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Ilustración: Betania Díaz

En Argentina la primavera es extraña. Alérgica y bastante irregular. Indecisa entre calurosa y gélida. Hoy tocó gélida. Un frío incómodo pero no angustiante. De esos que te hace querer estar en tu cama viendo películas desde un tablet o contándole a tu madre sobre tu vida de inmigrante. Esa noche es hoy pero sin películas ni madre.

Dos amigos venezolanos deciden reencontrarse para echarse los cuentos. Uno es periodista y creativo publicitario, el otro es publicista puro. El primero no encuentra un trabajo estable así que hace delivery en bici. El otro ya consiguió en su área. Hace de todo pero ya tiene la felicidad de quien ejerce en lo que le gusta. El primero se toma un break y rueda hasta la casa del segundo. Se saludan y quedan fuera, en la acera y el frío incómodo pero no angustiante. Empiezan a hablar. El periodista escucha casi siempre, el publicista le gusta hablar mucho. Por eso son buenos amigos. Hablan de lo duro de inmigrar. De soledad y madres solas, de ofertas en el mercado, de otros amigos.

Son las 11:00 de la noche. El tráfico de personas es bajo. Unos pocos que regresan de su trabajo, pasan y ven a los dos amigos hablar junto a una bicicleta y una mochila naranja. Pasan y ya. Excepto una anciana. Pasea dos perros. Uno con cadena, otro sin ella. El que no tiene cadena se abalanza sobre el publicista, quien lo acaricia de vuelta. La anciana se disculpa pero los amigos las desechan con cordialidad. La anciana se detiene junto a ellos y les habla de sus perros. Sus nombres, sus mañas. El periodista escucha cortez pero el publicista se interesa en serio. La anciana pregunta al rato: “¿venezolanos?”.

Publicista: “Sí. Aquí, echados de nuestro país por una cuerda de ladrones”.

Y la anciana se ríe y le contesta: -¡Ay, niño! Argentina es igual. Macri es un chorro millonario que solo jode a los pobres.

El publicista asiente pero dice que nada es como el chavismo. Luego, con su indiscreción típica, le pregunta a la anciana si ella es kirchnerista.

-Yo no soy de nadie. Yo solo sé que con Macri estamos peor. Cristina robaba pero le dejaba robar a todos. Macri roba y solo deja robar a sus amigos millonarios.

Tras cada pausa la anciana se mueve más hacia los amigos. Deja sus compras en la cesta de la bici. Es evidente que no se quiere ir, que si pudiese se sentaría en la acera junto a los muchachos. Disfruta la conversación, la desea. El periodista escucha. El publicista habla.

-Los venezolanos son buenos -dice la anciana-. No como esos peruanos. O los bolivianos. Los venezolanos vienen estudiados. Los peruanos solo vienen los peores. Los chorros.

Ambos amigos no dicen nada. Xenófobos no pueden ser si ellos son inmigrantes. La anciana continúa sola:

-Los principales ladrones son esos curas del Vaticano. Tanto hablar de caridad y viven como millonarios. O esos estadounidenses. Queriendo joder a todos y dándose de ejemplos del mundo. Por eso es que yo leo mucho, para saber quién me quiere joder.

Y la anciana sigue por media hora, hablando de todo lo que jode a Argentina. Cuando el periodista empieza a cansarse, la señora recoge sus bolsas y empieza a irse junto a sus perros alborotados. Y mientras se aleja les dice:

-Me voy, muchachos. Ya ven, yo soy muy vieja y ahora solo digo cosas malas de todos. La única verdad es que los argentinos no queremos a nadie. Yo por lo menos, solo quiero a mis perros.