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Desde hace cuatro años, una iniciativa para reducir la desnutrición infantil en Venezuela ha logrado un impacto que trasciende las cifras. A través de consultas multidisciplinarias y talleres de formación, el Centro de Protección Nutricional Ponte Poronte ha atendido a más de 2.700 niñas y niños con riesgo de desnutrición y asesorado en lactancia materna a más de 850 mujeres embarazadas o lactantes. 

Compartimos esta #HistoriaConstructiva sobre el amor a la familia y la perseverancia que contamos en alianza con Noticias Sin Filtro.

Crónica Martha Eloína Hernández / Fotografías Cortesía del Centro de Protección Nutricional Ponte Poronte, por Miguel Zambrano y Juan Pablo Orellana.

Victoria llegó al centro de protección nutricional envuelta como un tamalito en los brazos de Ana. Tenía 18 días de nacida y aunque su mamá le daba teta, estaba desnutrida. La doctora Luisa Álvarez, pediatra especialista en lactancia humana, neurodesarrollo y estimulación temprana, la recibió en el consultorio de lactancia materna en donde cuelgan fotografías de niñas y niños recuperados. Allí tienen una réplica de la Virgen de la Leche, una imagen con la advocación de María en su rol como madre dándole teta al Niño Jesús. 

—Me encontré a una bebé con desnutrición severa a la que solo le estaban dando teta, tal como Ana lo hizo con sus otros dos hijos, pero Victoria no estaba succionando correctamente. El reto era grande y el entorno adverso. Entonces le dije: si tú confías en mí vamos a salir adelante y a enseñarte a dar teta —recuerda la pediatra.

La consulta ocurrió en el Centro de Protección Nutricional Ponte Poronte, ubicado en San Bernardino, en Caracas. Además de ofrecer consejería en lactancia materna, en este lugar atienden a niñas y niños con riesgo de desnutrición -desde recién nacidos y hasta los 14 años- y ofrecen talleres gratuitos en salud y buenas prácticas alimenticias, para que las madres y las familias aprendan a optimizar los alimentos que tienen en casa.

Luego de la recomendación de la pediatra, Ana respondió sin titubear las preguntas para crear la historia médica de Victoria. Mientras tanto, escuchaba con atención la información científica y académica durante la evaluación física de la bebé. 

El control de su hija Victoria fue semanal. La especialista en lactancia materna le enseñó a Ana la técnica de dedo inyectadora para que la bebé aprendiera a succionar, porque no tenía la fuerza para hacerlo. También le explicó cómo masajear la mama para extraer la leche. 

En esa primera consulta, le extrajeron una onza de leche materna que sirvió para familiarizarlas con este método a fin de que la bebé ganara calorías, peso y tuviera fuerza para que, más adelante, tomara leche materna directamente de la teta.

A la semana siguiente, con el acompañamiento de la doctora, más el amor y la dedicación de Ana, comenzaron a verse algunos avances en el pequeño cuerpo de Victoria. 

Manteniendo la técnica del dedo inyectadora, al mes había ganado peso y comenzó progresivamente a tomar teta. 

Una vez que la bebé aprendió a succionar, se le fue retirando poco a poco el método dedo inyectadora. También empezaron a distanciarse los controles médicos, pasando de semanal a quincenal y luego a mensual. Cada consulta confirmaba que Ana estaba siguiendo las instrucciones y haciendo el tratamiento al pie de la letra. A los seis meses, la bebé inició la alimentación complementaria. 

—Todo el cambio en Victoria lo hizo Ana con el apoyo, enseñanzas, perseverancia y amor (de ella) y de todos aquí en Ponte Poronte —dice convencida la pediatra.

La lactancia materna es un derecho humano y universal que se tiene que disfrutar, no se puede obligar. Para la doctora Álvarez, como madre y médico, es un acto de amor, de felicidad y de conexión entre la madre y el niño. 

Por esa razón, en cada taller de formación y acompañamiento se les pide a las mamás que asistan no solo con las ganas de aprender, sino también acompañadas por sus parejas (si la tienen) o por sus familiares (con los que viven) porque durante este periodo necesitarán apoyo y contención. 

Ahora Victoria tiene casi dos años. Es una bebé normal que vive con sus padres y hermanos mayores en un refugio. Su recuperación es el resultado de un trabajo en conjunto entre su mamá, la doctora Álvarez y el equipo multidisciplinario que labora en Ponte Poronte, aunque también es considerado un milagro de fe. 

—Cuando yo vi a Victoria por primera vez le dije a Dios: estoy en tus manos, ilumíname para ser una herramienta tuya y poder sacar a esta bebé de ese estado y ayudar a la mamá. 

De una idea a un proyecto de vida

En enero de 2021, en plena pandemia del COVID-19, Ponte Poronte abrió sus puertas en Caracas como una iniciativa de la ONG Prepara Familia. Sus fundadores afirman que desde entonces ha atendido a más de 2.700 niñas y niños con riesgo de desnutrición y ha ofrecido consejería en lactancia materna a más de 850 mujeres embarazadas o lactantes. Susana Raffalli, profesional en nutrición pública, seguridad alimentaria y protección humanitaria, hizo el protocolo nutricional de atención que dura 14 semanas y que es totalmente gratuito.

Katherine Martínez, directora de Prepara Familia, abogada y defensora de derechos humanos recientemente reconocida por la BBC como una de las 100 mujeres que inspiran e influyen positivamente en el mundo, recordó cómo en entre 2016 y 2017 comenzaron a aumentar los casos de niñas y niños con desnutrición infantil en los hospitales en Caracas, donde no podían suministrarles los suplementos que requerían para su tratamiento. Ante esa realidad surgió la necesidad de ayudar a la población más vulnerable que estaba sufriendo las consecuencias de una emergencia humanitaria compleja. 

Vale mencionar que Prepara Familia nació en 2008 como un voluntariado en el Hospital de Niños J.M de los Ríos en la capital venezolana. En 2014 se registraron como asociación civil y, desde entonces, han trabajado en alianza con personas que, en estos 15 años, han respondido al llamado para construir soluciones dirigidas a las madres, niñas y niños con enfoque de derechos y respeto a su dignidad.

—Este enero de 2025 cumpliremos cuatro años con el proyecto del centro de protección nutricional. Estamos muy agradecidos, seguimos trabajando y ayudando porque todavía hay mucha necesidad y mucho por hacer —comenta Martínez.

Además de los obstáculos del entorno y del contexto venezolano, uno de los principales retos que enfrentan en Ponte Poronte es que las madres, las niñas y los niños puedan asistir regularmente a las consultas, recibir la formación y participar de los talleres porque muchas de las mujeres y sus familias no tienen dinero para costear el transporte, entre otros problemas más.

—Vivimos diseñando estrategias de motivación porque no queremos que pierdan la oportunidad de salir de la desnutrición y de aprovechar el apoyo de la consejería de lactancia materna —agrega la directora de Prepara Familia—. Esto es vital para que se puedan cumplir los derechos a la alimentación y a una vida digna de estas niñas, niños y madres.

Martínez también hace referencia a la unidad psicosocial que funcionó durante dos años y permitió brindar apoyo psicológico y legal a las mamás, niñas y niños. Esta unidad estuvo integrada por psicólogos, trabajadores sociales y abogados. En 2023, impulsaron un programa de Pediatría Social Comunitaria que benefició a las comunidades aledañas al centro de protección nutricional. En la actualidad, están consolidando grupos de apoyo y acompañamiento para cuidadoras y jóvenes orientados por expertos con talleres gratuitos y terapias grupales. 

—Ayudamos a muchas mamás con su salud mental. Varias hicieron terapia y eso les hizo bien. Lamentándolo mucho el proyecto se terminó y estamos deseosos de poder abrir nuevamente la unidad psicosocial porque la sanación no es nada más en lo físico, también es en lo mental, emocional y espiritual.

La desnutrición infantil es una crisis de carácter global que afecta a niñas, niños y adolescentes. Médicos Sin Fronteras, una organización internacional de acción médico-humanitaria, ha intervenido en numerosas crisis de desnutrición alrededor del mundo y entre sus desafíos está aumentar el acceso al tratamiento para las niñas y niños con desnutrición severa, especialmente en contextos de inestabilidad o conflicto. Para lograrlo, trabajan en la simplificación de los tratamientos, integrándolos con otras actividades curativas y preventivas, y descentralizando los servicios hacia zonas remotas. 

En Venezuela existen otras iniciativas similares, entre ellas están CANIA (Centro de Atención Nutricional Infantil Antímano), ubicado en la parroquia de Antímano en Caracas, donde brindan atención integral a niños y adolescentes menores de 18 años que presentan malnutrición calórica-proteica y a embarazadas para prevenir el bajo peso al nacer. De igual forma, promueven el fortalecimiento y desarrollo de habilidades y destrezas personales y sociales entre el niño, la madre y su familia con temas vinculados a la problemática nutricional. 

También está el Centro de Especialidades Nutricionales Hipólita Bolívar, una institución del Estado venezolano, en donde se ofrecen consultas gratis de nutrición, psicología, psicopedagogía, laboratorio, radiología y, además, tienen área de hospitalización. Este centro de especialidades está ubicado en la parroquia El Cementerio, en Caracas.

 

Resiliencia y solidaridad

Antes de entrar a los consultorios de Ponte Poronte hay un pasillo de espera con sillas plásticas que optimizan el espacio y ayudan a organizar la logística de atención por orden de llegada. No hay un día igual al otro, a veces hay mucho movimiento y otros no tanto, pero siempre hay pacientes en consulta médica o personas buscando información. 

—Hola Judith ¿Cómo estás?, hoy vine con mi mamá para traer a mi hermanita. Yo no tengo consulta. ¿Tú tienes hojas y creyones para hacerte un dibujo? —dice Raquel de forma clara y desenvuelta con sus cinco años.

Judith la mira, le sonríe y le responde con ternura. Le pide que se acerque para buscar en la gaveta del escritorio. Consiguen hojas y unos creyones de cera, Raquel se contenta y le dice: 

—A ti te gusta el morado y con ese color te haré el dibujo. 

—Sí, el morado es mi color favorito, qué linda que todavía te acuerdas—dice Judith.

Judith Bront fue madre cuidadora en el Hospital J.M de los Ríos. Su hijo Samuel Alejandro Becerra Bront tenía insuficiencia renal crónica y murió a los 12 años, en 2017, por un brote infeccioso que azotó a la unidad de diálisis del hospital. En la actualidad es la coordinadora logística de Ponte Poronte y todos los días recibe con calidez, empatía y disposición para orientar a las personas que acuden por ayuda o información.

—Ya tenemos casi cuatro años aquí y es muy gratificante sentir que uno pone un granito de arena para que una niña o niño se sane o se salve, para que las mujeres embarazadas o lactantes aprendan sobre la lactancia materna y para educar, sensibilizar y acompañar con los grupos de apoyo. 

El equipo está conformado por profesionales multidisciplinarios y de reconocida trayectoria. Hay médicos, pediatras-nutriólogos, nutricionistas y pediatras especialistas en consejería de lactancia materna. Las consultas son gratuitas y solo se reciben a niñas y niños con riesgo de desnutrición que no tengan una enfermedad de base.

En la primera consulta se hace la evaluación médica que incluye el tamizaje nutricional, se abre la historia y se realiza el diagnóstico del paciente para saber cómo se abordará el protocolo que dura 14 semanas. Además, se les piden exámenes de laboratorios e informes médicos para descartar cualquier patología y en caso de que haya alguna son remitidos al hospital. 

En cada cita control se entrega a las madres, padres o representantes la suplementación para las niñas o niños de acuerdo con el diagnóstico realizado. Esto incluye: RUTF amarillo o RUTF rojo (alimento terapéutico listo para usar, RUTF por sus siglas en inglés), ácido fólico, lactovisoy, hierro, desparasitante y vitaminas. A las mujeres embarazadas y lactantes también se les dan suplementos como ácido fólico, hierro y vitaminas. 

En 2022, Gabriel culminó con éxito el protocolo y se tomó la foto para el muro de polaroids que exhibe a las niñas y niños ya recuperados. Este año su mamá se percató de la disminución en el peso y pidió una nueva consulta para su evaluación. 

Gabriel tiene 12 años, luce con orgullo su camisa azul de bachillerato y volverá a realizar el protocolo por 14 semanas para recuperar su salud. A la salida del consultorio, después del examen médico, se para frente al muro e intenta ubicar su fotografía.

—Mamá te acuerdas que a mí me tomaron la foto, pero aquí no me veo y sigue buscando con insistencia. 

Judith interviene y le dice que aún hay fotografías que faltan por exhibirse porque la pared se llenó. Están buscando otro espacio para ponerlas y también esperan la reparación de la cámara que se dañó.

—Gabriel, seguro te vamos a tomar otra fotografía y esa la pondremos en el nuevo muro —dice Judith mientras le entrega los suplementos a la mamá y apunta la cita control para el mes siguiente.