Cada primero de febrero, dos niños Jesús navegan juntos el litoral venezolano para bendecir a orillas de la Laguna de Tacarigua a los devotos y a un pueblo entero de pescadores en Barlovento. El fotógrafo documentalista Daniel Hernández retrata esta tradición que se celebra con parranda en horas previas a la llegada de la Virgen de La Candelaria.
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Texto y fotografías Daniel Hernández

No hay mejor madrugada frente a la Laguna de Tacarigua que la del primero de febrero en la coleta del estado Miranda, donde se come el mejor lebranche a la brasa del oriente venezolano.
Este día, el niño de Tacarigua sale de madrugada en su recorrido por las aguas a buscar a su otro yo de la comunidad de El Guapo. Una tradición que se estableció en 1912 por doña Antonia Ron, quien venía de Valle de la Pascua y arraigó una de las tradiciones más coloridas de la tierra costera de Barlovento.
Son las cinco de la mañana y salimos a fotear, a vivir esa sensación de libertad en una Miranda tan grande que ya conoces por completo.

Una región que tiene demasiada historia y mucho color heredada por zambos de la región.
Comienza a llegar la gente, vienen graneados, poco a poco, en zapatos, sandalias o descalzos.
Así llegan todos a ver llegar al niño Jesús de Tacarigua junto al niño de Jesús de El Guapo sobre esos peñeros que ese día no tienen la faena de pescar, sino más bien de buscar al hijo de Dios para bendecir esta costa.

El pueblo de Tacarigua de la Laguna amanece ornamentado.
Globos de colores, con plantas y ramas de trinitarias engalanan puertas y ventanas, postes y paredes.

Ya amaneciendo, no dejo de preguntarme cuánto falta para que llegue la procesión, cuando de repente escucho sonar los fuegos artificiales.
Ahí vienen, ahí vienen los niños Jesús. La emoción en la gente de la orilla se transpira y llena de sonrisas frente a la imagen poderosa del desembarco de estos pequeños que le traen alegría a los vecinos de este pueblo mirandino.

De esos botes bajan los niños custodiados por sus mayordomos, el de la casa y el invitado de El Guapo son recibidos con parranda.
Sonido de tambor, congas, trompetas y saxofones, como toda parranda que se respete en Barlovento.
A su llegada, todo se transforma en una cautivante petición colectiva de bienestar.
Señoras, mujeres, hombres y niños tocan los nichos de vidrio y madera, hacen sus peticiones a cada niño, a estos niños Jesús que van caminando de la mano del pueblo.



Las personas se asoman, los ven pasar y aquellos que están en sillas de ruedas no tienen que moverse más. Los niños van a su encuentro porque ellos quieren pedir el favor de curar sus males.


Así se siente esta tradición en estos pueblos que no están muy lejos de la capital y que durante un año entero suelen ser olvidados por los gobiernos y el tiempo.

Pero el calendario les recuerda también que su gente se prepara para este día especial en el que reciben la bendición de los cristos chiquitos con la alegría más grande.
Allí reposan solo un instante porque al día siguiente también esperan a la virgen de La Candelaria.
excelente crónica y las fotos preciosas
Excelente tradición, muchas gracias por compartir, en mi pueblo Palmarito del Sur del Lago de Maracaibo tenemos también hermosas tradiciones como la Parranda del Niño Jesús los 24 de diciembre a partir de las 12 medianoche. Bendiciones