ESPECIALES

Mañana sí compro la noticia

Por: Andrea Quintero

Millones de venezolanos viven en desiertos de noticias, zonas rurales o urbanas que no son cubiertas por medios de comunicación y en los que sus habitantes no tienen acceso a noticias

Con los dedos de la mano. De una sola.

Luis cuenta todos los canales disponibles en la televisión venezolana con los dedos de una sola mano y pregunta:

—¿Es verdad qué todos los canales de televisión son de ellos? —y cuando dice ellos se refiere al gobierno de Nicolás Maduro.

Y como quien se paga y se da vuelto solo, comienza a responderse a sí mismo:

—¿Venevisión pasó a ellos? Bueno… ese está ahí, ahí… Globovisión, el 8, Tves, el 51 ni te digo… Casi todos los canales. Bueno, siempre tiene que haber un canal del Estado, ¿verdad? Pero yo no sé. Lo que está pasando en 20 años de gobierno es fuerte. Lo que hizo Chávez con Radio Caracas y tanta gente llorando…Hay que nombrar a Dios para que él nos ayude.

Aunque Luis no es religioso cree que hay que nombrar a Dios porque debe existir- en algún lugar- algo más grande que esto. Que este gobierno, que este sistema económico, que este virus.

“Epa, Luis”, dice un hombre al pasar y al saludar saca del trance, casi a punto del sueño, en el que se encuentra Luis, sentado en un banco de madera, a las afueras de su bodega.

Luis, a sus 64 años, pasa el día entre el entrar y salir de la vitrina de su abasto. Con la calculadora de un lado y papeles rayados del otro. Con números que suben y bajan, entre cuentas que saca una y otra vez para dar con el monto exacto que debe cobrar entre el dólar y el bolívar.

La oscuridad ayuda a disimular las neveras y los estantes vacíos. Porque tal y como van las ventas, no dan para comprar los bombillos que hacen falta, ni tampoco alcanzan para el periódico del día, que fue a buscar esta mañana pero que al llegar al quiosco y ver el precio, prefirió regresarse y leer solo el titular de reojo.

Su costumbre de comprar la prensa todas las mañanas dejó de ser costumbre cuando no pudo pagarla. Ahora, se conforma con escuchar, en el canal 33, la lectura de los titulares de los periódicos del día y para él, eso es “como si uno ya leyera la prensa”.

—Antes había periódico por demás, eso no costaba nada. Eso no era gran cantidad de dinero y venía con 72 páginas. Ahora te sale en 80 bolívares y lo que trae son tres paginitas nada más.

***

Pensar. Eso hace Luis cuando quiere saber algo. Primero piensa y luego, cuando le surgen dudas, le pregunta a alguien. Aprovecha a algún comprador o un vecino y lo ataja con un “mira, ¿será verdad que esto está pasando?”.

—Yo pregunto a ver qué me dicen ellos, qué creen ellos. Como a muchos el teléfono inteligente les dice todo y se la pasan todo el día ahí, en el celular… Ellos sí saben. Saben toda la información de lo que está pasando en nuestro país, ¿verdad? Bueno, saben lo mínimo. O a veces ellos vienen y me dicen: «mira, Luis, lo que pasó aquí», y me cuentan todo.

Pero hay cosas que Luis, por más que piense y pregunte, no logra aterrizar por sí mismo. Como por ejemplo, el cómo la economía acabó con su negocio de 32 años y todos los de la zona. Porque por más que pregunte y vea a los entrevistados que hablan de economía en el canal 33, Luis no termina de entender si fue el cambio monetario, el dólar, la inflación o la devaluación… O como le llama él, el sistema económico.

—El sistema económico o lo que sea que haya llegado. Pero aquí llegó algo.

Lo que sí sabe y entiende, es que la economía no está bien y que con el sueldo mínimo la gente no vive. Que las personas no comen bien y por eso sus clientes ya no compran como antes. Pero eso no tiene que decírselo nadie, ni tampoco necesita preguntarlo.

***

—No, no me informo más fácil que antes porque tengo que preguntar. Como más nunca compré la prensa y con el periódico uno a diario se está informando —dice bajito entre vergüenza y reproche.

Por eso, Luis escucha la radio todos los días. Radio 1, Fe y Alegría, Yebecae Mundial, Radiorama. En este abasto ubicado en Catia, se escuchan todas las emisoras AM porque “esas dan las noticias y dan todo”.

Sin embargo, no importa cuántas veces Luis escuche en la radio el “Quédese en casa. Unidos somos todos”, de la propaganda del gobierno por la cuarentena, él sigue sin entender si el covid-19 es producto de la naturaleza o fue invitado. Duda de si es real o es creación del gobierno para mantenernos encerrados. Por eso cuando le dio, prefirió quedarse en casa y curarse con hierbas antes de ir a un médico del gobierno.

Para Luis, él no está informado porque no tiene un celular inteligente, ni mucho menos Internet. Tampoco sabe cómo funcionan esas cosas. Pero el resto de la gente, esos que sí tienen un celular y acceso a tecnología, ellos sí. Ellos saben “todito” lo que pasa en el mundo.

—La gente está informada, claro que sí. La gente quiere información. Yo veo que la gente viene y le pregunta a uno. “¿Mira, Luis, sería verdad que pasó esto?”. Y si yo no le puedo decir, se entera por otra persona. Por ejemplo, cuando murió Darío Vivas, nadie lo creía y mira, era verdad.

Si las personas hablan, es porque están informadas. Así funciona la comunicación boca a boca para Luis. Él no cree en la censura, aunque el cierre de medios le haga ruido. Y si se le dificulta acceder a la información, es porque no tiene para pagar la prensa. No porque esa sea la intención del gobierno.

—Pero mañana sí voy, la voy a comprar. Mañana compro la noticia porque la compro.

Este trabajo fue el producto final de una tesis de grado realizada por Andrea Quintero con tutoría de Liza López para la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela, con resultado sobresaliente mención publicación ante el jurado.

Su difusión se realiza en alianza entre Historias que laten y El Bus TV.