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Más de 30 años dedicada a la docencia, enseñando a niños, jóvenes y adultos en varias escuelas y liceos, han convertido a Josefina Domínguez Alvarado en un referente de la buena educación en La Pastora. A la profesora Chepa, como le dicen con cariño, también le gusta escribir y declamar poesía sobre sus reflexiones de lo cotidiano. Verla interactuar entre docentes y estudiantes es constatar la admiración que ha dejado su legado. Una huella que, definitivamente, no se borrará nunca

Crónica Martha Eloína Hernández/ Fotografías Maxwell Briceño

Es más ovacionada que una reina de belleza. Posee el don de la palabra y es buena comunicadora. A sus 89 años, con su coquetería de siempre, transmite su pasión por la vida, y en prosa o verso fomenta valores con su poesía. Por más de tres décadas ha ejercido la docencia, educando a niños, jóvenes y adultos. 

Ella es Josefina Domínguez Alvarado, mejor conocida por sus alumnos y vecinos de La Pastora como la profesora “Chepa Domínguez”. 

—A un buen maestro no se olvida nunca. Yo me acuerdo de mis maestros cuando estaba en la escuela. Lo mismo que un mal maestro puede deformar la mente de un niño. Yo les pido a todos de corazón que amen a esos niños, porque el más tremendo es el que más problemas tiene en la casa —dice al entrar espontáneamente a una reunión de docentes en la escuela República de Bolivia.

A Chepa le gusta escribir y declamar poesía. Lo hace desde que tiene uso de razón y lo considera un acto de soberanía y rebeldía porque a través de sus poemas se expresa como un libro abierto. 

—Estoy en una edad en la que no me importa decir lo que siento, sin ofender. Eso sí, siempre con el respeto por delante.

A los 19 años se graduó de maestra. Estudió por sugerencia de su hermano mayor, quien la animó a hacerlo para ayudar a su mamá. La carrera dura cuatro años y comenzó a ejercerla inmediatamente después de la graduación. Sus comienzos en la docencia se remontan al colegio San José de Tarbes de La Florida, durante el gobierno del general Marcos Pérez Jiménez. Una tía le consiguió la oportunidad para ser maestra de segundo grado. 

Aunque en su trayectoria se ha distinguido como una docente cercana, que fomenta la disciplina con respeto y empatía, aún recuerda la novatada en el colegio de La Florida donde estudiaba “la flor y nata” de Caracas. 

—En el salón había una niña que era inquieta y hablaba mucho. Era la más alta. Un día cometí una brutalidad y le dije: niña, por favor, ¡tú eres la más grande del salón deberías dar el ejemplo!

Ese error y la falta de experiencia, la marcaron de por vida. Aunque la mamá de la niña se quejó con la hermana superiora y fue llamada a la dirección, no hubo represalias en su contra, pero la invitaron a reflexionar. A partir de ese día se prometió ser más paciente y cautelosa, porque desde la docencia se puede alentar o frustrar a un niño para toda la vida. 

Posteriormente, trabajó en los colegios Luis Padrino en San Martín, Agustín Aveledo en Gato Negro y se mantuvo en La Pastora entre la escuela República de Bolivia, el liceo Agustín Aveledo y en el colegio San Judas Tadeo.

Por pasión y compromiso con su razón de ser, llegó a laborar sin descanso en tres turnos: mañana en la República de Bolivia, tarde en el Agustín Aveledo de Gato Negro y noche en el Agustín Aveledo de La Pastora, en donde pasó varios sustos al caminar sola por el boulevard Brasil. 

En 1993 pidió la jubilación por decisión propia para descansar y dedicarse a su casa. Con el dinero que recibió y la ayuda del esposo de su hija, construyó un apartamento tipo estudio en la platabanda de la casa de sus padres, en el que vive sola.

—La jubilación fue traumática. Yo trabajé por 23 años en la República de Bolivia y seguía yendo por costumbre. Me acuerdo del señor Colina, el portero, todo un caballero que al verme decía: “a la señora Chepa la sacan por la puerta y se mete por la ventana”.

La vida tiene sentido cuando tú vives para contarla

Desde muy pequeña ha estado vinculada a las artes. Inspirada y contagiada por la pasión de su papá, aprendió a declamar poesía. 

Chepa, desde que lee y escribe, utiliza las palabras con ritmo y musicalidad, de una forma artística, reflexiva y estéticamente bella para transmitir sus pensamientos, sentimientos e historia personal, y tocar sutilmente los corazones de quienes la rodean. 

Su línea poética se enfoca en la realidad y cotidianidad. Con ella transmite emociones y jocosidad. Le gusta escribir y siempre lo ha hecho. Tiene varios cuadernos escritos a puño y letra en los que anota todo. Su intención es dejarlos como parte del legado familiar. En uno de ellos se lee:

—Este cuaderno será utilizado para escribir en sus líneas mis vivencias, anécdotas, poemas, pensamientos, dichos populares y demás. ¡Escribe, escribe que algo queda! La vida tiene sentido cuando tú vives para contarla.

En su poema Me pregunto interpela la inclemencia del paso del tiempo y cómo todo se transforma, dejando constancia que cada edad tiene su encanto si se tiene salud física y mental.

Me pregunto adonde se fueron…

Mi cabello negro, largo y frondoso

Mi estrecha cintura y caderas excitantes

Mis senos duros y flotantes

Mi caminar cadencioso

Mis piernas bellas y bien torneadas

Mis pies seguros, ahora cansados

Mi piel lozana, fresca, bonita

Mis dientes natos

Mis ojos sanos por bellas cejas, ellos bordeados

En el pasado lo lindo ha quedado, pero lo más importante es que Dios me ha permitido aceptar y comprender que más que lo bello, es lo útil y lo sano, pues a mis 89 años aún puedo disfrutar…

De mi cabello, aunque pintado

De mi cintura y cadera que se mueven 

De mis senos blandos, pero sanos

De mi caminar algo pausado

De mis piernas y pies que me funcionan

De mi piel que me cubre

De mis dientes que, aunque escasos me permiten masticar

De mis ojos operados con los que puedo mirar, pero lo que es más hermoso es tener la facultad de recordar lo vivido, de pensar, de perdonar y sobre todo de amar. 

No le intimida la tecnología. Tiene una tablet con WhatsApp y Facebook por donde se comunica, comparte sus escritos y reflexiones, manda audios y envía fotografías a sus familiares y amigos.

Arte y tertulia para el duelo 

Un día vio un anuncio en el Museo Arturo Michelena que la ayudó a transitar el duelo por la jubilación. Se trataba de una invitación a actividades culturales. Se anotó, participó e inició la época de su renacimiento artístico, cuando comenzó a expresar con creatividad y libertad el talento que la distingue desde pequeña. 

—Conocí personas increíbles, entre ellos a Pablo Reverón y a su esposa Dilcia, quienes inauguraron un taller en su casa llamado “Arte y tertulia” en el que veíamos clases de pintura. 

A Chepa los recuerdos le iluminan los ojos y le dibujan una sonrisa con ternura, mientras rememora esa época en la que se siente productiva y feliz. Pablo Reverón, pintor muy conocido y querido por los vecinos, la ayudó.

Las paredes de su casa exhiben lo aprendido en las clases de pintura. Para soltar la mano y activar su creatividad, comenzó pintando rostros y partes del cuerpo. Luego se enfocó en fachadas de casas y paisajes. Durante su proceso de formación pintó a Aquiles Nazoa y a un Jesús de Nazareth, distinto a la imagen tradicional.

—La cultura occidental pone a Jesús catire y ojos azules, pero él era árabe. Por eso, mi Jesús de Nazareth es diferente. 

Pastoreña de corazón

Josefina es la quinta hija de Carmen Alvarado Pereira, ama de casa, y Cruz María Domínguez Salas, abogado y amante de la poesía. Nació el 4 de enero de 1935 en la parroquia El Recreo. Su infancia, adolescencia y parte de su juventud transcurrieron entre Santa Rosa y Maripérez (hoy avenida Libertador), y Sarría.

Cuando les anunciaron que construirían la avenida Libertador, su papá alquiló una casa en Sarría y luego compró una en La Pastora. A sus 20 se enamoró y contrajo nupcias con Evelio Acosta en la iglesia de la Candelaria, con quien tiene a sus dos hijos: Carlos Evelio y Tisbeth Acosta Domínguez. Tiene siete nietos y cuatro bisnietos. 

La Pastora es una de las 22 parroquias del municipio Libertador en Caracas. Es una comunidad con historia, identidad colonial y tradición cultural. Su amor y sentido de pertenencia florecen a la par de la docencia en varios colegios de la zona. 

Por eso despedirse de la República de Bolivia, escuela inaugurada en 1944 durante el gobierno del general Isaías Medina Angarita -que en octubre celebrará su 80 aniversario-, no le resultó fácil. 

Antes de la pandemia la visitaba con frecuencia y, por la coyuntura, lo dejó de hacer. Este año, a finales de junio, volvió a recorrerla con su bastón -a paso lento, pero seguro- acompañada por su hijo y nuera. 

—Cuando me dio el COVID-19 yo creía que me iba. Estuve hospitalizada como 15 días. Yo me flagelaba mentalmente y me decía: de aquí a la cremación. Volver a mi escuela este año (2024) después de tener tanto tiempo sin visitarla, me hizo sentir plena y muy feliz. 

En su visita a la escuela pidió que la acompañaran al aula 21 donde dio clases por varios años. Con la ilusión de reencontrarse con un viejo amor, subió las escaleras con energía. Caminó por un pasillo largo e iluminado que la condujo hasta su salón. 

Una reja con  candado la separaba de su pasado, pero esto no le impidió embarcarse en un viaje lleno de recuerdos imborrables en el que resuenan los ecos de la nostalgia y la gratitud,  las travesuras, los secretos y los sueños de sus alumnos junto a la añoranza de una rutina escolar que ya no volverá. 

Después de reírse y echar cuentos caminó maravillada por el pasillo que aún conserva los mosaicos de la construcción. Agarrada de la baranda, bajó las escaleras con soltura para visitar la antigua cantina, conocer el nuevo espacio de la biblioteca y despedirse de los docentes que estaban reunidos.

Entonces Chepa entró al salón con la seguridad y la autoridad que le otorgan sus 23 años de servicio en esa escuela. Miró a los docentes, les sonrió y los aconsejó, mientras que -con la picardía de una niña traviesa- sacó un “cuadernito” que llevaba en su cartera en el que escribe poesía. 

—Aquí estoy a mis 89 años y les puedo decir que la felicidad no está en el dinero, sino en las tantas cosas que llenan el espíritu. A mí me gusta escribir poesía y, si me lo permiten, quiero compartirla con ustedes. La vida espiritual es lo más bello que puede haber, quien conserva su niño interior en su alma, mente y corazón alimenta su espiritualidad. Recuerden que el niño que tenga un buen ejemplo -en la casa y en la escuela- es un privilegiado. ¡Gracias por la perorata! (se ríe)

La despidieron con admiración, alegría y muchos aplausos. Acompañada por la profesora Gloria Centeno, directora y la profesora jubilada Milagros Mendoza se dirigió hacia la puerta en donde fue reconocida por una exalumna, Indira Mujica, que visiblemente emocionada -con los ojos llorosos y la voz entrecortada- corrió a saludarla y abrazarla.

—Yo te conozco. Tú me diste clase hace 39 años. Uno te veía y decía: “¡corre y escóndete!, porque allá viene Chepa”. (risas)

Chepa salió ese día de la escuela República de Bolivia con la promesa de regresar pronto. Conmovida y feliz volvió a su apartamento, llevando en su corazón las palabras de afecto, los aplausos y los abrazos recibidos durante su visita sorpresa, una experiencia de amor que ese último viernes de junio le encendió el alma.