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Hace 25 años, tras una vaguada que arrasó con más de 600 viviendas en la comunidad de Catuche, este barrio caraqueño enclavado en La Pastora encontró las formas de vivir en armonía con la quebrada que la rodea, en un ejemplo de resiliencia y organización social. 

Esta es una de nuestras #HistoriasConstructivas que contamos en alianza con Noticias Sin Filtro

Crónica Melianny Pérez / Fotografías Daniel Hernández

En la sala de uno de los centros sociales de Catuche, varios líderes comunitarios planean la tercera edición de Catuche en su cauce, un gran evento para dar a conocer su gastronomía, arte y tradiciones. Los niños entran y suben al segundo piso para recibir un taller de pintura. La gente entra y sale de la cocina. Todo este movimiento se replica casi a diario y responde a un ejercicio que tiene más de treinta años de organización y convivencia: verse a los ojos, reconocer al otro y entender que para que todo mejore, cada uno tiene una responsabilidad.

Así, en el corazón de la parroquia caraqueña de La Pastora se consolida una experiencia de articulación social que hoy sirve de modelo. 

Entrar a este Centro Comunitario Fe y Alegría del sector Portillo se siente como ver a una buena orquesta hacer música, cada quien entiende cómo integrar su talento a la función mayor: entenderse como parte de un todo, aportar a la comunidad. 

Fue justamente hace 25 años, después de una vaguada que devastó a los catuchenses, cuando Mercedes “Meche” Pérez de Oviedo comenzó a ser parte de este todo. Ella quería celebrar que a pesar de la llovizna, habían terminado el trabajo más importante antes de Nochebuena en la comunidad de Catuche: armar el nacimiento del barrio. 

En el centro comunitario de Portillo, Meche sirve un café y recuerda los detalles como si no hubiese pasado el tiempo desde aquella lluvia. Su relato se cuela vívido entre el olor del café y el azul de este diciembre, que parece distante de esa noche en que la quebrada se llevó todo. 

一La tarde de ese 15 de diciembre de 1999, habíamos decidido hacer el nacimiento en una piedra cerca de la quebrada. Lloviznaba y nosotros seguíamos trabajando, pero si veíamos que el agua de la quebrada corría como rara.

Había escuchado en las noticias sobre las lluvias incesantes en La Guaira, y en una breve conversación espiritual Meche le pidió a Dios que eso no pasara en Catuche. 

一Subí a mi apartamento con planes de visitar a mi cuñada María y a mí hermano que vivían en las riberas de la quebrada. Y luego comenzó a arreciar, escuché un ruido fuerte y después recibí una llamada de un vecino desde el bulevar. Me dijo: Mercedes, pendiente con la quebrada que viene muy fuerte. Estábamos organizados. 

Meche habla de la organización como si fuese un gesto natural. Pero no siempre fue así.

Confiesa entre risas que antes de ser promotora comunitaria, se dedicaba a su marido, a sus hijos y al juego. Muchas veces se escondía de los vecinos y técnicos que la invitaban a participar en las actividades de organización comunitaria.

Hasta que un día el padre Jose Virtuoso, “Joseíto”, la señaló y dijo: “hay que traernos a esa negrita”.

Desde entonces empezó a formarse en talleres apoyados por el Consorcio Social Catuche. Su carisma la empujó a ser lideresa, a hablar con jóvenes delincuentes del barrio y reconocer la vida en torno a la quebrada. Tras casi 30 años de trabajo, todo parece que pasa por sus manos, y es una comprometida con la causa. 

En diciembre de 1999, ya Meche sabía que hacer para resguardar la vida de su hermano y alertar a sus vecinos. Ese día corrió a avisarle a su cuñada y despertar a su hermano cuando vió la quebrada crecida. Tomó a su sobrina y se fue hasta su apartamento ubicado en Portillo. Horas después, la quebrada se llevó la casa de su hermano, destruyendo en pocos segundos su hogar.

Aún recuerda cómo la segunda ola desbordada se llevó la casa donde habían montado el nacimiento.

一Después de ese segundo impacto todos comenzamos a llorar. Algunos se ponían nerviosos porque seguía lloviznando. Pero nos reunimos aquí en esta misma sede del centro comunitario Fe y Alegría de Portillo y comenzamos a contarnos, para saber quién estaba y quién faltaba. Las personas que murieron, lamentablemente fueron aquellos que se negaron a salir de sus casas.

Antes de que cualquier cuerpo de resguardo o protección civil se acercara al centro de la tragedia, los vecinos habían logrado organizarse en medio del desastre, reportándose y distribuyéndose en refugios habilitados para quienes se habían quedado sin hogar.

Meche recuerda que la convivencia terminó uniéndolos tanto, que entre todos organizaron la preparación de las hallacas del 24 de diciembre, tan solo 9 días luego de la tragedia. Compartieron una cena  en el refugio donde se quedaban para celebrar Nochebuena. La navidad no dejó de celebrarse en Catuche, y frente a la pérdida, ese diciembre agradecieron que la vida continuara.

一Gracias a la organización comunitaria, nosotros estamos vivos. En todas esas reuniones y talleres, intercambiamos teléfonos y quedamos en contacto. La llamada que me alertó, la recibí de un vecino del sector del bulevar.

Meche se pierde en el recuerdo y vuelve a los lugares y las personas que estuvieron: Fe y Alegría y el padre José Virtuoso, quien no dudó en empaparse en las calles inundadas. 

一Joseíto fue el padre, el maestro y el amigo. Aparte de ser padre, nos enseñó a acercarnos a la gente, a saber que siempre se puede conseguir una solución. Fue también un amigo, porque se quedaba con nosotros en navidades y Semana Santa y compartía. No le importaba nada más. Nos hace mucha falta, todavía tengo una foto de él en la cartera.

Para entender las redes que entretejen Catuche, hay que hablar de dos cosas; el padre José Virtuoso y el Consorcio Social Catuche. Los tejidos que unen a su gente se fundamentan en el trabajo comunitario que impulsó el sacerdote Jesuita y el reconocimiento del valor de la comunidad que empezó con el trabajo en equipo de técnicos y especialistas.

Como la arquitecta Yuraima Martín, quien suma 34 años trabajando en Catuche. Recién graduada de la Universidad Central de Venezuela se incorporó al trabajo comunitario luego de asistir a su padre, Cesar Martín como dibujante en el filosofado Jesuíta. 

En esos años empezó a gestarse en el Consorcio Social Catuche, impulsado por el trabajo de los Jesuítas quienes a través de las conversaciones con la gente, entendieron que debían acompañar. En aquel momento, el barrio estaba completamente montado sobre la quebrada, con problemas de violencia y condiciones insalubres. 

Simultáneamente, investigadores y arquitectos de la UCV empezaron a entender que los barrios debían incorporarse a la ciudad, como centros de vida social y cultural, en una visión de integración y empoderamiento. 

一Somos parte de la ciudad 一afirma Yura, como la conocen todos allí一. Los barrios sí tienen problemas a sus soluciones, y la propia comunidad es la protagonista del cambio. Las visiones de clientelismo no funcionan para garantizar la organización comunitaria.

Para 1996, el trabajo conjunto entre los habitantes del barrio y el Consorcio Social Catuche venía consolidándose con varios hitos. Antes de la tragedia, se logró impulsar  un estudio técnico que permitió ejecutar acciones como el saneamiento del 80% de la quebrada, un  sistema de alarma temprana en caso de lluvias, la sustitución de viviendas para 32 familias, y la  construcción de dos centros comunitarios, ubicados en el sector Portillo y la Quinta, de la mano de Fe y Alegría.

Alrededor de dos mil personas pudieron salvar su vida en la vaguada de 1999 gracias a los cimientos de esa organización social y comunitaria. Se cuenta fácil, pero el proceso ha implicado años de trabajo sostenido en la conjunción de un equipo técnico, el empoderamiento de líderes y en la integración del saber propio del barrio. 

Nada se impone en Catuche, todo se conversa desde el entendimiento. 

La experiencia de transformación del barrio es un experimento de verdadera democracia. No importa cuánto tiempo tome negociar, las decisiones se toman en conjunto. A pesar de los retos en torno a la falta de apoyo institucional y las trabas impuestas por organismos del Estado, nada detiene a su gente.

En Catuche se demuestra que la voluntad de una sociedad apropiada de su destino tiene, incluso en contextos sumamente complejos, la capacidad de seguir adelante.

一La organización no se decreta se construye 一dice Yuraima Martín. 

Hoy, cada cierto tiempo, repasan nuevamente los hechos que llevaron a la tragedia y hablan sobre cómo disminuir los riesgos climatológicos, impulsando de la mano de la comunidad proyectos de formación y verdadero empoderamiento.

En Catuche, tras 25 años de la vaguada, hay dos pactos que no se rompen: cada uno es protagonista del cambio y hay que aprender a vivir con la quebrada.