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La isla de Margarita atraviesa una crisis eléctrica que la mantiene desconectada, mientras sus lugareños y visitantes sortean los apagones para cubrir sus necesidades básicas como alimentarse. Nuestra cronista Ysabel Viloria cuenta cómo se vivió una parrilla solidaria, a oscuras y espontánea que convocó a vecinos, amigos y hasta desconocidos a compartir preocupaciones, comidas y un buen rato para encender otras luces en medio del caos. Una de nuestras #HistoriasConstructivas directo desde el único estado insular de Venezuela  

Fotos Ana Carolina Arias / Francisco Di Bonaventura

¿Cómo sobrevivir a los apagones diarios de más de 10 horas sin enloquecer? Esa es una de las tantas preguntas que ronda en estos días en Margarita. Han pasado casi dos semanas de crisis eléctrica que afecta el estado Nueva Esparta, y aunque las autoridades declararon a los medios de comunicación que para el viernes 15 de noviembre se solucionaría el problema, las luces siguen sin encender, los apagones son constantes, las horas parecen más lentas y el calor cada vez agobia más frente a la incertidumbre sin soluciones concretas. 

En medio de la desesperación surge una idea para sobrellevar la tragedia: “prendamos el carbón”.

Un margariteño, de familia de comerciantes asentados en la isla desde hace décadas, intenta mantener la cordura, resguardar sus alimentos y paliar el caos con buena actitud. También opta porque no aparezca su nombre para resguardarse porque “uno nunca sabe”. Desde hace un par de años convirtió el negocio familiar que era perfumería tradicional en la isla en una terraza de comida ubicada en una de las avenidas más comerciales del estado insular. 

Como el resto de los comercios, apabullado por la crisis eléctrica, se vio obligado a cambiar horarios de atención al público y oferta de productos. Pero ese martes 19 de noviembre, la pregunta estaba en boca de todos: “¿cómo sobrevivir a los apagones sin enloquecer?”.

Foto Ana Carolina Arias

Entre la escasa información concreta y verificable, los rumores, versiones inventadas e intentos de adivinar un cronograma de cortes del suministro eléctrico que hasta la fecha no existe, solo quedaba la opción de sobrevivir con lo que se tiene: él tiene una parrillera, un local comercial donde venden comida y carbón. 

Entonces, mientras pasaba calor y esperaba que volviera la electricidad dio forma a su intención: el miércoles 20 de noviembre, él ponía el sitio y prendía la brasa para que quienes gustaran se acercaran a cocinar su comida, la que todavía no se había dañado por las interrupciones en las cadenas de refrigeración.      

Fue así como se corrió la voz: “lleva tu comida y la montas en la brasa mientras llega la luz o no”. La invitación era gratis, una convocatoria genuina para acompañarse en el caos, compartir angustias y drenar las frustraciones de vivir un escenario incierto sin respuestas efectivas. Una alternativa para quienes tienen cocinas eléctricas y hasta un grito de rebeldía frente a lo que parecía que solo podía arrinconarnos en la resignación y la desesperanza. En clave conjunta: lo que quieras traer, bienvenido.

Margarita, Coche y Cubagua son las tres islas que constituyen al estado Nueva Esparta, destino turístico por excelencia para nacionales y extranjeros.

Foto Ana Carolina Arias

Aunque conserva y desarrolla su potencial para temporadistas el suministro de electricidad depende de tierra firme. Por eso desde el lunes 11 de noviembre, cuando explotó la planta Muscar de Pdvsa, en el estado Monagas, se interrumpió el suministro de gas del que se surten las plantas termoeléctricas Juan Bautista Arismendi y Luisa Cáceres de Arismendi para generar energía eléctrica hacia esa región de Venezuela.

La región insular quedó casi en total oscuridad porque su otra fuente de electricidad proviene de tierra firme desde el estado Sucre por un cable submarino que resulta insuficiente para todo el estado.

Luego de más de una semana del desolador escenario producido por la crisis eléctrica, sin intenciones comerciales ni mediáticas se puso en marcha el deseo genuino de muchos: coincidir en un espacio de colaboración con propuestas para mejorar el desastre. Cada quien hizo lo suyo. 

Foto Francisco Di Bonaventura

Proveedores donaron carbón, vecinos musicalizaron la jornada con cornetas inalámbricas, desconocidos se acercaron, amigos se acompañaron. Hasta hubo una donación de comida para compartir en el sitio, pero que luego de cocinada, sin planificación previa fue llevada por los mismos asistentes al Hospital Luis Ortega de Porlamar: “Todo orgánico, muy chévere. La idea fue disfrutar el momento y se logró”.

El carbón se prendió a las cuatro de la tarde ese miércoles 20 de noviembre. El tiempo fue suficiente para conocer gente nueva, un grupo pequeño que no alcanzó las veinte personas, pero que desbordó solidaridad. Cantaron, comieron, bailaron, donaron alimentos cocinados a un centro de salud, cayó el atardecer, por un momento escaparon de la ineficiencia de un sistema eléctrico colapsado. 

Se hicieron las nueve de la noche y los bombillos seguían apagados. Pero esa noche durmieron con la esperanza de prender más brasas de solidaridad.