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A más de dos mil metros de altura, en las montañas de Trujillo, la tradición de cultivar café está recuperando fuerza en los últimos años. Campesinos arraigados como Dilcia González y Ramón Mejías mantienen a pulso un oficio que aprendieron a amar desde su infancia y que ahora enseñan a su familia.  

En esta crónica sonora producida y narrada por Liza López, directo desde Boconó, contamos por qué el aroma del café se está sintiendo en casi todos los rincones de esta región boscosa de los andes venezolanos, donde se cosechan los mejores granos del país bajo la sombra de los árboles. 

De la serie #HistoriasConstructivas que contamos en alianza con Noticias Sin Filtro.

Crónica sonora y fotografías de Liza López

TRANSCRIPCIÓN

 

[Dilcia González]: Desde que yo era pequeña, mi mamá y mi papá tenían finca de café y por eso me dediqué también al cultivo del café. Me gusta muchísimo, me desestresa, vivo super contenta. es mucho trabajo pero al final, uno ve el resultado.

[Liza López]: Dilcia González es una mujer que trabaja el campo desde que tiene memoria, y a sus 60 y tantos años, no hay un solo día que deje de atender sus fincas de café. Vive en una comunidad campesina en las montañas de Boconó, con una vista a los páramos a más de dos mil metros de altura. 

Bienvenidos a este nuevo episodio de Historias constructivas sonoras producidas en alianza entre Historias que laten y Noticias sin filtro. 

Soy Liza López y les voy a contar por qué el aroma del café se está sintiendo fuerte en casi todos los rincones de esta región boscosa de Trujillo, en los andes venezolanos, donde se cultivan los mejores granos del país bajo la sombra de los árboles. 

Esa calificación no es a la ligera, lo certifican los expertos. En los últimos dos años, el café de Boconó ha ganado los primeros lugares en el encuentro internacional de café de especialidad venezolano.

Pero este reconocimiento llega después de muchos altos y bajos. Hace una década, por la crisis mundial y nacional de esta industria, donde ahora se ven cafetales había siembra de otros rubros, como el tomate de árbol. Porque el café ya no pagaba. 

[Dilcia]: Ya no era rentable y el tomate de árbol tuvo una época que era super super rentable, cortaron el café y sembraron el tomate, pero luego que le vino una enfermedad al tomate, la gente empezó a sembrar su café.

En los últimos 2 años, la siembra de café ha sido bastante buena.

[Liza]: La curva está subiendo y ese repunte se siente, sobre todo en estas montañas de Boconó y regiones aledañas, donde se concentra el 70% de la caficultura en Venezuela.

Todavía no llega a los niveles de esplendor que tuvo en los años 90, cuando este país producía 1 millón 800 mil sacos de café, un mercado que cayó drásticamente hacia el 2010, cuando apenas alcanzaba los 500 mil quintales al año, recuerda Vicente Pérez, director ejecutivo de la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios de Venezuela (Fedeagro), quien por cierto también es caficultor.

Hoy Venezuela produce 1 millón 200 mil sacos, y en el mercado existen más de 400 marcas, muestra de que sí hay una recuperación del café, aunque la gran mayoría de los 60 mil caficultores venezolanos aún viven en gran precariedad. 

[Vicente Pérez]: La gente se está recuperando. Todos los años siembra un poquito más, no a la misma velocidad de hace años. Por ejemplo, yo sembraba todos los años 50, 40 mil matas, ahorita si siembro 3 mil es mucho. Pero voy creciendo, entonces estoy recuperando lo que perdí, y eso es lo que está pasando.

[Liza]: En Las Palmitas, la comunidad boconesa donde vive Dilcia, este resurgir se siente como en los tiempos de su infancia. Aquí nos cuenta cómo lucían esos campos, mientras lava el café para ponerlo a secar en el patio.

[Dilcia]: Todo esto era siembra de café, también sembraban su caña para hacer el guarapo para el café porque no consumían azúcar, nada más consumían la panela. Todos sembraban su café y tenían un sitio donde sembrar la caña para sacar el papelón.

[Liza]: Ella no siembra caña de azúcar pero sí tiene 5 mil matas de café que atender. Se levanta a las 4 de la madrugada todos los días y son las 10 de la noche y todavía sigue su faena.

Una dedicación similar la tiene su vecino Ramón Mejías, quien también creció entre cafetales y ahora trabaja junto a su hijo en varias fincas familiares. 

[Ramón Mejías]: Aquí abajo tengo 1600 que están en producción, y aquí tengo 730 que también están en producción y allá tengo 802 pero están todavía muy niñas.

[Liza]: Para llegar a estos cultivos desde su casa, atraviesa varias siembras caminando durante más de una hora. Allí saca grano a grano hasta cosechar unos 3 sacos por día, de unos 40 kilos cada uno.  Luego para subir el café hasta la vía principal, y de allí a su comprador, debe contratar a otro señor que carga los quintales sobre unas mulas. 

El esfuerzo es enorme para lo que recibe en cada venta. Por eso también siembra ocumo, caraotas y maíz para alimentar a su familia pues el dinero nunca le alcanza. 

[Ramón]: Si hubiera un gobierno bueno que ayudara a uno, pero aquí no hay nada. No ayudan a uno a nada.

[Liza]: A esta sensación de desamparo, se suma que desde hace años el café se volvió un mercado de intermediarios, en el que quien siembra y cosecha es quien menos gana. “Estamos en una trampa de pobreza”, dice Vicente Pérez, el director de Fedeagro, y argumenta con este dato: a un caficultor venezolano le pagan como mucho 170 dólares por saco de café, mientras que en el extranjero el mismo saco se cotiza en 400 dólares.

[Ramón]: Entonces uno tiene que darle poco a poco para poder tener el cultivo. 

[Liza]: Como a Dilcia, a Ramón también le da nostalgia esta conversación y recuerda cómo eran estos campos hace más de 40 años.

[Ramón]: Antes había café desde arriba hasta el río, y desde allá donde está aquel barranco hasta el río. Y por aquí todo esto era café, desde arriba en Las Palmitas hasta el río abajo. Aquí salían más de 5 mil quintales de café.

Nos fuimos yendo para Caracas, y fuimos desapareciendo las haciendas y después volvimos a volver a hacer las haciendas. Hay muchas haciendas que están nuevas. Esa hacienda de allá enfrente está nueva. Esa tendrá como cuatro o cinco años.

[Liza]: Una de las que ha seguido de cerca la evolución de este mercado es Jannina Poján, barista certificada, conocida como la Coffee teacher. No sólo ha visto crecer el café en cantidad, sino en calidad.

[Jannina Puján]: No sólo ha aumentado la producción, sino también la calidad de nuestros cafés. Los caficultores han apostado por la formación y la actualización de prácticas y procesos, lo que se ve reflejado en el aumento de la producción en entre un 10% y un 15% anual en los últimos cinco años.

[Liza]: La formación de los caficultores ha sido determinante, sí. Pero cuando uno ve cómo los campesinos de Trujillo mantienen la tradición de cultivar bajo sombra, secar al sol los granos en patios o a orilla de carretera, trillar con métodos artesanales, entonces se entiende por qué el café tiene esta calidad que ha sido premiada en varios concursos internacionales.

[Jannina]: Boconó es la primera región en solicitar y obtener la IGP, la Indicación Geográfica Protegida. Esto se debe a ese sentido de pertenencia y a la confianza que todos estos productores tienen en sus tierras. 

[Ramón]: Mientras más hacienda tengamos aquí pues es mejor todavía, porque el café que sale de aquí es muy bueno. Sale un café seleccionado muy bueno.

[Dilcia]: Eso es lo que esperamos, que todo el mundo siembre su cafecito. 

El mejor café es el de aquí de Venezuela y especialmente el de Boconó.

Mi nieta que tiene 7 años dice que se va a especializar en el cultivo y la venta del café, que se va a preparar para eso.

[Liza]: La nieta de Dilcia vive en Ecuador, a donde migró su hijo hace unos años. Pero habla con ella todos los días y le muestra fotos y videos de sus matas de café. La ilusión de transferir ese conocimiento la tiene motivada, así como se entusiasma también Vicente Pérez, el de Fedeargo, cada vez que se pone sus botas de caficultor. 

[Vicente]: El café es algo que tú lo llevas en la sangre, pero eso es en todos los agricultores. Siempre hay uno o dos de cualquier rubro que se van a encargar de la finca porque es un negocio familiar. La agricultura tiene algo, como un romanticismo… A veces yo estoy solo, y le hablo a la mata, a los pájaros. Estar allí, en ese bosque, uno siente unas vibraciones, una cosa, no sé cómo explicártelo…

[Liza] Gracias por acompañarnos hoy.

Esta crónica sonora se narró con las voces de los protagonistas desde Boconó, Trujillo, en los Andes venezolanos. La edición y diseño de sonido es de Rayner Yánez. 

El episodio forma parte de la serie Historias constructivas sonoras producida en alianza con Noticias sin filtro, una aplicación que permite conectarse de forma gratuita a noticias y podcast de más de 18 medios independientes venezolanos que difunden información confiable y verificada.

Soy Liza López, directora fundadora de Historias que laten. 

Contamos historias que conectan e inspiran desde Venezuela.