Esta crónica es un recorrido por la memoria y el sentido de pertenencia de una de las parroquias más queridas y transitadas de Caracas. LuisRa Bergolla nos invita a descubrir junto al cronista local Jimi Morales y el fotógrafo documentalista Daniel Hernández por qué estas calles, esquinas, iglesias, plazas y paseos exaltan el sentir caraqueño. Por qué ese mestizaje de culturas, sabores y religiosidad distinguen tanto a La Candelaria y la convierte en ese lugar especial donde también se venera al santo de los venezolanos, José Gregorio Hernández
Crónica LuisRa Bergolla/ Fotografías Daniel Hernández
Mejor conocida como la parroquia que custodia las reliquias magnas de nuestro primer santo venezolano, La Candelaria ha sabido atesorar otros atractivos que la posicionan como destino turístico dentro de Caracas. Bien sea por sus tradicionales tascas, pastelerías y nuevos puntos gastronómicos, por la belleza de su edilicia y estatuaria patrimonial o por sus manifestaciones religiosas y culturales, esta parroquia —dedicada a la Santa Cruz y la luz que guía hacia el buen camino— sabe bien cómo encantar a sus visitantes.

Esa plaza frente a la iglesia, con su virgen negra y su santo médico, con su estatua de un valiente, con sus muros que palpitan, con sus niños que juegan, con sus ancianos que conversan, con su predicador hablándole a la gente, demuestra día a día e igual que siempre su particular convivencia ciudadana.

Al ser la tercera organización territorial más antigua de la capital venezolana (desde 1750), La Candelaria representó una significativa expansión de la ciudad hacia el camino del Este, otrora vía real que conducía hacia el pueblo de doctrina de Petare. Los vientos alisios trajeron a sus primeros pobladores desde el archipiélago canario: esos llamados isleños o “blancos de orilla” que labraron esta tierra de gracia desde la colonia. Y desde entonces no han dejado de mezclarse y echar raíces entre nosotros.
Pero no solo fueron canarios.
Al igual que Franco de Vita en su canción Plaza del Centro (1988), uno se pregunta “¿Cuántos idiomas —y dialectos— habrán oído los árboles y las flores” de la plaza La Candelaria?
Pues fueron muchos los emigrantes que encontraron asilo y rehicieron su vida dentro de este conjunto de 52 esquinas: de Galicia, País Vasco y Asturias; de Campania, Sicilia y Abruzzo; pero también de la Isla de Madeira, Oporto, Lisboa y de otras regiones continentales.
La plaza, llamada por unos como Rafael Urdaneta y por otros como de La Candelaria, continúa “escuchándose” igual a esa banda sonora de los ochenta.

Para calzar muchos puntos sobre la historia y el devenir de esta comunidad, quedé en encontrarme con Jimi Morales, vecino, cronista parroquial y miembro del gabinete cultural del Ministerio para la Cultura. A la manera socrática, fuimos como peripatéticos recorriendo sus calles, plazas y esquinas más emblemáticas.

El día elegido no fue cualquiera: 29 de junio y este año cayó domingo. Por ello estuvimos siempre rodeados de fieles devotos quienes conmemoraban otro aniversario de quien muriera con olor de santidad: el doctor José Gregorio Hernández:
—Yo soy devoto de Goyito —son las primeras palabras que pronuncia Jimi al verme llegar a la plaza cerca de los “veleros del santo”—. Me encontraste escribiendo una crónica sobre su trágico accidente en la esquina de Amadores. ¿Tú sabías que él murió exactamente a las 2:15 de la tarde?
Le respondí que sí y que me gustaría escuchar más.
—Esto lo sé muy bien porque estuve como coordinador cultural de Fundarte en La Pastora. Mandé a elaborar el primer mural que se le hizo en la esquina Amadores. Su autor fue un muralista italiano llamado Antonio Di Marco, por allá en los años noventa, justo donde ahora se encuentra el mural de Mervin Mármol. A partir de ese momento, la gente que antes echaba basura en esa esquina empezó a persignarse y hasta arrodillarse. Ahora mi parroquia es La Candelaria desde que me mudé para acá en 1996 y empecé a vivir y trabajar desde la esquina San Felipe.
Su labor se ha orientado a propiciar el sentido de pertenencia entre los parroquianos. Confiesa que no ha sido fácil. Investigando y documentando, escribiendo crónicas, organizando encuentros y conversatorios.
Un esfuerzo continuo hurgando entre archivos para preservar la memoria local. Dando a conocer su historia, su patrimonio y también enalteciendo las manifestaciones que se desarrollan en esta parroquia, la cual asume como primordialmente religiosa.

—Del calendario de manifestaciones, la celebración de la Virgen de la Candelaria es la más importante y se realiza todos los dos de febrero. A esta fiesta se suman la Paradura del Niño y los vasallos de la parroquia con sus danzas. Es la fecha más esperada por todos los candelarienses… hasta el próximo 19 de octubre— precisa con miramiento el cronista desde el altozano de la iglesia, donde se contempla la nueva estatua monumental del médico de los pobres.
Para Jimi Morales, la canonización de José Gregorio —junto con sus reliquias entronizadas en la iglesia parroquial— podría opacar el privilegio de la Virgen de La Candelaria, honrada desde 1708, pues la balanza del fervor se inclina hacia el recién llegado a los altares católicos.
Esto me hace recordar a la iglesia de San Sebastián: mucho antes de convertirse en la Santa Capilla de hoy, dio refugio a un destechado San Mauricio. En el curso del tiempo fue perdiendo su jerarquía y veneración, hasta que la iglesia y su esquina fueron rebautizadas bajo el nombre del patrono de soldados, sastres y tintoreros. La advertencia de Jimi tiene validez, pues a la iglesia de La Candelaria ahora debe anteponerse “Santuario Diocesano”. ¿Acaso nuestro santo laico necesita casa propia?

Está claro que la santificación de José Gregorio potenciará a esta caraqueñísima comunidad como destino turístico-religioso, si no lo es ya. Por eso Jimi viene promoviendo con antelación algunos proyectos comunitarios: el diseño de una ruta turística, señaléticas que relatan la historia de cada esquina, así como la puesta en marcha de una radio comunitaria, entre otras iniciativas.
Al preguntarle qué debería mejorarse en La Candelaria no duda en mencionar una obra trascendente para esta y otras jurisdicciones vecinas: el Paseo Anauco.
—Desde que vivo aquí trabajamos por su recuperación para que realmente sea un espacio para la cultura, el deporte y la gastronomía. Yo participé en el proyecto de Revalorización urbana del Paseo Anauco, diseñado en 2008 por el equipo de la alcaldía metropolitana de entonces. Uno de los trabajos de mayor envergadura e importancia. La idea ahora es retomarlo con la participación de la empresa privada y la comunidad. Siempre lo he visualizado como un paseo temático para la memoria local, para esa Caracas antañona. Algo similar a la Venezuela de Antier en Mérida.
El embaulamiento de la quebrada Anauco, obra ejecutada por el Centro Simón Bolívar en 1983, generó una vía peatonal que se extiende por diez cuadras (equivalente a un kilómetro) vinculando así las parroquias de San José, San Bernardino y La Candelaria. Este bulevar se recorre bajo los puentes Estrella, San Felipe, Urdaneta, República y Anauco. Este último es la segunda estructura en su tipo más antigua de Caracas (1790) y permitió el paso de mercancías y visitantes que ingresaban a la ciudad desde Chacao y Petare, poblados al Este del valle.
El acceso al paseo por Puente Anauco, lamentablemente, fue clausurado este año, luego que los dueños del Hotel Waldorf y su casino adquirieron el estacionamiento adyacente a este acceso. Se dejó así por fuera a los vecinos de su histórico puente, incluyendo a su popular fantasma. Aun así, muchos especialistas siguen considerando a este bulevar como una solución para el esparcimiento ciudadano, capaz de expandirse e interconectar -a pie y en bici- dos sendos parques de la ciudad: el Ávila y Los Caobos.

Para conocer la importancia de este paseo me reuní con Gilberto Rodríguez, arquitecto que propuso la revalorización urbana del Paseo Anauco:
—Una de las cosas que más necesita la ciudad es la consolidación de grandes espacios públicos donde la gente pueda caminar, socializar, apreciar y disfrutar de grandes plazas y paseos. Es esta una necesidad básica del ser humano y la ciudad está obligada a brindar tales espacios. Desde 2008 hasta ahora han sido muchos los espacios recuperados y han dado sus resultados. Sin embargo, el Paseo Anauco sigue haciendo falta desde una visión integral que conecte el Ávila con Los Caobos.
Ahora que existe la plaza de la Juventud —proyecto también diseñado por Rodríguez — este bulevar puede desembocar en 24.300 metros cuadrados de espacio público, acompañado por la Galería de Arte Nacional y futuros espacios culturales a nivel de subsuelo. Lo que falta ahora es voluntad política y participación comunitaria para conquistar el extremo norte del paseo. Un sueño largamente por los vecinos esperado que haría también visible a La Candelaria como la parroquia de la cultura.

Mi caminata con Jimi se va llenando de historias y sabores. Desde la esquina La Cruz me promete probar la mejor chicha de la zona mientras me relata los hechos que hacen que sea esta y no otra su esquina favorita:
—Desde la época de la colonia era costumbre demarcar los términos de la ciudad colocando una cruz a la orilla de sus caminos reales. La Candelaria tuvo y sigue teniendo la suya aquí. Cuando se conseguían con esta cruz solían santiguarse y hasta arrodillarse delante de ella pidiendo su amparo en la aventura fuera de la ciudad. O agradecerle haber llegado a buen destino —dice con entusiasmo el cronista.
Un rito de protección que todavía se mantiene vivo, sobre todo en el mes de mayo, gracias al empeño de Jimi por celebrar en este recodo el tradicional Velorio de la Cruz. Lo que antes marcaba el inicio de la cosecha y el anuncio de la temporada de lluvias, se ha convertido, en lo que respecta a La Candelaria, en un encuentro importante donde convergen cultores, cantantes y rezanderos de distintas parroquias vecinas.

Es la única esquina de Caracas que cuenta con una cruz enquistada en el propio muro, el muro fucsia y beige del Quijote de La Candelaria. De allí que el dueño portugués de esta típica tasca española ofrece su protección y cuidado. Sin importar la escasez de acera, en La Cruz hay espacio suficiente para rezarle, cantarle, tocarle tambores y hasta rememorar su pasado los terceros viernes de mayo. Así lo ha venido organizado Jimy, principal cultor de esta manifestación religiosa y cultural, los últimos veinte años con el apoyo de otros residentes y comerciantes del barrio.
A la sombra del Quijote hay lugar además para saborear la chicha, la favorita del rey, en sus versiones tradicional, andina y de ajonjolí.
El uniforme de Alfredo, el “rey” y dueño de este puesto ambulante, tiene estampadas imágenes de José Gregorio Hernández que hacen pensar que nuestro santo médico era fiel degustador de esta bebida criolla. Jimi lo aclara mejor:
—La bebida favorita de José Gregorio era el carato de guanábana. Eso me hace pensar que deberíamos tener más locales donde se aprecie la gastronomía criolla y la historia local para fortalecer la identidad candelariense.

No hemos terminado nuestras respectivas chichas tradicionales, cuando a pocos pasos, entre La Cruz y Miguelacho, aparece un establecimiento decorado a la francesa con mesas y bancos de madera. Sobre sus muros cuelgan fotografías parisinas, incluyendo la Torre Eiffel. Jimi y yo nos quedamos viéndonos las caras impresionados de la contradicción a lo que venimos discutiendo. Le damos la oportunidad a su dueño que sale para recibirnos y esperamos nos dé sus razones:
—Somos una creperie y ya tenemos nueve meses de haber inaugurado. Nos tomó como quince años tratando de conseguir un local en esta misma cuadra, pues siempre hemos sabido que es un buen punto, comercialmente hablando. Creemos que la canonización de José Gregorio impulsará tanto el turismo como el comercio en la zona —aclara Luis Mariño no sin anunciar que ofrecerá también churros y desayunos criollos.
Considera Jimi que si bien este local alimenta la “calle del hambre” en su diversidad, pudo haber sido una oportunidad para exaltar el particular orgullo de esta comunidad. De allí la pertinencia de continuar el trabajo colectivo que junto a él otros cronistas comunitarios vienen realizando en el Consejo de historiadores locales del municipio Libertador.
Desde exposiciones hasta conversatorios buscan fomentar el “intercambio de saberes” entre las 22 parroquias ubicadas en el oeste y centro de la ciudad. Narrativas que van más allá de las historias oficiales.
Al igual que en La Pastora, los muros de La Candelaria se han venido llenando de colores con la silueta de José Gregorio como su punto focal. Pero solo aquí es posible guiarse por sus calles siguiendo los rieles de antiguos tranvías.
Viajar por España y el mediterráneo se hace fácil sin salir de sus manzanas fundacionales a través de los menús de La Cita, Novo Akelarre o Achuri, algunas de tus tascas más típicas.
Las terrazas de sus hoteles boutique, Alex y Sebas 202, nos permite apreciar su quinta fachada, mientras las rumbas como Vacila y Casino Caracas nos incitan a reocupar su nocturnidad.
La Candelaria nos exalta esa fe por la caraqueñidad.

Esta crónica forma parte de la serie #RostrosDeLaCandelaria , una coproducción entre Historias que laten y CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe- en alianza con la Iglesia Nuestra Señora de La Candelaria, Guetto Photo, Los Templos Paganos y Fundapatrimonio.
Excelente crónica de amena lectura y de gran interés nos lleva a recorrer La Candelaria, su historia, anécdotas y nos invita a reflexionar sobre lo que falta por hacer porque es bien sabido que está parroquia es muy visitada por locales y turistas poseedora de una rica y variada gastronomía. Gracias LuisRa 🫂💙
Muy buena crónica. Sin embargo, y con todo respeto, me permito hacer una sugerencia, puesto que como lectora considero importante colocar una leyenda debajo de cada fotografía, de manera que podamos identificar correctamente la imagen que estamos viendo.
En otro sentido, el término «sendos» indica «dos», por lo cual en la expresión «sendos dos» este último está demás.
Excelente, felicitaciones y espero se de la restauración del Paseo Anauco en su totalidad.
Extraordinario reportaje o crónica, mis saludos Luis Bergolla.
Iré a CCS nuevamente hacer esta maravilloso ruta turística tiene su melancolía, gastronomía , religiosidad, arquitectura en fin es un lujo
Considero que sería muy bueno, limpiar la candelaria de esa cantidad dé buhoneros párs hacer una zona mas placentera. Hay bastante comercios q sustituyen ese laberinto.
Muy buena crónica, sería buenísimo que está parroquia se turística ya que se tiene el potencia, Ojalá algún día podamos ver las calles y plazas limpias sin los emprendedores informales que los que hacen es ensuciar y hacer caos más de que ya hay . Sería bello ver este lugar como alguna de las de España, Italia y Portugal ojalá algún político le duela este lugar y meta ganas en recuperarlo.
Excelente crónica mi apreciado LuisRa toda iniciativa que sirva para sumar para mostrar, para ilustrar, o para enseñar por supuesto es bienvenida solo un pequeño detalle aún cuando estabas con unos cuarto bates crónicas, dices «que la plaza Candelaria es conocida como urdaneta y Candelaria» pues no, allí realmente se encuentran dos plazas la plaza urdaneta que es la que está frente a la prefectura y la plaza Candelaria la que está frente a la iglesia, cuando se van a restaurar o modificar dichas plazas se deben hacer dos presupuestos diferentes, individuales, uno para la plaza urdaneta y otro para la plaza Candelaria por lo demás muchísimas gracias por tan preciada información