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“La imagen ha sido desde siempre una fascinación personal. De todos los sentidos, el de la vista será probablemente el que genere más placer en mí y Caracas ofrece tantas curiosidades. La primera vez que tomé una foto no pensé en hacerlo para tener recuerdo de un momento, ni para fotografiar algo extraordinario: fue una fotografía de una pared, cercana a un barrio de Caracas, desaliñada, rodeada de basura, desconchada y con una frase de Alí Primera. Nadie se interesa por esa pared, más bien la gente se cambia de acera porque esa les resulta fea o maloliente. Yo paso frente a ella todos los días y nunca, hasta ese momento, había sentido tanta atracción por algo así. Allí comenzó. Nunca he hecho una fotografía de estudio. Nunca he montado un escenario o iluminación para hacer una foto. Tengo par de años tratando de llevar conmigo -a través de la cámara- pedacitos de la ciudad que siento que me identifican. Todas están ahí, como ofreciéndose. A mí me gusta tomarlas como vienen: espontáneas y curiosas. Tengo una atracción fetichista por los elementos que poca gente atiende -bien sea por costumbre o por apuro-. Los lugares que nadie visita. La gente que nadie quiere ver. Creo que se llama ‘estética de lo feo’, y la fotografía ha sido mi mejor excusa para fijarme en lo ordinario e insignificante”.