Un relato de cómo se vivió el apagón al sur de Venezuela. Un diario de cuatro días de penumbras en las riberas del Orinoco, en una Ciudad Bolívar dominada por el calor y la desinformación, pero en la que las muestras de solidaridad fueron un bálsamo en medio de la desazón
Fotos Efraim Cortez
Quienes vivimos en Ciudad Bolívar creemos que el Gurí es nuestro salvoconducto de energía. La central hidroeléctrica, la misma que funciona en el embalse más grande de Venezuela, está cerca, a tan sólo 45 minutos de distancia. Por eso nos cuesta creer cómo en una región con tantos recursos se justifica una caída de energía eléctrica de esta magnitud. Al menos, en este instante, tenemos un consuelo: le llevamos dos horas de ventajas al país. Nuestro apagón comenzó el jueves 7 de marzo a las ocho de la noche y el ministro Luis Motta Domínguez, a las seis de la tarde, dijo que en tres horas estaría resuelto.
A esta hora falla la única operadora que nos mantiene comunicados. Seguimos sin luz y la mayor preocupación es la delincuencia. Y los 37 grados de temperatura.
En la noche corren rumores que de las explosiones de esta mañana en la subestación Sidor derivó el problema eléctrico en todo el país. La explicación gubernamental, la del sabotaje, carece de sentido. Otros dicen que se apagó Guri. Detrás de cada una de estas hipótesis ronda una duda generalizada entre la gente: ¿será que comenzó la invasión militar?
¿Qué hacer en esta oscuridad? Los bolivarenses aprovechamos para ver las estrellas que normalmente se esconden entre los destellos de la ciudad.
Al amanecer, el servicio comienza a restablecerse en algunos sectores de la ciudad. En una zonas las luces se encienden a las cinco, en otros a las siete y en otras a las ocho de la mañana. Ciudad Bolívar, sin embargo, se mantiene en penumbra informativa. Sin noticias entendemos que el problema eléctrico es mucho más grave de lo que imaginamos.
Los reportes en las redes sociales no son alentadores. El país, en caos. Es el segundo día de apagón, más de 20 estados están a oscuras.
El viernes transcurre entre bajones de luz y fallas eléctricas. Incertidumbre, versiones van y vienen. En Puerto Ordaz, nuestra ciudad vecina, también se reportan extensos sectores sin electricidad.
Mientras gran parte del país sigue a oscuras, confiamos en que el servicio será prontamente restituido. Hasta este momento, no hay razones para esperar una nueva contingencia. No hay compras nerviosas, nadie se abastece de alimentos, ni velas, ni agua, ni hielo.
De pronto, un nuevo apagón.
Otra vez la ciudad entera en penumbra. Los locales comerciales empiezan a cerrar, sólo quedan abiertos aquellos que tienen planta eléctrica.
Tras seis horas la crisis se agudiza. Las neveras pierden el frío que mantiene los alimentos. El calor de 39 grados ya nos afecta.
A las cuatro de la tarde sólo funcionan dos estaciones de servicio. Son las únicas con plantas eléctricas. Están abarrotadas. Ahora sí empiezan las compras nerviosas. Buscamos pan, agua y velas.
Dejamos de creer en prontas soluciones. Entendemos que tener a Guri cerca no es una garantía de luz. Las acciones de solidaridad entre vecinos reconfortan.
Se multiplican rumores.
Después de las seis de la tarde la conexión a Internet es nula. El blackout es total. Se habla de saqueos, de sectores militarizados, de delincuentes haciendo de las suyas. Nada verdadero o falso, nada consistente, nada que se pueda verificar. Todo parte del imaginario colectivo por la desinformación.
A las once las noche, un resplandor. Desde muchos puntos de Ciudad Bolívar se ven luces de múltiples colores y se escuchan los estruendos de detonaciones. Nadie sabe qué pasa, algunos logran tomarle fotos y hacer videos de aquel curioso suceso. Luego sabemos que se trata de una explosión en la Subestación Eléctrica “Los Farallones”.
Volvemos a perder las esperanzas.
La oscuridad persiste. Van 14 horas sin energía eléctrica. Pero se reactivan los datos de Movistar. Los bolivarenses estamos despiertos y comenzamos a reportar desde nuestras cuentas de Twitter. La información es una: toda la ciudad apagada.
Después de 72 horas de idas y venidas, nuevamente hay electricidad. La mayor perturbación sigue siendo no saber por cuánto tiempo tendremos luz y cuándo será el próximo apagón.
Nos preparamos “por si se vuelve a ir la luz”: hacer hielo “por si acaso”, comprar alimentos enlatados, cocinar la carne que tenemos en la nevera y se ha descongelado una o dos veces en medio del apagón.
Ha sido un domingo agotador.
Cae la noche y no regresa la oscuridad entre cuatro paredes. Pero aún persiste el apagón en otras zonas del estado Bolívar como Santa Elena de Uairén y Maripa. De forma intermitente hay cortes de energía eléctrica en Puerto Ordaz.
Pero en Ciudad Bolívar, la luz —a esta hora— aún ilumina.