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Son muchas las historias que rodean la emblemática esquina de La Pastora donde se ubica el bar Torrero, fundado en 1946, que con sus 78 años de tradición es considerado por la comunidad un patrimonio de la parroquia. Al traspasar sus puertas, da la bienvenida Félix Soto, dueño del local, siempre dispuesto a atender a sus clientes y servir una cerveza bien fría en este punto de encuentro de vecinos y amigos, lugar de paso para tomarse un trago, relajarse y al salir del bar seguir la vida por uno de esos caminos. 


Crónica Hermes González / Fotografías Juan Calero

Al entrar al bar de la esquina Torrero de La Pastora, resalta la figura de un señor delgado y de alta estatura con una boina y camisa de colores que está justo detrás de la barra, hecha de cerámica y madera, quien de inmediato dice: 

—Buenas, mijo, ¿qué se les ofrece? 

—Me da dos tercios bien frías señor Félix, una para él y una para mí —respondo.

El señor destapa las cervezas y las lleva a la mesa mientras en el fondo se escucha la canción “Y no puedo” del eterno Frankie Ruiz. 

Son las seis de la tarde, los colores del atardecer entre anaranjado, rojo y rosa anuncian el comienzo de un viernes en la noche en esta zona popular de Caracas. Para llegar a La Pastora existen varios caminos, pero uno de los más recurrentes, es el de la avenida Oeste 13, una vía que regala a los visitantes una hilera de casas coloridas, curiosidades como el puente Carlos III, uno de los más antiguos de Caracas, y las esquinas inmemoriales que caracterizan a esta parroquia. 

Entre esas calles, resalta la icónica esquina de Torrero. Existen muchos cuentos alrededor de ella. En la época colonial, por ejemplo, en torno al lugar se extendía una hacienda donde se cultivaba caña de azúcar y, posteriormente, se fabricaba aguardiente de caña.

Es un punto y cruce de caminos con mucho renombre en la historia pastoreña por los personajes que hicieron vida, como el popular Tío Pedrito quien tocaba el cacho de toro en la vertiente del Teque para iniciar la celebración del carnaval o la propia familia Torrero que se apropió del espacio y consecuentemente, pusieron su apellido nombrando la esquina como la conocemos. 

Esta esquina se cruza con la avenida Oeste 13 y la calle Real de La Pastora, la vía lleva a la Puerta de Caracas, que era la entrada principal del litoral central a la capital por el antiguo Camino de los Españoles. En otras épocas por esa esquina pasó muchísima gente, entre conquistadores y libertadores, entre comerciantes e ilustres intelectuales, además, entre los siglos XIX y XX fue parada del tranvía de Caracas, del que aún queda cerca del bar un poste eléctrico como vestigio pastoreño del viejo transporte urbano. 

Este cruce tan emblemático de La Pastora es también un lugar crucial y de encuentro para los pastoreños donde se ubica el Bar Torrero.

—Yo toda la vida he conocido este sitio como un bar restaurante, Bar Restaurante Sucre es el nombre original y de paso es el nombre actual, solo que todos lo llaman bar Torrero por la esquina —asegura Félix Soto, propietario y gerente del lugar por más de 25 años, mientras sirve otras cervezas frías.

En el fondo, la rocola cambia de canción y se escucha “Ella” de Gilberto Santa Rosa en versión en colaboración con Guaco. 

—Este bar se fundó en los años 40, específicamente en el año 1946, tiene unos 78 años y además yo siempre fui cliente de aquí, uno comía muy rico, hasta que llegó el momento de comprarlo y bueno, lo compré —comenta Félix con una pícara sonrisa.

Félix Soto, nuestro protagonista, nació y se crió en La Pastora, es contador de profesión y no, no de cuentos, se graduó en contaduría y ejerció por más de 15 años en empresas importantes como Gelatinas Royal o Empresa Osiris C.A. Durante ese periodo tuvo tres hijos, dos hombres y una mujer e hizo vida entre Charallave y Caracas desde 1987 hasta el 2000, en ese año decide dedicarse por completo a la gestión del bar Torrero y mantener la cercanía con su eterna comunidad, aunque él se convirtió en propietario del bar algunos años antes.

—Compré el local en el año 1996 y se reinauguró el primero de noviembre, pero este sitio ha pasado por muchas situaciones, el techo originalmente era de caña amarga. Este bar se creó dentro de una casona antigua, ocho meses después de su inauguración, el 23 de julio del 97 se cayó el techo por completo, un lunes a las nueve de la mañana. Afortunadamente, nadie salió herido, porque el día anterior, sí estaba full de personas. Pero con muchas ganas y esfuerzo reabrimos las puertas el 2 de febrero de 1998.

Mientras conversábamos, fuimos testigos de una escena particular. Después de un largo día de trabajo, a eso de las 6:30 de la tarde, se ve caminando a una mujer con pasos cortos y algo fatigada, no sabemos si la fatiga era causada por las subidas que existen antes de llegar a la esquina Torrero, entre la avenida y la calle real, o por el peso de su cartera y una bolsa llena de papeles, libros y cuadernos. Al llegar allí, abre las puertas del bar y dice:

—Señor Félix, me da una tercio bien fría ¿por favor?, pero urgente —implora la mujer. 

—Por supuesto, señorita, ya se la llevo a la mesa —responde Félix. 

De repente, justo al lado de la mesa que da a la puerta de acceso al bar por donde entró la mujer, se ve pasando por la acera a un hombre joven con un niño de escasos 8 años y vestido con su uniforme de colegio. El niño le grita desde la calle con rostro de felicidad y emocionado: 

—Adiós maestra —saluda el niño a su paso por el frente del bar. 

En ese momento, la mujer empinándose la cerveza casi se ahoga y en seguida contesta, con una voz de ligera vergüenza: 

—Adiós, mi niño —y termina riéndose y tapándose la cara.

El señor Félix, de regreso a la mesa, comenta la escena.

—Este tipo de cosas pasan con frecuencia, las maestras del colegio o cualquier persona que viene al bar, por lo general, llegan después de un largo día de trabajo, para relajarse un poco, refrescarse y luego seguir hasta sus casas. Además, de eso se trata este bar, que la gente de la zona venga a tomar una cerveza o a escuchar música, se relajen y sigan su camino o, mejor dicho, los cuatros caminos, porque las personas suben por la calle Real, o bajan hacia la plaza, o se van por las calles de la derecha o la izquierda. 

 —Aquí las rumbas deben ser buenas, ¿verdad, señor Félix? —le pregunto. 

—No, chico, aquí no se rumbea, este bar está abierto todos los días, de lunes a lunes, desde las 12 del mediodía hasta las 8 o 9 de la noche, a veces cerramos un poco más temprano. Este bar es para pasar un momento agradable y relajado, te tomas unas cuantas cervezas y te vas para tu casa. Es un bar de paso, pero con un ambiente chévere y familiar.

Los distintos bares de La Pastora tienen una característica particular en comparación con otros bares de la ciudad, suelen ser más pintorescos y sosegados, reflejan de cierta manera, las costumbres, el estilo de vida y la idiosincrasia parroquial. Tal es el caso de los bares Las Flores o Las Delicias que se encuentran en la misma zona y, obviamente, el bar Torrero no es la excepción. 

Algunos instrumentos colgados en el techo, distintas fotografías de algunos músicos reconocidos como Watussi, sonero y compositor venezolano radicado en Italia quien vivía a pocas casas del bar y era un asiduo, retratos de deportistas célebres, medallas y trofeos colgados en la pared o alguna imagen de un salsero famoso de Las Estrellas de Fania pegadas en la nevera al fondo de la barra o un afiche del Trabuco Venezolano que resalta en una pared, son símbolos particulares de este bar. 

Letreros distintivos como: “Vendo esposa” o “No se aceptan borrachos impertinentes, y mucho menos peleones” también son muy llamativos. Uno de los carteles dice: “Hay sopa” y le pregunto al señor Félix si en Torrero se vende comida. 

—No, no mijo, esa sopa es solo de los domingos, y es mi esposa la que se encarga de eso. Hace mucho tiempo aquí en el bar se vendía comida, muy buena y de calidad internacional: pollo al horno, asado negro, conejo y hasta venado vendíamos aquí. Pero, lamentablemente desde el 2012 no vendemos comida, la crisis ha pegado muy fuerte, pero aquí estamos y seguimos pa lante, como quien dice —relata. 

Félix Soto es un ejemplo de una vida dedicada al trabajo, como muchos personajes de La Pastora, no solo es el dueño del bar, también es un amante empedernido de la música popular y folclórica de nuestro país. Este hombre fue un productor musical que impulsó muchos grupos de salsa, de música venezolana y hasta de gaitas y parrandas para la época decembrina.

Incluso Félix era maratonista y es conocido porque fue un gran pilar y apoyo incondicional como patrocinante para jóvenes que querían desarrollarse en alguna disciplina deportiva.

—Aquí siempre vamos adelante, no descansamos. El bar Torrero siempre estará abierto para todos.

La sensación de estar en el bar Torrero, con toda la historia que existe detrás de esta esquina y esta barra, y la energía de su dueño, es de gratificación, esfuerzo, calidez y felicidad. 

Gratificación por el renombre y peso que tiene el bar en la comunidad pastoreña. Esfuerzo porque a pesar de las adversidades sigue en pie con casi ocho décadas, es un valor patrimonial y con mucho más por dar. Calidez porque el calor de hogar, el ambiente de familia, vecinos y amigos se siente desde el primer momento en que entras por esa puerta y felicidad, porque quién no va a estar feliz con una cerveza bien fría, buena música y excelente compañía para pasar un rato, relajarse un poco y seguir la vida por alguno de esos cuatro caminos.