El oficio de barbero es un arte que domina con destreza este ítalo-venezolano, fiel a la técnica clásica del corte de cabello con tijera y el afeitado de barba con navaja en su local, la barbería más antigua de La Candelaria. Este siciliano muy apreciado en la parroquia es también un músico de profesión que fundó dos bandas de las que fue su baterista y un hombre cuya historia es una mezcla de culturas, dedicación al trabajo y arraigo
Crónica Natasha Benavides/ Fotografías Ana Cristina Febres Cordero
Suena el teléfono, y lo atiende él mismo:
—¡Aló, aló, Esteban! ¿Cómo estás? Sí, vente, aquí te espero —responde Sebastián.
En ese momento entra otro cliente quien le pide un corte de pelo. Sebastián lo invita con amabilidad a pasar a la silla de pedestal cromado y asiento de cuero negro, y antes de comenzar, con una voz pausada y cálida que revela su acento italiano, pregunta:
—¿Quieres rebajar bastante a los lados? ¿Puedo pasar la navaja y rematar con tijera?
Así comienza cada jornada de Sebastián Cavallieri, barbero de oficio, quien desde 1973 atiende de lunes a sábado, desde las 8:00 de la mañana en su local en el Edificio Candoral, en la parroquia La Candelaria de Caracas. Ataviado con su impecable uniforme —una barber jacket negra con el nombre de la barbería: Cavalier’s Barber Shop—, recibe personalmente a sus clientes.
“¡Dejen paso al factótum (hacedor de todo, un hombre orquesta) de la ciudad, dejen paso! Navajas y peines, bisturíes y tijeras a mis órdenes todos están”, relata Gioachino Rossini en su ópera El barbero de Sevilla, que en italiano reza:
“Largo al factotum della città, largo! Rasori e pettini, lancette e forbici, al mio comando tutto qui sta”. Esta escena de su ópera predilecta describe el día a día de Sebastián.

A sus 84 años, con un pulso intacto y una destreza admirable para cortar el cabello, deja al cliente listo en apenas 15 minutos. “¡Rápido, rapidísimo, soy el factótum de la ciudad!”. “Pronto, prontissimo, sono il factotum della città”.
Sebastián Cavallieri nació el 26 de abril de 1941 en Canicattini Bagni, un pueblo escondido entre las colinas de Siracusa, en el corazón de Sicilia.
Su padre era zapatero, pero desde temprana edad tanto él como su hermano mayor, Paolo, decidieron aprender el oficio de barbero en su Italia natal. También integraban la banda musical del pueblo: Sebastián tocaba el corno y Paolo la guitarra. La música y la barbería han sido los dos pilares de su vida.
Tras la muerte de su padre, con apenas 17 años, Sebastián emigró a Venezuela junto con su madre y cuatro hermanos para reunirse con Paolo, el mayor, quien ya había llegado a Caracas en 1953. Zarparon del puerto de Nápoles a bordo del buque Sorrento, y llegaron a La Guaira el 19 de abril de 1959.
Paolo ya había fundado su barbería en el Edificio París diseñado por el arquitecto Luis Malaussena, muy cerca del hogar familiar ubicado en la esquina de Ferrenquín, en La Candelaria, en una Caracas próspera y moderna que recibía a migrantes europeos.
Allí se unió Sebastián al negocio familiar, con su hermano comenzó a forjar una clientela fiel y entrañable. Al fallecer Paolo en 1973, decidió entregar el local original que era alquilado y abrir una nueva barbería en un espacio que antes ocupaba la Perfumería Cavalier —que regentaba su madre— en el Edificio Candoral ubicado a un costado de la avenida Urdaneta. Fue una oportunidad que les ofreció Salomón Cohen, constructor de los edificios modernos del sector, con condiciones de pago excepcionales.
Ese mismo año, Sebastián se casó con María Xavier, nacida en Lisboa y también vecina de la parroquia. Juntos formaron una familia con tres hijos venezolanos: Enzo (58) y Alejandra (51), que viven actualmente en los Estados Unidos, y Claudia (56), quien reside en Caracas con su familia. El nieto de Sebastián, Flavio, de 25 años, es ingeniero de sonido y músico. Es cantante de una banda de rock llamada Scape. El talento artístico le viene a Flavio como una herencia de su abuelo.

De los años en el Edificio París nacieron buenas amistades, como la de José «Pepe» Martínez, español de nacimiento.
—Soy su vecino, amigo y cliente desde la barbería París. Vivíamos cerca, él en Ferrenquín, yo en el callejón Campo Elías. Prácticamente, lo conocí al llegar a Venezuela. Sebastián y su familia fueron de los pocos italianos que vivían en La Candelaria —recuerda Pepe, porque aunque a la parroquia llegaron migrantes de toda Europa, entre ellos portugueses e italianos, la comunidad dominante es la española, y en la que destacan los canarios y gallegos, también los asturianos y vascos.
Otro gran amigo y vecino de Sebastián, el barbero siciliano, es Higinio Alonso, dueño del restaurante-bar La Cita, también en La Candelaria, y lugar de encuentro habitual de los Cavallieri, casi todos los viernes:
—Somos amigos de toda la vida. Compartimos desde su primer trabajo en la barbería París hasta los ensayos de su grupo musical Canaima. Sebastián es tan buen barbero como músico —afirma Higinio.
—Como dijo mi amigo Pepe, los italianos éramos pocos aquí en La Candelaria. Yo prácticamente me españolicé. Ya no queda ningún restaurante italiano desde que cerró el único, en el edificio La Casa de Italia —dice Sebastián con resignación, pero siempre con alegría.

Ritual de barba, corte y conversación
A la hora pautada, llega a Cavalier’s Barber Shop Esteban Goñi, de 67 años, oriundo —como su familia— del País Vasco y también vecino de toda la vida del callejón Campo Elías. Tanto él como su padre fueron clientes desde los tiempos de la barbería París. Esteban mantiene su consultorio odontológico desde hace 40 años en el Edificio Urapal, a pocos metros del local.
Se sienta en la silla sin pedir turno frente a un televisor donde trasmiten un partido de fútbol de la liga italiana. La conversación arranca de inmediato:
—A ver, no te muevas. ¿Cómo lo quieres, cuadrado? —pregunta Sebastián.
—Sí, como siempre. Y por favor, arréglame un poquito las cejas —responde Esteban.
Mientras pule el corte con navaja, técnica para eliminar bordes de cabello y dar un aspecto impecable y más natural al peinado, Sebastián comenta los resultados del último torneo de tenis, otra de sus grandes pasiones.
En Italia el arte de la barbería es una tradición y Sebastián sigue al pie de la letra el ritual de afeitado para lograr el cuidado y arreglo preciso de la barba y la perfección del corte de sus clientes.
“Ah, che bel vivere, ¡che bel piacere per un barbiere di qualità!”
“¡Ah, qué vida hermosa, qué gran placer para un barbero de calidad!”
Ir a la barbería en otros tiempos era todo un ritual. Sebastián lo recuerda con cariño y detalle, como una receta que debe respetarse:
Al llegar el cliente, se le pone la capa y el collar. Se comienza por la barba: se reclina la silla y se cubre el rostro con una toalla caliente al vapor para ablandar la barba (abre los poros) y preparar la piel.
Luego, se aplica abundante espuma de jabón con una brocha de cerdas naturales y se afeita cuidadosamente con navaja en ángulo inclinado buscando un acabo impecable. Se finaliza con loción after shave —Tricófero de Barry, 4711 o Old Spice— aplicada con un aparato masajeador y vibrador.
Después, el corte de pelo: sin máquinas, solo navaja y tijera, se rebaja y corta con destreza porque en esta barbería la técnica clásica aún se mantiene. Al terminar, se limpia el cuello con brocha o cepillo impregnado en talco.
Ritual por el que la fama de Sebastián trasciende más allá de la parroquia, clientes de toda la ciudad son habituales en su local, entre ellos los representantes del Vaticano en Caracas. Los últimos cinco Nuncios Apostólicos —diplomáticos de la Santa Sede en Venezuela— han sido sus clientes, uno de ellos Monseñor Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano.
Sebastián: barbero y farandulero
—Sebastián, ¿te sientes como Fígaro, el personaje principal de El barbero de Sevilla?
—¡Pero claro! Yo soy el factótum. Atiendo el teléfono, corto el pelo, llevo las cuentas ¡y además fui músico!
Este barbero fue fundador y baterista de la Orquesta Canaima, que luego —junto a su amigo Ginés García— se convirtió en el popular Grupo Klasse. Formó la agrupación Canaima en 1965 con músicos de distintos sectores de Caracas. Tocaban en bodas, bautizos y fiestas de las comunidades hebrea, portuguesa, española e italiana.
En esos años compartían sede de ensayo en el Edificio Albión con un joven vecino, otro italiano de La Candelaria: Franco De Vita.

—Nosotros ensayábamos en un semi sótano, y en el otro ensayaba un muchacho con su banda. Era Franco. Para ese momento nosotros le llevábamos una morena en eso del show business, ellos eran mucho más jóvenes que nosotros —cuenta Sebastián.
Gracias a sus contactos, Sebastián recomendó a Franco para tocar en una fiesta en la Casa de Italia de Maracay. El resto, como se dice, es historia.
Canaima y luego Klasse se mantuvieron en la escena por casi cuatro décadas, con vocalistas como Elio Méndez (Eli), quien luego integró la Billo’s Caracas Boys con quienes compartieron escenarios memorables: durante 20 años animaron juntos las fiestas de Año Nuevo en el Hotel Caracas Hilton, estuvieron en las presentaciones de Tom Jones en 1973 en el mismo hotel, y en fiestas en la época de oro del Club Táchira, la Hermandad Gallega, entre muchos otros clubes de la ciudad.
Pero lo mejor aún estaba por venir, en 1983, en pleno apogeo de la industria publicitaria venezolana, Ford Motors de Venezuela organizó una gran fiesta para despedir su modelo estrella, el Ford Mustang, y dar la bienvenida al nuevo Ford Fiesta. Por petición expresa de Gilberto Correa, anfitrión del evento, fue contratado el grupo Klasse para acompañar musicalmente con 19 canciones los 20 años de historia de la empresa Ford en Venezuela.
La historia no termina allí, el grupo fue contactado por “El Gordo” Peña, productor de espectáculos del canal Venevisión, donde participaron durante un año en varios programas de variedades y musicales, entre ellos en el histórico Sábado Sensacional.
Incluso les editaron discos y grabaron videoclips.
Aunque durante años, los conciertos y las fiestas privadas mantuvieron llena su agenda artística, Sebastián continuó su labor en la barbería con el mismo entusiasmo, responsabilidad y pasión.
En tiempos en los que las clásicas barberías de barrios y urbanizaciones desaparecen y los locales de siempre bajan sus santamaría para dar paso a nuevos locales de moda, Cavalier’s Barber Shop sigue siendo un refugio de oficio, historia y conversación, un lugar de encuentro transfigurado en un club de caballeros en La Candelaria.
Sebastián Cavallieri, con navaja en mano, alma de músico y sonrisa franca, este italo venezolano es más que el barbero de La Candelaria. Es su memoria viva. Es, sin duda, su factótum.
“Largo al factótum della città!”, abran paso al hombre orquesta de La Candelaria.
Y que no se diga lo contrario.

Esta crónica forma parte de la serie #RostrosDeLaCandelaria , una coproducción entre Historias que laten y CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe- en alianza con la Iglesia Nuestra Señora de La Candelaria, Guetto Photo, Los Templos Paganos y Fundapatrimonio.