El párroco de la Iglesia de Nuestra Señora de La Candelaria, padre Gerardino Barracchini, fue uno de los que impulsó con éxito ante la Santa Sede la Causa de Canonización del primer santo venezolano, el doctor José Gregorio Hernández. Este caraqueño de ancestros italianos regenta el templo construido en el siglo XVIII donde es testigo de la devoción tan profunda de los venezolanos por el también llamado “médico de los pobres”
Crónica Fabiana Ortega / Fotografías Miguel Hurtado
Corría el año 2020 en plena pandemia del coronavirus. La iglesia de La Candelaria de Caracas, por primera vez en la historia reciente, permaneció cerrada durante meses por las restricciones de salud pública fijadas para evitar la propagación del entonces virus letal. Los residentes del centro de la ciudad, como en el resto del país, se encontraban confinados.
En el templo solo cuatro personas estaban reunidas en medio de decenas de bancas vacías y en la intimidad de la oración. Eran el párroco de la iglesia, el padre Gerardino Barracchini, junto a su madre, uno de sus dos hermanos y su sobrina.
La familia del padre Gerardino ubicada frente al sepulcro del doctor José Gregorio Hernández clamaba su intercesión a Dios para lograr la sanación de un ser querido. Nunca antes le habían orado al santo popular.
En sus rezos, desde Venezuela, pedían por la cuñada del párroco que se encontraba en México en un delicado estado de salud a consecuencia del Covid-19. Su pronóstico era reservado.
Tras confirmarse su gravedad por un cuadro respiratorio crónico y un notorio deterioro físico, el padre Gerardino tuvo el impulso de reunirlos en la iglesia para pedir al doctor José Gregorio Hernández por la vida de su familiar. La petición de su sanación la hizo en un tono imperativo hacia el beato por años llamado siervo de Dios.
Meses atrás, en junio de 2020, el Vaticano había comprobado oficialmente un milagro de José Gregorio Hernández. Por su poder intercesor ante Dios le había declarado beato, el penúltimo paso para que pudiese alcanzar la santidad.
El padre Gerardino imploró la gracia frente al altar donde reposaban los restos mortales del médico venerable, para ese entonces ubicados muy próximo a las puertas del templo.
—Yo le oré al beato. Pero le hablé un poquito fuerte a José Gregorio. Le dije: “¡Yo fui quien te ayudó a llevar a los altares. Ahora, devuélveme el favor!”. Y así lo hizo —relata el sacerdote.
Con esta historia personal, el párroco da fe del poder de José Gregorio Hernández. Su propio testimonio le permite evidenciar las gracias que Dios concede a través de la intercesión divina del médico, declarado santo por la Iglesia Católica.
Se trata del primer santo de Venezuela.

Entre los fieles que acuden a esta iglesia todos los días, el padre Gerardino siempre conoce al menos una gracia, lo que no deja de impresionar a un religioso que no era devoto del beato. Pero su experiencia pastoral como vicario en La Candelaria, entre 2007 y 2013, le acercó a esta devoción de tanta tradición y arraigo entre los venezolanos.
Caraqueño con raíces italianas, el padre Gerardino explica que a pesar de ser católico no le fue inculcado ni creció con la devoción a este ícono de la religiosidad popular.
—Para mí José Gregorio Hernández representó una sorpresa. A medida que iba observando lo que Dios hacía a través de él, entendía que era una figura religiosa que iba mucho más allá de lo folclórico o de un fenómeno sociológico. Era, realmente, un hecho de fe muy profunda que en el transcurso de más de 100 años se ha mantenido en el pueblo venezolano. Y sobre todo es la fe de un pueblo sencillo. Me atraía cómo él podía ejercer una influencia tan grande en la fe de un pueblo y cómo esa fe se transformó en la identidad espiritual del venezolano —comenta.

Al igual que el padre Gerardino, son muchos los testimonios de católicos o no, sean de Caracas, del resto de Venezuela o de otras partes del mundo, quienes durante décadas y más de un siglo aseguran haber sido bendecidos por el santo. Estos son testimonios que refieren a curaciones de todo tipo concedidas por Dios bajo la intercesión del doctor José Gregorio Hernández.
Desde al menos el año 1952, y hasta la actualidad, se registran miles de favores recibidos. Al menos de aquellos que se han acercado a la Iglesia de La Candelaria y han dado su testimonio por escrito.
Dichos testimonios están organizados como registros oficiales en carpetas y embalados en cajas. Se clasifican entre gracias y posibles milagros, según el criterio y filtro que establece el Vaticano. Son cientos de miles los testimonios de sanación.
En los expedientes se leen cartas de gratitud enviadas desde distintas partes del mundo como Francia, España, Italia, Estados Unidos, Colombia, República Dominicana, Perú y Ecuador, por solo nombrar algunos.
A lo largo de los 76 años que tiene la Causa de José Gregorio Hernández, cuatro presuntos milagros fueron presentados en el Vaticano para su estudio, atendiendo a las consideraciones que establece la Santa Sede. Los expedientes de los tres primeros no avanzaron con éxito. El último fue verificado con mucho rigor y cristalizó su beatificación, en 2021, y lo llevó a los altares en el país.
Pero es en 2025 cuando llega a los altares del mundo, no por la vía de un segundo milagro, sino por un proceso poco usado en la Iglesia Católica, que el padre Gerardino, en calidad de vicepostulador, propuso intentar.
Se trata de un instituto jurídico de la Santa Sede que, con rigurosidad, reconoce la santidad de una persona, basándose en un culto antiguo y continuo por parte de los fieles, quienes han venerado a esa persona durante más de un siglo.
Una espera de siete décadas
Fue en 1949 cuando monseñor Lucas Guillermo Castillo, como arzobispo de Caracas, inició el proceso para la canonización de José Gregorio Hernández. Ahora, es a su sobrino nieto, monseñor Raúl Biord Castillo, como actual arzobispo de Caracas a quien le corresponde culminar el proceso el 19 de octubre de 2025 cuando se celebre la ceremonia de canonización a las afueras de la Basílica de San Pedro, en Roma.
El padre Gerardino Barracchini es uno de los rostros visibles de la causa dentro de una extensa cadena humana que impulsó la labor durante más de siete décadas, entre ellas los cardenales Jorge Urosa Savino y Baltazar Porras, así como los monseñores Jorge Villasmil, Fernando Castro y Tulio Ramírez Padilla, entre otros.

El párroco de La Candelaria es tan caraqueño que nació en la Maternidad Concepción Palacios, un 8 de julio de 1969. Siempre viste de negro y lleva uno de sus tres pares de lentes circulares. Vestir de clérigo no le es impedimento para, en una ciudad convulsa, de vez en cuando montarse en una moto y honrar sus compromisos.
Fue la visita del papa Juan Pablo II a Venezuela, en 1985, lo que despertó su vocación sacerdotal, cuando lo vio pasar en papamóvil, muy cerca de su casa, en La Concordia.
Luego de hacer un par de retiros espirituales, a los 17 años ingresó al Seminario Santa Rosa de Lima, ubicado en ese entonces en Sabana del Blanco, al final de la avenida Baralt, donde hoy funciona la Universidad Católica Santa Rosa de Lima. Luego viajó a Italia y culminó sus estudios en Teología, en el Pontificio Seminario Romano Maggiore.
En Roma se ordenó diácono y regresó al país para ordenarse sacerdote en Valencia, estado Carabobo, el 24 de agosto de 2003, por imposición de manos del cardenal Urosa. Allí por varios años hizo labor pastoral en la parroquia Nuestra Señora de Begoña y San Blas, en Naguanagua, en la región central del país, antes de volver a Caracas.
En 2018, cardenal Baltazar Porras llegó a la capital venezolana como administrador apostólico y delegó al padre Gerardino como vicario episcopal para la Santidad. Junto a monseñor Tulio Ramírez como vicepostulador de la Causa de Beatificación, redoblaron esfuerzos.
La estrategia favorable
El objetivo que se trazaron todos los involucrados era claro: José Gregorio Hernández merecía su santidad, había transcurrido mucho tiempo sin que se lograse la meta y harían todo lo posible por conseguirlo.
Existen solo tres vías para alcanzar la santidad: el martirio; la comprobación de un segundo milagro (que es la vía más común luego de la beatificación); y la proclamación por “canonización equipolente” que se refiere a un proceso donde el Papa declara a una persona como santo y permite su culto público y universal debido a su devoción reconocida y evidencias de santidad sin necesidad de comprobar un segundo milagro, como se requiere en el proceso ordinario. En palabras llanas, es la forma “más expedita” de declarar a alguien santo.
Esta alternativa se la propuso el padre Gerardino al cardenal Baltazar Porras para la Causa de José Gregorio Hernández. La estrategía ya la habían pensado en 2020. Sin embargo, para ese entonces, se estudiaba un presunto milagro que avanzó de forma exitosa por lo que no hubo necesidad de agotar este recurso muy poco usado en la historia de la Iglesia Universal.
El papa Francisco fue quien más se hizo de este instituto jurídico dentro del derecho canónico, al utilizarlo trece veces; Juan Pablo II, en once ocasiones; y Benedicto XVI, dos veces.
Un año después de celebrada la ceremonia de beatificación de José Gregorio Hernández, se presentó en la Santa Sede un segundo presunto milagro, en 2022, para alcanzar la canonización, como paso último en el camino a la santidad. Se trataba de la recuperación extraordinaria de un ciudadano venezolano residenciado en Miami, con una falla multiorgánica. El caso no avanzó.

Por ello, es en febrero de 2024 cuando el cardenal Porras y el padre Gerardino deciden insistir en la canonización equipolente. A los pocos meses, le hicieron la solicitud al Santo Padre. En junio de ese año ya tenían la respuesta positiva para iniciar el proceso en el que se debe evidenciar la fama de santidad y la aclamación popular a lo largo de cientos de años.
—El papa Francisco, por supuesto, también tenía la causa muy en el corazón —resalta Barracchini.
Así pues, se inició la excepcional misión: dimensionar la memoria histórica de esta devoción popular en Venezuela por este científico, médico, académico y laico nacido en Isnotú, estado andino de Trujillo, y fallecido en 1919, a quien muchos fieles le rezan y le dan gracias por favores concedidos.
—Hicimos un análisis desde la antropología cultural, la sociología y la teología para hacer entender a los superiores del Dicasterio de la Causa de los Santos, en Roma, que 100 años en el corazón del pueblo de Venezuela equivalen a 300 años. ¿Por qué? Primero porque somos una iglesia joven, segundo porque en estos tiempos que corren, donde la memoria histórica cada vez es más débil, tú preguntas por José Gregorio Hernández y es una figura vigente. Es más que vigente —dice el padre Gerardino con vehemencia desde su oficina donde están inscritas, a gran escala, las iniciales del santo.
Por esa razón, se armó con esmero un expediente muy completo que cumpliera con las máximas exigencias del Vaticano y se recopilaron miles de testimonios certeros de gratitud al doctor José Gregorio Hernández, dentro y fuera de Venezuela. También anexaron imágenes de centros de salud que llevan su nombre.
Fueron jornadas muy largas de trabajo, investigación y dedicación a la Causa de José Gregorio Hernández que requirieron constancia, disciplina y metodología.
—A veces nos poníamos a trabajar desde la una de la tarde hasta las dos de la madrugada del día siguiente —rememora el padre Gerardino, mientras acaricia a la perra negra que cuida en su parroquia y a la que bautizó con el nombre Gregorita.
Además de los testimonios, también tuvieron que recopilar todas las placas y ofrendas que los devotos, a lo largo de la historia han dejado en la Iglesia de La Candelaria. Debido al gran volumen fue una labor titánica. Resulta casi imposible cuantificar el número de favores y gracias que los devotos de José Gregorio Hernández atestiguan diariamente en el santuario de La Candelaria. Por ello, optaron por pesarlo.

En un kilo de exvotos (como se le llaman a las ofrendas) hay al menos 700 milagros.
—Son como 3 millones de exvotos —asegura el padre Gerardino.
Basados en esa proyección serían aproximadamente 2,1 billones de favores recibidos del siervo de Dios. Al menos, de quienes se han acercado a la iglesia a dejar su ofrenda.
Así, en envases de vidrios, se divisan como pago de promesas: medallas y dijes de plata de todas las formas de partes del cuerpo humano (piernas, pulmones, manos, brazos, corazones, entre otros).
Misión cumplida
El expediente, con todo lo recabado que incluía testimonios y evidencias, lo entregaron en Roma a principios de diciembre de 2024. Pero debía ser revisado por la plenaria de Cardenales, antes de ser presentado al papa Francisco para su firma. La plenaria estaba pautada para el martes 18 de febrero de 2025. Pero cuatro días antes, el 14 de febrero, el papa Francisco ingresó al Hospital Gemelli de Roma por problemas respiratorios que respondían a una neumonía bilateral, según el diagnóstico. Permaneció internado durante 38 días.
Pero esto no fue impedimento para en ese tiempo atender parte de lo pendiente. En plena convalecencia, desde el hospital, y semanas antes de fallecer, el Sumo Pontífice firmó los votos positivos de la plenaria de Cardenales el viernes 25 de febrero y así reconoció al primer santo de Venezuela: José Gregorio Hernández.

—El Papa no firmó ningún decreto porque no hubo decreto. Para este tipo de canonización no se requiere —explica el padre Gerardino, como doctor en derecho canónico, graduado de la Pontificia Universidad Lateranense de Roma.
Además de la labor de los actores de la iglesia tanto en Venezuela como en Roma, otro venezolano, oriundo del estado Zulia, muy cercano al Papa, también jugó un rol importante y determinante para dicha canonización. En medio de aquél contexto, monseñor Édgar Peña Parra fue el encargado de acercar el documento a la habitación de Francisco para que lo firmase.
Meses después, bajo un nuevo pontificado, el 13 de junio de 2025, el papa León XIV, en plenaria de Cardenales, definió la fecha de canonización de José Gregorio Hernández para el domingo 19 de octubre de 2025 junto a otros ocho beatos, entre ellos la venezolana Madre Carmen Rendiles.
Desde esa fecha, el país tendrá a sus primeros dos santos venezolanos proclamados por la Iglesia Católica universal.
Hoy, a sus 55 años de edad, veintidós de ellos ejerciendo el sacerdocio, el padre Gerardino se siente satisfecho con la labor:
—Me siento honrado de haber sido un instrumento. Y, evidentemente, como yo soy hombre de resultados, creo que le di resultados al cardenal Porras y al país también.
Quienes lo conocen consideran que su disciplina, rigurosidad y persistencia así como su experiencia en la Nunciatura Apostólica, entre 2007 y 2019, jugaron a favor en su rol como vicepostulador de la Causa de Canonización desde 2021.
—Han sido años de trabajo, de disciplina, pero te hablo de una disciplina militar. Porque uno no se puede ocupar de una causa de santidad cada tres meses o cada cuatro. Es un trabajo de todos los días en unión con la postulación en Roma. Uno de los puntos fuertes y de éxito de la canonización (y previamente de la beatificación) fue la constante presencia en el Dicasterio para la Causa de los Santos. Y, por supuesto, también el hacernos valer como iglesia latinoamericana—explica.
El acompañamiento de los procesos burocráticos ante el Vaticano también fue importante. La tarea consistió no solo en consignar el expediente, sino también en darle seguimiento.
—Eso no es que tú estás esperando tranquilamente en tu casa que te llegue un email, un WhatsApp o una llamada. No, hay que luchar. Es como un tribunal donde hay un cronograma de reuniones durante todo el año porque el caso era apenas uno entre cientos en curso en Roma, en el Dicasterio.
La experiencia del padre Gerardino en la Nunciatura Apostólica en Venezuela durante doce años le ayudaron en el manejo de las relaciones con todas las instituciones de la curia romana. Para llevar la causa se requiere de diplomacia y un asertivo manejo del lenguaje.
—Es una cuestión que va con una metodología y también tiene que ser con un “italiano curial”, un “italiano culto”. No puedes ser un italiano macarrónico —dice en tono jocoso.

Fue por petición del nuncio apostólico en Venezuela, Giancito Berloco, que el padre Gerardino comenzó a trabajar en aquél entonces en la misión diplomática de la Santa Sede. Colaboraba, específicamente, en los nombramientos episcopales para Venezuela. Allí trabajó con dos nuncios más: cardenal Pietro Parolin y monseñor Aldo Giordano (quien presidió la beatificación de José Gregorio Hernández, en 2021).
—En aquella época, yo estaba desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde en la Nunciatura Apostólica y lo único que podía era celebrar una misa al día. Pero yo extrañaba estar con la gente. Para mí el contacto diario con la gente es fundamental, es oxígeno para mí —recuerda.
El padre Gerardino ya tiene más de seis años como párroco en La Candelaria. La equidad e inclusión social ha marcado su misión: ha incorporado a jóvenes y adultos con síndrome de down a la Santa Misa, así como lo hiciera años atrás en Valencia, estado Carabobo.

Aún desconoce si le renovarán su período como párroco en el Santuario de La Candelaria. Sin embargo, asegura que a donde vaya, irá junto a su santo, el doctor José Gregorio Hernández. Mientras tanto, continúa su labor en mejorar la iglesia.
—Este es un santuario en medio de la ciudad. Es un santuario urbano donde carecemos de espacios apropiados. Tenemos que seguir trabajando en la adecuación de espacios para personas con discapacidad motora, discapacidad visual. Nos falta también tener servicios de confesiones diarias, así como misas en la mañana, al mediodía y en la tarde. Eso es lo que debemos construir para los próximos tres o cuatro años —dice.
Entre las novedades que ha impulsado es notorio que en las misas del mediodía de los domingos se hacen con lenguaje de señas para que las personas con discapacidad auditiva puedan integrarse a la eucaristía.
Para el párroco de La Candelaria uno de los grandes méritos que tendrá José Gregorio Hernández en el futuro será la posibilidad de reencuentro y reconciliación entre los venezolanos porque, dice, es una figura que va más allá de la religión.
—Creo que José Gregorio Hernández tiene la peculiaridad de universalidad que une a todos dentro de un terreno común que es el de ser hijos de Dios. Y allí, ninguno tenemos diferencia.
A su juicio, la figura de José Gregorio Hernández representa un símbolo de unidad, identidad y esperanza del pueblo venezolano en el momento más oportuno.
Por esa razón agradece a Dios el éxito de una causa que por momentos parecía inalcanzable pero que finalmente se logra por una devoción universal que hoy permite elevarlo a los altares en el mundo.
La canonización del santo de todos será un acontecimiento histórico largamente anhelado y un motivo de celebración, además de ser una muestra significativa de años de labor, dedicación y esmero para lograrla.
—La recompensa que Dios da a los que le sirven gratuitamente, sin esperar nada a cambio, es que mantenemos un canal directo con la providencia divina: todo lo que nos pareciera imposible, a través de la providencia, es posible —sentencia el padre Gerardino.

Esta crónica forma parte de la serie #RostrosDeLaCandelaria , una coproducción entre Historias que laten y CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe- en alianza con la Iglesia Nuestra Señora de La Candelaria, Guetto Photo, Los Templos Paganos y Fundapatrimonio.