novia desde ya y cuando la encuentre de nuevo nos casamos’. Y así fue. Parece mentira.

Tuvimos 16 hijos (es que hacía mucho frío…).

Andrés Marín

Fermín Marín y su padre, Andrés Marín.

A los 22 años compré el terreno con las ruinas de una vieja hacienda cafetalera de la época de la colonia en San Antonio de Galipán. Primero abrí el restaurante, que ahora se llama ‘El Tesoro de La Hacienda’. En familia y con la ayuda de otro cocinero comenzamos a servir comida mediterránea. Luego nos fuimos expandiendo.

Al principio fue difícil ya que la gente de Galipán no quería que hiciéramos mucho porque no éramos de aquí. Ustedes saben: pueblo chiquito, infierno grande. Pero cada vez que me decían que no hiciera una cosa, yo iba y la hacía el doble. Y fue así, a punta de trabajo, como me gané el respeto de los demás.

El restaurant fue creciendo y decidimos abrir la posada ‘La Hacienda Vieja’. Alojamos huéspedes y hacemos eventos. En 2015 ganamos el premio Tiuna de Oro a la mejor posada de La Guaira. Ahora, a mis 92 años y con casi 60 nietos y bisnietos, soy el dueño de esto. Diez de mis hijos se encargan de trabajar aquí y yo no podría estar más orgulloso. Esto es un negocio familiar y así intentamos hacer sentir a nuestros clientes: en familia.

Andrés Marín

El señor Andrés muestra con orgullo el Premio Tiuna de Oro.

En mi vida he hecho de todo. Mi padre era campesino y por honor a él, yo seguí la ruta del campo. Fui técnico cafetalero y cacaotero en Barlovento, en el estado Miranda. Conseguía trabajo en las haciendas de café y enseñaba a la gente a sembrar para que aumentaran las cosechas. En el campo hasta aprendí a defenderme, a usar cuchillos y machetes.

También fui concejal y secretario agrario, jefe de los campesinos de Vargas. Era como quien dice un líder de los campesinos. De mi experiencia en la política aprendí que Venezuela es un país muy rico para algunos y muy pobre para otros. Toda la vida ha tenido problemas con los gobiernos: desde Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez hasta la actualidad. Pero eso no me ha sacado de mi sendero.

A todo el que viene a visitar La Hacienda Vieja le cuento esta historia y la magia de este lugar. El verdor, el olor de las flores, la vista al mar y la tranquilidad hasta para jugar dominó. Aquí el agua incluso se cuaja por la baja temperatura. Frente al Picacho de Galipán, esa elevación rocosa y majestuosa que hay en esta montaña, juré quedarme. Y aquí sigo y seguiré al servicio de todos, a la orden de la humanidad. 

Andrés Marín

El señor Andrés admira su posada y restarurante al lado del Picacho de Galipán.