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La narradora visual venezolana Ana María Arévalo Gosen se ha dedicado a retratar temas duros, complejos, pero que una vez expuestos, penetran hondo en el corazón y en la memoria. Y allí permanecen rondando por largo rato. Gran parte de su trabajo tiene a la mujer latinoamericana como protagonista con historias donde destacan las marcas –y la capacidad de afrontarlas- que van dejando la desigualdad y la injusticia en nuestros países.

En esta crónica fotográfica sintetiza una exploración de largo aliento sobre el embarazo adolescente en Venezuela, realidad que se repite en círculo de generación en generación en muchos hogares. Por este reportaje sobre las Abuelas con 30 años, investigación que realizó con el apoyo de The National Geographic Society, recibió el año pasado el premio Marylin Stafford PhotoReportage Award.

Nos honra compartir con ustedes esta historia donde Ana María documenta, en palabras e imágenes, uno de los temas con los que ella, y nosotros, nos conectamos profundamente.

Yetzimar Sanz, 16 años, posa para la foto en su casa en Sisipa, El Hatillo, Venezuela el 24 de mayo, 2019.

En Venezuela, la adolescencia, una etapa tradicionalmente llena de aspiraciones, exploración y desarrollo de la identidad, se ve ensombrecida por una cruda realidad. Muchas jóvenes se ven empujadas prematuramente de la infancia a las responsabilidades de la maternidad, sacrificando sus propios sueños y futuros.

Esta transición se ha visto agravada por una crisis que comenzó en 2015, dejando a las jóvenes madres con carencias nutricionales y sin apoyo familiar o emocional. La raíz de esta crisis se encuentra en la agitación socioeconómica que ha llevado a muchos padres a emigrar en busca de mejores oportunidades, dejando a sus hijas sin orientación ni amor. El vacío emocional que enfrentan estas adolescentes a menudo es llenado por el hijo que conciben, perpetuando un ciclo difícil de romper.

Sunanyelis, 18 años, baña a Sarait, su niña de 5 meses, en su casa en San Blas, Petare, el 29 de febrero, 2020. Esto es parte de su rutina diaria, pues ella no trabaja. Dejó de estudiar a los 13. El padre de Sarait, un oficial de policía, migró a Colombia y no la reconoce como su hija.
La madre de Sunanyelis migró a Colombia hace unos años y nunca volvió a saber de ella. Recibe ayuda económica de su padre, un técnico de neveras, y un bono mensual para madres que apenas le alcanza para un paquete de pañales. Dio a luz en su casa, acompaña por su madrastra, pues en no la recibieron en el hospital. Cuando vio a su bebé por primera vez, se sintió triste y lloró.
 
 
El bebé de cuatro meses Heyberth Veliz descansa en la cama de su abuela mientras que su tío adolescente le ofrece una chupeta, en mayo de 2019. La madre del niño, Saoury, tiene 18 años y se está preparando para salir.
Saouri Lugo se despide de su niño Heyberth, pues lo cuidará su madre, la abuela, mientras ella sale. Carina, la madre de Saouri, tiene 10 hijos y también fue madre adolescente.

Venezuela lidera Sudamérica en embarazos adolescentes, con un aumento del 65% desde 2015, representando el 20% de todos los embarazos. La escasez de anticonceptivos, junto a una sociedad conservadora y católica que evita la educación sexual, agrava el problema. En los hospitales públicos, los anticonceptivos como preservativos, píldoras y dispositivos intrauterinos no están disponibles desde 2015, lo que dificulta la prevención del embarazo en adolescentes de bajos ingresos.

Yonbelis Rojas, 16 años, y su bebé de 3 meses Glenyelis Rojas caminan desde su casa hacia la de su abuela en Guatire, el 31 de mayo, 2019. Ella creció con su abuela, dejó los estudios a los 13 años y no trabaja. Su único ingreso es la pensión de su abuela y el bono estatal.

Esta crisis no es solo una estadística. Afecta vidas reales. Durante mi estancia en un Centro de Detención venezolano, conocí a jóvenes madres acusadas de robo por la desesperación de mantener a sus hijos. La adolescencia, en lugar de ser un periodo de crecimiento, se convierte en una lucha por la supervivencia. Mi conexión personal con este tema es profunda; mi abuela quedó embarazada a los 15 años y yo enfrenté la difícil elección de un aborto ilegal a los 17, una experiencia traumática que subraya las terribles circunstancias que enfrentan muchas jóvenes en mi país.

Eyimar Veloz, 17 años, es retratada por el personal de salud que la atendió en el nacimiento de su segundo hijo en el centro de salud de Choroní, estado Aragua, en junio de 2022. Eyimar salió embarazada por primera vez a los 13 años, pero tuvo un aborto. A los 15 tuvo su primer hijo, Andrew. Vive con su pareja de 22 años.
 

La falta de dirección en la vida de los jóvenes venezolanos conduce a menor productividad, mayor pobreza y riesgo de repetir el ciclo de sus padres. Organizaciones no gubernamentales como Niña Madre ofrecen esperanza, educando y empoderando a jóvenes madres y padres, pero sin un apoyo más amplio, el futuro sigue siendo sombrío.

Un grupo de mujeres, embarazadas o con sus hijos, se reúne cada semana en los talleres de maternidad de la fundación Niña Madre en El Valle, al oeste de Caracas, el 12 de junio de 2019. Esta organización sin fines de lucro lleva más de 30 años enfocándose en reducir la tasa de embarazo adolescente a través de la educación, y en ofrecer herramientas en valores y oficios a las jóvenes madres.

En medio de esta realidad, conocí a Yetzimar Sanz, una joven madre cuya historia refleja las luchas de muchas. Embarazada a los 16 años y abandonada por su pareja, enfrentó el nacimiento de su hijo en un hospital sin necesidades básicas. Su hija, Adrianyelis, sufre secuelas a largo plazo debido a estas condiciones. La lucha continua de Yetzimar, que tuvo otra hija en circunstancias igualmente terribles, pone de relieve los retos de la maternidad adolescente en Venezuela.

Yetzimar Sanz amamanta a su niña Adrianyelis, quien se recupera de una infección pulmonar en abril de 2020, en el hospital Domingo Luciani de Caracas. Empezaba la pandemia por Covid-19 y el personal médico no pudo determinar si se trataba de una infección por el virus. La trataron como neumonía y estuvo hospitalizada por 15 días.

Así, entre una madre adolescente y la urgencia de su hija por convertirse en madre prematura, nacerá otro niño. ¿Cómo será Venezuela cuando todas nuestras abuelas tengan 30 años? Esta pregunta nos incita a considerar las implicaciones de este ciclo, no solo para los individuos involucrados, sino para el futuro de nuestra nación.

Franyelin Daniel Huerta, 18 años, alimenta a sus mascotas: un lobo y una vaca. La acompañan su tía y sobrino menor, quien sostiene a su hija, en su casa en Los Teques, en diciembre de 2020. Franyelin vive con su madre y su abuela. Su madre, Aura, es costurera y la apoya económicamente. Su abuela comenzó a tener hijos a los 17, tuvo 17 hijos hasta cumplir 41 años.
Jaismar, 23 años, baila tambores en una fiesta en el pueblo costero de Choroní, en junio de 2020.
De izquierda a derecha: Juan David, 18 años, José Ángel, 18 años, Anthony, 18 años, Miguelito, 25 años, todos pescadores reunidos en el puerto esperando a que llegue la gasolina para poder salir a la faena. En el pueblo de Choroní viven cerca de 5 mil personas. La principal actividad de los hombres es la pesca, un oficio que se enseña de generación en generación, y que algunos inician desde los 11 años. Allí, ser padre a una edad temprana es normal.

Ana María Arévalo Gosen


Ana María Arévalo Gosen, nacida en 1988 en Caracas (Venezuela), es una narradora visual cuyo viaje ha atravesado múltiples continentes. En 2009 se trasladó a Toulouse (Francia) para cursar estudios de Ciencias Políticas en el Institut d’Etudes Politiques. Allí descubrió su pasión por la fotografía en la ETPA, Ecole de Photographie. Su búsqueda de conocimiento y expresión artística la llevó a Hamburgo, Alemania, en 2016, donde abrazó la vida de narradora visual freelance.

Actualmente afincada en Madrid, viaja con frecuencia a América Latina para trabajar en sus proyectos. Ha dedicado su oficio a la narración visual de historias que defienden los derechos de la mujer, la justicia social y las cuestiones medioambientales. Como exploradora de National Geographic y miembro de Ayün Fotógrafas, entrelaza una investigación exhaustiva con narraciones profundamente personales, esforzándose por impulsar el cambio social a través de relatos visuales emotivos, sinceros y auténticos. Es artista visual y educadora, y ha sido profesora en el Pulitzer Center on Crisis Reporting (EE.UU.), EFA (VEN), IES y CEA (ES). Es fundadora de los talleres Ojo Pelao, que ofrecen formación gratuita a fotógrafos documentalistas emergentes en Venezuela.

También ha dejado una huella significativa en el fotoperiodismo con su proyecto fundamental a largo plazo «Días Eternos», que retrata con crudeza las graves condiciones a las que se enfrentan las mujeres en las cárceles y centros de detención preventiva de toda América Latina, incluidos Venezuela, Guatemala y El Salvador.

Su trabajo ha recibido varios premios prestigiosos. En 2021, ganó los premios Leica Oskar Barnack y Camille Lepage. En 2024, fue finalista del Alexia Vision Grant, y en 2023, su proyecto fue finalista del Human Rights Foto Festival de Barcelona. Su excepcional dedicación y talento también han sido reconocidos con la beca LHSA, el Premio LUMIX Photo, el Premio Lucas Dolega en 2020, y el primer puesto en la categoría «Fuerza de Mujer» en el POY Latam en 2019. Además, las becas The Pulitzer Center on Crisis Reporting y Women Photograph apoyaron su investigación en curso sobre temas sociales críticos.

En 2021, recibió el World Peace Photo Award por su perspicaz trabajo con National Geographic. En 2023, fue galardonada con el Marylin Stafford PhotoReportage Award por su conmovedora serie «Abuelas con 30», que ahonda en las experiencias de padres adolescentes en Venezuela.

Las convincentes narrativas visuales de Arévalo Gosen han captado la atención de medios internacionales como The New York Times, National Geographic y El País Semanal. Su fotografía ha cautivado al público de todo el mundo con exposiciones en lugares tan prestigiosos como el Open Your Eyes Fotofestival de Zúrich, la Bienal FRAC, Fotografiska Nueva York, GBG Arts Caracas, Capitis Gallery Hamburgo, el Museo Ernst-Leitz, Photoville Nueva York, el Festival de Fotografía de Helsinki, Manifesto Festival Toulouse, LUMIX Festival Berlín y la Leica Gallery en ciudades como Salzburgo, Madrid, Miami, Taipei y Londres.