ESPECIALES

En memoria

Las vidas perdidas de los hijos migrantes

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Texto:

Jonathan Gutiérrez

Ilustraciones:

Betania Díaz

Diseño editorial:

Daniela Dávila Torres (LUDA)

Publicado:

30/10/2022

Esta investigación de migración, memoria e infancia documenta los casos de niños, niñas y adolescentes migrantes o refugiados venezolanos que han fallecido durante 2022 en las distintas rutas migratorias de América Latina y Estados Unidos.

La intención es identificarlos y contar la historia de cada uno para que no sean tan solo un número o titular de una noticia plana. Nos planteamos presentar esta retrospectiva a partir de la elaboración de breves perfiles que narren episodios o fragmentos de la vida de estos infantes para que no queden en el olvido y así preservar su memoria.

Este reportaje es la continuación de la primera entrega investigada para el proyecto Puentes de Comunicación de una cobertura de migración con foco en la infancia.

En este trabajo se ofrece, además, un conjunto de datos inéditos que son hallazgos de esta investigación, que dan contexto a las historias y revelan el impacto de la migración forzada en la infancia venezolana.

La construcción de memoria a través de esta serie de historias mínimas revela una dimensión colectiva de una arista muy dolorosa de la migración venezolana: la muerte de niños.

Kristopher (2 años) murió por inadecuada atención médica. Victoria (7 años) se ahogó en su intento de cruzar las aguas de un río. Keiler (2 años) sufrió complicaciones respiratorias en una ruta extrema. Wilmer (16 años) es un caso de suicidio debido a los efectos de la migración en la salud mental de un adolescente. Yaelvis (1 año) fue asesinado por disparos de la Guardia Costera de Trinidad y Tobago. José Fabián (10 años) fue atropellado en una ruta de frontera. Saraí (12 años) fue torturada y abusada sexualmente. A Lusied (3 años) la arrastró la corriente de un caudal crecido en su transitar por una selva.

Estos son algunos de los nombres de los niños migrantes venezolanos que han perdido sus vidas en lo que ha transcurrido de 2022.

A ellos se suman los casos verificados de Leangel (10 años), Juan David (4 años), Orángel (8 años), y Johendry (11 años). Así como los casos recientes de Yurvi (6 años) y Hellen (10 años).

La travesía con desenlace fatídico de estos niños migrantes venezolanos son evidencias de un duro camino en el que estuvieron expuestos a riesgos como explotación laboral, abuso sexual, reclutamiento de grupos armados irregulares o ser víctimas del crimen organizado que opera en las distintas fronteras que cruzaron.

Estas pérdidas también delatan otros peligros y vulneraciones a los que se someten a estos infantes desterrados en su peregrinaje: extensos recorridos en condiciones inclementes por desiertos o climas gélidos, cruces nocturnos por carreteras inseguras, trochas y caminos irregulares que los expone a accidentes viales e incluso a ser víctimas de violencia.

Los riesgos incluyen viajes por mar abierto en botes precarios, o atravesar ríos crecidos, selvas inhóspitas y montañas a más de 3.800 metros de altitud en rutas extremas.

Son historias de la desprotección de una migración infantil obligada a dejar sus hogares y recorrer cientos o miles de kilómetros por caminos que ellos no escogieron tomar, porque esas fueron decisiones de otros, de adultos que como paradoja les buscaban un mejor porvenir.

De los 7,1 millones venezolanos de la diáspora, 1,3 millones son niños, niñas y adolescentes, según proyecciones de Acnur y la OIM (2022).

Los perfiles reunidos en este trabajo ilustran la indefensión de los hijos migrantes en los distintos países de acogida. Cada uno representa un ángulo del fenómeno de la migración infantil y adolescente. Los lugares donde dejaron sus vidas también ubican cuáles son los puntos calientes de la movilidad venezolana en la región, incluidas las nuevas rutas de tránsito.

El Río Grande, en la frontera entre México y Estados Unidos; Ipiales, en la frontera entre Colombia y Ecuador; la Selva del Darién, en la frontera entre Colombia y Panamá; Centroamérica; el altiplano boliviano en la frontera con Chile; las aguas del Caribe en la ruta entre las costas del noreste de Venezuela y la isla de Trinidad y Tobago; o ciudades como Puebla, Quito, Armenia, Ríohacha o Santiago de Chile.

17 niños

migrantes venezolanos han muerto durante 2022, víctimas fatales de la migración forzada, según hemos podido confirmar en la Unidad de Investigación de Hijos Migrantes.

En Venezuela no hay institución oficial que esté llevando el registro de este drama inédito. El gobierno no reconoce la migración masiva de sus ciudadanos y mantiene un silencio ensordecedor respecto a la pérdida de vidas de estos niños desplazados y desamparados.

Hacer memoria permite visibilizar los riesgos y vulneraciones de la niñez que se moviliza por migración forzada, documentar aquellos infantes que no llegan a su destino o quienes en el país receptor han perdido su vida en incidentes trágicos. Este relato coral revela quiénes eran y en qué circunstancias perdieron sus vidas.

Contamos las historias de 12 de ellos. De otros tres casos verificamos que efectivamente sí ocurrieron los decesos pero aún no hemos podido identificar quiénes eran. Completan el sumario dos casos adicionales de los que se tiene muy poca información, no hay registro de medios y las fuentes oficiales o familiares han sido herméticas.

Estas son las historias de las vidas perdidas de los hijos migrantes:

Kristopher Meza Colmenares

(2 años)

Falleció en Santiago de Chile el 5 de enero de 2022

—El niño no despierta –le dijo el anestesiólogo a la madre del pequeño Kristopher, Krisle Colmenares.

—¿Cómo que no despierta? –respondió Krisle.

—No despierta. Mueve los brazos, los pies, pero no los ojos. No sé qué sucedió, yo hice todo correctamente –son las palabras precisas que recibió como respuesta, según recuerda Krisle.

—Le pregunté si se había equivocado con la dosis de la anestesia y lo negó. Pero ese hombre estaba muy nervioso, temblaba. Le insistí en que si había cometido algún error o hecho algo mal y respondía que no –cuenta Krisle.

El pequeño Kristopher Mesa Colmenares fue ingresado a las 7:00 de la mañana del 23 de diciembre de 2021 a una sala de atención del hospital clínico San Borja Arriarán de Santiago de Chile, ubicado en la avenida Santa Rosa 1234.

El niño en un accidente casero, se había cortado el dedo meñique de su mano derecha con los vidrios de un bombillo que se había resquebrajado. La herida era profunda, le había afectado un tendón.

Lo llevaron de urgencia al Hospital del Carmen, en la comuna de Maipú, allí le dieron la primera atención, y lo remitieron al Hospital San Borja Arriarán.

—Al principio no lo quisieron atender porque no tenía el RUT. Les rogábamos, pero no le daban la asistencia –cuenta su mamá.

El RUT es el documento con el número de identidad otorgado a los chilenos de nacimiento y a los extranjeros a quienes se les ha otorgado una visa de permanencia temporal o definitiva.

Los padres, en medio de la contingencia, acudieron hasta una sede de Fonasa, el Fondo Nacional de Salud de Chile, donde tramitaron un RUT provisorio para Kristopher, y regresaron al hospital.

Luego de la intervención quirúrgica pasaban las horas desde que les dijeron que debían esperar a que el niño despertara, pero no tenían información de su hijo. Sí percibieron un clima de que algo malo estaba ocurriendo.

Al día siguiente, el 24 de diciembre le informaron a Krisle que su pequeño tenía un edema cerebral.

—Era absurdo, no lo podíamos creer, fuimos por una cortada en un dedo y la intervención era ambulatoria.

Desde la víspera de Navidad el niño fue recluido en terapia intensiva. El 4 de enero les informaron a los padres que Kristopher tenía muerte cerebral.

—Al día siguiente recibí una llamada del hospital, me dijeron que las palpitaciones de mi hijo estaban disminuyendo –relata Krisle.

El 5 de enero falleció Kristopher.

Krisle Colmenares y Manuel Meza, sus padres, son una pareja de venezolanos que migraron en 2019 desde Yaracuy hasta Perú. Un año después decidieron emprender rumbo a Chile con el propósito de ofrecerle un mejor futuro a su hijo.

—A nuestro hijo lo dejaron morir por negligencia médica –afirma, sin dudarlo, la madre.

Hicieron la denuncia en los Carabineros y en Fiscalía, pero no han tenido respuestas.

En una fotografía familiar, Kristopher está vestido de Spiderman y con un muñeco de su superhéroe favorito. Era blanco, de cabellos y ojos negros. En otras dos imágenes luce una camiseta del Barcelona FC y una de la Vinotinto, a Kristopher le gustaba el fútbol al igual que a su padre.

5.130

niñas/niños venezolanos entraron de manera irregular a Chile durante 2022

Fuente: OCHA, OIM, Plataforma R4V, DEM, Anuario 2022 del Servicio Jesuita a Migrantes.

Victoria Valentina Lugo Mayor

(7 años)

Falleció el 18 de enero de 2022 en el Río Grande, frontera entre EE.UU. y México

—La niña se me soltó –dijo Mayerlin Mayor, la mamá de Victoria, a su hermana Mayibeth Mayor cuando la llamó por teléfono desde Texas para darle la noticia.

Antes de comenzar a atravesar el Río Grande la mañana del 18 de enero de 2022, Mayerlin vio que el agua le llegaba mucho más arriba de los tobillos, pero decidió cruzar con su hija Victoria aferrada a su cuerpo.

A medida que avanzaban por el cauce del río que divide a México de los Estados Unidos, llegó un momento en el que Mayerlin sintió que sus pies ya no tocaron fondo.

—El agua helada las cubrió y la niña se soltó de los brazos de su madre –cuenta la tía de la pequeña.

A Victoria la arrastró el río. No la pudieron rescatar y murió ahogada.

Su madre fue salvada por la ayuda de otros migrantes que las acompañaban en la aventura.

—Dejé a la luz de mis ojos. Mi hija se me ahogó –fue la frase que le repetía la mamá de la niña a su hermana Mayibeth durante esa llamada nefasta que enlutó a la familia Mayor en el estado Zulia.

Victoria era alumna del segundo grado de primaria de la escuela Las Eugenias de Coro, donde su madre también fue maestra del preescolar Simoncito (Ceis) que comparten la misma sede, en la capital del estado Falcón.

—Victoria era la mejor alumna de su clase –dice Digna Rodríguez, quien fuera su maestra en Coro.

Aunque la niña nació en Maracaibo, el 5 de junio de 2014, había pasado varios años en Coro, donde Mayerlin consiguió trabajo de docente. Vivían en una casa cercana a la escuela, la C-39-3, ubicada en la sexta etapa del sector Las Eugenias.

Sus tíos y primos dicen que Victoria era una niña dulce, alegre y coqueta. Que le gustaba modelar y amaba el chocolate.

—Era muy alegre, siempre estaba contenta –comenta Ángel Mayor, tío de la niña.
Era hija única. Su madre estaba separada de su papá, José Humberto Lugo, oriundo de La Vela, Falcón.

En las fotos familiares se evidencia que Victoria tenía predilección para vestirse con ropas de color rosa. Tenía una falda de doble volados de tul tipo bailarina, que era uno de sus atuendos favoritos.

El sueldo de maestra de Mayerlin no le alcanzaba para ofrecerle la vida que deseaba darle a Victoria. Así que decidió vender su casa, regresar temporalmente al hogar de su familia en el barrio Felipe Pirela, en Maracaibo, Zulia, y preparar su viaje a Estados Unidos junto a su hija.

Mayerlin les pagó a unos coyotes para que la llevaran hasta Acuña, estado de Coahuila, en México, para poder cruzar el Río Grande junto a Victoria y cumplir el «sueño americano». El objetivo era llegar a Texas.

En Texas fue sepultada Victoria.

150 mil

venezolanos ingresaron a EE.UU
a través de la frontera con México,
durante el último año fiscal. 30.000 eran niños, niñas y adolescentes.

Fuente: Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE.UU. (CBP, en inglés).

Keiler Eduardo Vargas

(2 años)

Falleció el 28 de enero de 2022 en Desaguadero, frontera entre Perú y Bolivia

—No respira, no respira –gritaba Alexandra Inojosa Rengel, la mamá de Keiler, mientras pedía ayuda a los otros ocupantes del autobús donde viajaban, según sus familiares.

Los acompañaban la abuela paterna de Keiler, Yajaira Caramauta, su tío Leonardo Caraballo, sus tías Yujairis y Yarais Vargas, su prima Sinay Caraballo, y el hermano menor de Keiler, el niño Kender de 4 meses de edad.

Habían recorrido más de 1.400 kilómetros desde que comenzaron el trayecto en Lima, Perú, por la carretera Panamericana Sur y transcurrido unas 48 horas, en las que el bus con destino a Santiago de Chile, hizo solo una parada de 20 minutos.

Al momento de cruzar el puente internacional en la frontera con Bolivia, a la entrada de la ciudad de Desaguadero en uno de los puntos más altos de la cordillera andina en Suramérica, el niño Keiler Eduardo Vargas se descompensó. Tuvo complicaciones respiratorias, le faltaba oxígeno.

—En cuestión de segundos empezó a sentirse mal. Su corazón empezó a latir muy rápido, vomitó dos veces, y ya luego se desmayó, y dejó de latir su corazón –relata Yarais Vargas, la tía paterna de Keiler.

Le rogaron al chofer que se detuviera, debían buscar ayuda a como diera lugar. Pero el hospital estaba a diez minutos a pie de donde los dejó el transporte.

—Mi esposo, Leonardo, agarró al bebe en sus brazos, le dio primeros auxilios y nos tocó correr hasta el hospital –cuenta Yarais.

En el centro asistencial de Desaguadero, Bolivia, no los querían atender por ser venezolanos.

—Casi que tuvimos que tumbar las rejas, ahí perdimos mucho tiempo, y ya cuando logramos entrar, el bebé no tenía signos vitales.

El chofer y los otros ocupantes del bus, les dieron el pésame e hicieron una colecta para ayudarlos con algo de dinero. Luego el bus siguió su camino.

—Estábamos desesperados porque no nos querían dar hospedaje en ningún hotel en medio de ese frío –dice Yarais.

Solo un hotel de Desaguadero los recibió. El dinero les alcanzó para tres días. Pero una fundación los llevó a una casa albergue.

Gracias a un video que se viralizó, y que difundió el periodista Sergio Novelli por Instagram, recibieron donaciones de apoyo para hacer los trámites para el entierro del bebé.

En el hospital no le hicieron la autopsia a Keiler porque no contaban con los recursos necesarios. A la familia solo le dijeron que se había ahogado con su propio vómito.

Pero es probable que a Keiler le haya dado un paro respiratorio por mal de altura. Desaguadero está a 3.830 metros sobre el nivel del mar.

La familia de Keiler es de Puerto La Cruz, municipio Sotillo, Anzoátegui, una ciudad a nivel del mar.

Aunque Keiler, un bebé risueño que era de piel color caramelo, nació en Bogotá, Colombia.

—Decidimos ir a Colombia en busca de un mejor futuro.

Aunque al niño lo enterraron en el cementerio de Desaguadero el 29 de enero, a los cinco días lograron reunir la plata y hacer todos los trámites para sacarlo, luego cremarlo, y llevar sus cenizas a Chile, donde lo esperaba su papá, Manuel Vargas.

Alexandra, la mamá de Keiler, no lo quería dejar en un pueblo olvidado. En su lápida boliviana había escrito a mano con una ramita sobre el cemento fresco: “nunca te dejaremos solo”. Así fue.

237

migrantes diarios, en promedio, en su mayoría venezolanos, salieron de Perú, a través de la frontera con Bolivia, con el propósito de llegar a Chile en 2022.

5.697

salidas se registraron entre enero y julio de 2022. 22% eran de NNA. En total, 1.121 NNA se han desplazado por la frontera andina.

Fuente: OIM Perú.

Wilmer Josué Hernández Virú

(16 años)

Falleció el 1 de febrero de 2022 en Armenia, Colombia

—Wilmer lanzó la puerta con furia y se encerró en su cuarto —dice su mamá, quien prefiere que no se cite su nombre.

A la una de la tarde del 1 de febrero de 2022, después de horas de claustro y un silencio que preocupaba a su familia, tocaron insistentemente la puerta de su habitación.

Forzaron la cerradura. Pero al entrar ya era demasiado tarde, hallaron el cuerpo de Wilmer sin signos vitales.

Wilmer, “Pito”, como lo llamaban cariñosamente, se quitó la vida.

Sus amigos de la manzana 33, del barrio Los Quindos de Armenia, Colombia, dicen que últimamente había cambiado su comportamiento. Se notaba muy extraño, deprimido, pero además muy agresivo.

Según su madre, el chico había mostrado cambios drásticos en su conducta durante las semanas previas.

—Wilmer no era el mismo.

En diciembre de 2021, no pudo regresar a Venezuela como lo tenía planeado. Se sintió frustrado. Esto lo habría afectado en su estado de ánimo.

El adolescente migró hace tres años desde Venezuela junto a su familia hasta Armenia, la capital del departamento de El Quindío.

Aunque era sociable, la familia dice que el joven nunca se adaptó al nuevo país. Tenía muchos amigos en el barrio, pero en la escuela sufría de bullying por su acento, según una reseña publicada en el diario Crónica del Quindío.

Algunas personas cercanas a su familia comentaron en redes sociales que era un joven “muy soñador, que tenía muchas metas en la vida, pero desafortunadamente no pudo superar sus vaivenes emocionales y eso lo llevó a la muerte”.

—Wilmer, “Pito”, fue perdiendo el brillo en sus ojos —dice su mamá, quien llamó a los agentes de la Policía Nacional del Quindío, adscritos al CAI Los Naranjos, para reportar su tragedia.

En el reporte policial, quedó asentado que su mamá informó que Wilmer sufría de ansiedad y depresión y que, además, comenzó a flagelarse en distintas partes del cuerpo después de migrar a Colombia.

A la casa de los Hernández Virú también llegó una unidad del laboratorio móvil de criminalística del Cuerpo Técnico de Investigación, CTI, de Colombia.

Su amigo Raúl, contactado a través de Instagram, dijo que “Pito”, como prefiere decirle, quería estudiar y progresar. Le gustaba la música. Era enamoradizo y no dejaba de añorar a Venezuela.

En la foto del adolescente que circula en la red, Wilmer Josué o “Pito”, un chico trigueño de cabello negro, es desafiante con su mirada a la vez que alza su mano derecha y hace un “fuck you” con su dedo medio.

163

venezolanos migrantes se suicidaron en Colombia entre 2021 y 2022. 8% fueron adolescentes.

Fuente: Instituto Nacional de Medicina Legal, 2022.

Yaelvis Santoyo Sarabia

(1 año)

Fue asesinado el 5 de febrero de 2022 en la ruta marítima entre Venezuela y Trinidad y Tobago

—Escuché los disparos y abracé al niño —le dijo Darielvis Sarabia a su esposo Yermi Santoyo cuando le relató lo sucedido.

Una bala atravesó el hombro izquierdo de Darielvis y alcanzó a su hijo. El niño iba aferrado al pecho de la madre y chupaba uno de sus dedos pulgares.

El proyectil atravesó la cabeza del pequeño Yaelvis Santoyo Sarabia y lo mató.

Fue un disparo hecho por la Guardia Costera de Trinidad y Tobago contra la embarcación donde viajaban con otros 17 migrantes.

Darielvis iba con sus dos hijos, Yaelvis, de un año, y Danna, de dos, en un bote que había partido la noche del 5 de febrero de 2022 desde un muelle de Tucupita, en Delta Amacuro, al noreste de Venezuela.

La primera etapa del viaje fue navegar por los caños, esos afluentes que son los brazos del Orinoco, hasta alcanzar las aguas del Caribe. Luego vendría el trayecto más difícil que sería ir por mar abierto hasta Chaguaramas, en Trinidad.

El propósito era reencontrarse en la isla con el padre de los niños, Yermi, para reunificar a la familia y ofrecer un mejor futuro a sus hijos.

—Pero perdimos al niño, perdimos parte de nuestra vida —dice Yermi.

El asesinato de Yaelvis Santoyo Sarabia fue el caso más mediático de las muertes de niños migrantes venezolanos que han ocurrido este año.

Una fotografía del pequeño en la que viste una braga azul cielo y una franela amarilla se viralizó por redes sociales. En el retrato el niño mira a la cámara con sus brillantes ojos negros y sonríe.

Yermi se había ido en 2021 a Trinidad, como tantos otros venezolanos de la costa oriental del país, para buscar trabajo y enviar dinero para alimentar a sus hijos.

Pero a pesar de la distancia, hablaba a través de su teléfono por videollamada todos los días con los niños y su esposa.

—Los niños me reconocían, me decían papá —cuenta Yermi.

El padre trabajó como agricultor recogiendo cosechas durante 8 meses, hasta que pidió un préstamo de 300 dólares a un amigo para poder pagar el pasaje por lancha de Darielvis y los niños.

Darielvis era docente de Tucupita, cuidaba a Danna y al travieso Yaelvis durante el día, en casa de su abuela, en la Calle Sucre de Tucupita donde residían. En las noches daba clases a adultos mayores. Pero el sueldo de maestra no le alcanzaba.

La madre estuvo hospitalizada en el Hospital Sangre Grande de Trinidad, bajo custodia policial, por ser testigo del asesinato de su hijo.

Fue dada de alta el mismo día del sepelio de Yaelvis, el 18 de febrero, pero no pudo estar presente en el funeral porque las autoridades migratorias de la isla la detuvieron para hacerle un interrogatorio. La detuvieron por tres días en una estación policial.

En una urna blanca de manijas plateadas, con flores celestes y amarillas, fue sepultado Yaelvis.

6.900

NNA venezolanos han emigrado a Trinidad y Tobago desde 2018. 12 infantes han fallecido (11 en naufragios, 1 asesinado).

Fuente: R4V 2022, Unidad de investigación Hijos migrantes 2022, OIM 2022.

José Fabián Chacín

(10 años)

Falleció el 3 de febrero de 2022 en Ipiales, frontera entre Colombia y Ecuador

En la vía quedaron los zapatos de José Fabián, unos calzados deportivos de color blanco y azul.

A 3 km de la frontera con Ecuador, en la intersección de la carretera Panamericana, en Ipiales, departamento de Nariño, Colombia, a un costado de la vía yacía el cuerpo sin vida del niño de la etnia Wayuu.

En el accidente vial también falleció Miguel Montiel de 32 años, un pariente de José Fabián.

Ambos eran miembros de una familia Wayuu de ocho integrantes que salió desde la comunidad de Cerro Cochino, en el municipio Mara del estado Zulia, con destino hacia Perú, y atravesaron la frontera colombo-venezolana por Paraguachón.

En el incidente los otros familiares del niño quedaron heridos, algunos de gravedad y fueron hospitalizados en un centro de salud de Ipiales.

José Fabián estudiaba quinto grado de primaria y viajaba sin documentos de identidad.

La familia del pequeño había decidido migrar irregularmente para buscar mejores oportunidades. Porque la crisis económica golpea duramente al pueblo Wayuu.

Sin documentos, ni recursos, la repatriación del cuerpo de José Fabián fue un vía crucis.

—Lo más difícil para nosotros fue que querían cremar su cuerpo y esto fue otra prueba que nos tocó afrontar, para detener ese proceso en un lugar tan lejos de nosotros —explicó Luz María González, familiar del niño.

Los rituales fúnebres Wayuu son una de las manifestaciones más importantes de su cosmogonía. Los cuerpos no deben arder porque son un puente entre los vivos y la eternidad. Esta ceremonia es patrimonio cultural de Venezuela.

Luego de muchas gestiones burocráticas, el cuerpo de José Fabián fue entregado en territorio colombiano a su familia con el apoyo de la Defensoría del Pueblo de la Guajira y Migración Colombia.

Pero por el traslado del cadáver a suelo venezolano, desde Paraguachón en la frontera de la Guajira venezolana hasta la casa de José Fabián, les cobraban 600 dólares.

—Ese dinero no lo teníamos —dice Luz María.

Desesperados, varios miembros de la familia del niño solicitaron el apoyo del Comité de Derechos Humanos de la Guajira para la repatriación del cuerpo desde Colombia a su territorio ancestral.

—Como son Wayuu no pueden ser enterrados fuera de su tierra sagrada. En esa zona del municipio Mara, del Zulia —comentó José David González, coordinador del Comité Derechos Humanos de la Guajira.

Después de tanto trajinar, los restos de José Fabián fueron velados y sepultados en su tierra de acuerdo a la tradición Wayuu, para quienes la muerte no significa el fin de un ciclo sino un paso para la transformación y elevación del alma.

El niño José Fabián hizo el viaje del alma hacia la tierra de los muertos (Jepira).

20.579

migrantes indígenas venezolanos viven en Colombia. 4.115 son NNA (de las etnias wayúu, warao, barÍ y yukpa).

Muchos se desplazan a Ecuador y Perú por trabajos temporales a través del paso fronterizo por Rumichaca, en Ipiales.

Fuente: Registro Administrativo de Migrantes Venezolanos en Colombia, 2021.

Saraí Colmenares

(12 años)

Asesinada el 24 de enero de 2022 en Santa Rosa de Cabal, Risaralda, Colombia

Saraí presentaba signos de severa tortura, abuso sexual y asfixia.

La niña fue hallada muerta en la habitación de un departamento alquilado, en el barrio Las Araucarias de la ciudad de Santa Rosa de Cabal, en Risaralda, Colombia.

—El caso de Saraí me cambió la vida. Me atravesó la vida por la crueldad a la que fue sometida —dijo Yamile Roncancio, abogada y directora de la Fundación Feminicidios Colombia, en una entrevista en el diario El Espectador.

—Tras ver las fotos de cómo quedó violentado su cuerpo no se regresa. Siento que nunca voy a ser la misma —agregó la abogada.

Su cuerpo permaneció durante cinco días en Medicina Legal de Colombia sin poder ser reconocido. Las autoridades debieron reconstruir el cadáver, fotografiarlo e ir hasta la comunidad a preguntar si alguien la conocía en esa zona de Pereira.

Fue así como alguien comentó haberla visto con frecuencia en el Parque Bolívar de Risaralda.

Saraí Colmenares nació en Valera, estado de Trujillo, en los Andes de Venezuela. Era una niña migrante de 12 años que era explotada sexualmente. A la pequeña le gustaba dibujar corazones. Solía usar una gorra de béisbol.

La niña no iba al colegio. Tampoco tenía documentos de permanencia legal en Colombia.

Fue reportada como desaparecida el 24 de enero de 2022, pero no fue sino hasta el 1 de febrero que fue encontrada sin vida.

Se sospecha que una red de trata de personas la traficó en redes sociales.

La niña aparecía como Alejandra Ramírez en cuentas de Facebook y TikTok, donde el contenido buscaba sexualizarla, sin ningún reparo en esas plataformas sociales.

El principal sospechoso del asesinato, es Jairo David Latorre Muñoz, un universitario de 28 años de edad. Una factura a su nombre encontrada en la escena del crimen fue la pista para atraparlo.

El hombre es investigado por los delitos de feminicidio agravado, acceso carnal violento y tortura.

Las evidencias forenses indican que la muerte ocurrió por asfixia mecánica.

El caso lo reconstruyó e hizo público la periodista Natalia Herrera Durán del El Espectador, quien evitó que un crimen tan atroz pasara desapercibido. A pesar de ello, el feminicidio de Saraí no tuvo mayor repercusión en Colombia, ni en Venezuela.

—Es uno de esos casos que desearía haber podido hacer algo, porque murió absolutamente sola, como creció, y muy impactada por el hecho de ser migrante y niña —expuso Yamile Roncancio.

A pesar de que la última vez que la vieron fue el 20 de enero, cuatro días antes de que fuera asesinada, sus padres no denunciaron su desaparición.

El 7 de febrero Saraí fue sepultada en el cementerio de Santa Rosa de Cabal.

Colombia registra
el mayor número de feminicidios
a migrantes de Venezuela en el exterior:

14

venezolanas han sido asesinadas en 2022. 1 de ellas era una adolescente.

Fuente: Sistema integrado de información de violencias de género (SIVIGE) 2022; HumVenezuela 2022; Red Naranja 2022.

Lusied Antonella Chirinos Steile

(3 años)

Falleció el 5 de julio de 2022 en la selva del Darién, frontera entre Colombia y Panamá

—A la niña se la llevó la crecida del río —dice con dolor Edwel Chirinos, el padre de Lusied.

Luz Steile Arguelles, de 36 años, y su hija Lusied Antonella Chirinos Steile, de 3 años, perdieron sus vidas tratando de cruzar la selva del Darién, en la frontera entre Colombia y Panamá. Son la esposa e hija de Edwel.

Murieron ahogadas.

—Los cuerpos estaban en el río donde se ahogaron, la persona que me confirmó sus muertes me dijo que agarró a la bebé para que no se pudriera en la orilla, la echó al agua y a la mamá también para que corrieran, y un ente público las pudiera conseguir donde desemboque el río —relata Edwel.

Ellas salieron del sector Las Margaritas de Punto Fijo el 30 de junio de 2022, en el estado Falcón, Venezuela, de donde era oriunda la madre, y donde vive su familia. El objetivo era llegar a los Estados Unidos, a la ciudad de Salt Lake City, Utah, y reencontrarse con Edwel.

Iniciaron la travesía del Darién del lado colombiano el 3 de julio. La última comunicación que tuvieron con Edwel y con la familia fue en esa fecha. Fueron vistas por última vez en un sector de la selva del Darién llamado La Llorona.

Según su padre, Lusied era una niña muy alegre. En todas las fotos familiares solía usar dos colitas en formas de crinejas. Le gustaba Disney, y en un retrato usa unas orejas del personaje Minnie Mouse. En la última imagen viva antes de entrar a la selva llevaba una motico en la mano, probablemente de su muñeca Barbie.

De acuerdo al testimonio de un testigo, en una información difundida por Univisión, en el sector del cerro La Llorona, el grupo con el que viajaban logró subir la montaña, pero Luz y su hija quedaron rezagadas. Ese día, 5 de julio, aproximadamente a las cinco de la tarde, mientras cruzaban un río, ambas se ahogaron cuando se las llevó la crecida del caudal.

Funcionarios del Servicio Nacional de Fronteras (Senafront) panameño junto a bomberos de la alcaldía del municipio Agua Fría de Panamá colaboraron en tratar de recuperar los cuerpos.

Un par de semanas después, las autoridades panameñas encontraron el cuerpo de su esposa Luz. Fue cremado. Edwel espera enviarlo pronto a Venezuela con la familia.

Pero el cuerpo de la niña, de Lusied aún no ha aparecido.

—Yo solo quiero que aparezca mi hija, es un dolor muy grande lo que yo siento, un dolor que desgarra —dice Edwel.

El padre de la niña y Luz vivieron durante cinco años en Panamá. En Ciudad de Panamá nació Luised, hija de migrantes venezolanos.

En 2021, Edwel decidió irse a Estados Unidos, y luego de que se estableciera, las buscaría.

—Era nuestro sueño. Ahora vivo una pesadilla —relata el padre de Luised.

—No poder enterrar a mi hija, ni saber dónde está es una tortura. Por buscar una mejor vida, arriesgamos a nuestra hija. Le pido perdón —continúa Edwel.

—Le pido a Dios que me ayude a encontrar a mi hija para repatriar su cuerpo junto al de su mamá a Venezuela, y puedan descansar en paz.

1 de cada 5

migrantes venezolanos que cruzan la frontera entre Colombia y Panamá, son niños y niñas. La mitad de ellos tiene menos de cinco años de edad.

Fuente: Unicef, 2022.

Orángel José Molina Aguirre

(8 años)

Fue asesinado el 10 de abril de 2022 en el departamento del Cesar (Colombia)

—Auxilio, auxilio, se quema la casa con el niño adentro —gritaba desesperada Ana Luisa Aguirre, según testimonio de la vecina María del Carmen Jaramillo, aquella madrugada del 10 de abril de 2022.

El niño venezolano Orángel José Molina Aguirre de 8 años murió ahogado por el humo del incendio, no resistió. Las llamas consumieron parte de su vivienda ubicada en el barrio Mochilnaga, del municipio de Becerril en el departamento colombiano del Cesar.

Calles de barro, cercas de tablones y púas, casas sin frisar a medio terminar y matas de plátano son el paisaje que predomina en el barrio, según se aprecia en los videos que circulan en internet colgados por vecinos que documentaron la noticia.

—Nosotros escuchamos los gritos y el clamor de la mamá. Cuando nos percatamos ya había demasiado humo, a pesar de que intentamos ayudarlo, el niño ya había muerto por asfixia —confirmó otra vecina del barrio.

El incendio fue provocado por Juan Carlos Hernández Alvarado, padrastro colombiano del pequeño Orángel. Su madre, Ana Luisa, venezolana migrante oriunda de los Andes, sufría de violencia de género de parte de su expareja, a quien había denunciado y abandonado hacía más de un año.

Ante el rechazo de Ana Luisa, según quedó asentado en el informe policial del caso, el hombre decidió cobrar venganza contra ella. El victimario prendió fuego a la casa donde se encontraba el pequeño y huyó del lugar. Era el día de cumpleaños de Orángel.

El niño estuvo durante algunos días previos recogiendo latas para venderlas en un centro de reciclaje y darle el dinero a su mamá para que le comprara una torta y así celebrar su cumpleaños —cuenta María del Carmen.

La jornada que comenzó como una celebración de las tradicionales fiestas de La Paletilla, en Becerril, Colombia, se convirtió en una tragedia. Según reporte de la emisora local Radio Siglo XXI, la madre de Orángel se encontraba en la plaza Rosso Machado de Becerril disfrutando de las festividades, cuando su ex pareja la hostigó y acosó en público.

Enfurecido, relatan los vecinos testigos, el agresor caminó hasta la vivienda, la roció con gasolina y encendió el fuego, a pesar de que el niño se encontraba adentro.

—Ay mi bebito lindo de mi vida, porqué Dios, yo quiero agarrarlo a mi bebito, no se lo lleven —gritaba Ana Luisa mientras seguía los pasos de dos funcionarios del Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) de la Fiscalía de Colombia, quienes trasladaron el cuerpo de Orángel José hasta la cabina posterior de una camioneta Chevrolet gris de placas OXV-324.

La escena fue registrada por un vecino con la cámara de un teléfono celular y colgada en Facebook.

—Ay mi amor se me fue la vida —exclamó Ana Luisa en otro video, mientras ve que se aleja el auto que se lleva el cuerpo de su hijo con quien emigró de Venezuela para brindarle mejores oportunidades.

En la víspera del cumpleaños, Ana Luisa le tomó una fotografía al niño en la que Orángel luce una franela azul marina, sonríe a la cámara y alza el pulgar en señal de que todo estará bien.

El agresor fue detenido y enfrenta cargos por los delitos de homicidio e incendio intencional.

44,9%

de los NNA venezolanos radicados en Colombia están fuera del sistema educativo y son los más vulnerables a la explotación laboral.

Fuente: Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario con datos del Ministerio de Educación y del DANE de Colombia.

Johendry José Laguna

(11 años)

Falleció el 12 de agosto de 2022 en el estado de Puebla (México)

En medio del tumulto de policías, rescatistas y las luces ámbar de una ambulancia que destellan en la oscuridad, yace el cuerpo sin vida del niño Johendry José Laguna, de 11 años.

La escena fue captada por un fotógrafo de un periódico local. Johendry José llevaba un pantalón de cuadros, y a un costado resaltan los colores de una bandera de México.

México sería tan solo una ruta de paso camino al sueño familiar de llegar a Estados Unidos. Johendry viajaba junto a su madre, Carmen Ortega Aponte, su hermana Carmen Rosa Laguna Ortega, y su padre, Hendry Laguna.

Venían de Medellín, Colombia, donde habían emigrado hace unos años desde que dejaron Venezuela atrás con el ánimo de iniciar una nueva vida. Tenían un nuevo anhelo.

Pero esa noche de viernes, en el kilómetro 62 de la carretera que une el sector El Seco y la Azumbilla, en la población Santa Ana Ocotepec Cañada Morelos, en Puebla, México, en un instante todo cambió para la familia Laguna Ortega.

La camioneta tipo van contratada por unos coyotes en la que viajaban 17 migrantes de Venezuela, Ecuador y Cuba que partió desde Chiapas, en la frontera sur con Guatemala, y llevaba como destino a la ciudad de Acuña, Coahuila, en los límites con Texas, se salió de la carretera.

El automóvil de placas de circulación DNY-757-D se volcó, y según quedó registrado en el reporte de las autoridades de tránsito de Puebla, dio sucesivos giros hasta chocar contra el borde de la montaña.

El siniestro dejó un saldo de ocho muertos, incluyendo al niño venezolano Johendry José. El grupo de migrantes era trasladado de forma clandestina con el propósito de cruzar el Río Grande.

La madre y la hermana de Johendry José sobrevivieron, pero fueron hospitalizadas en estado de gravedad. Las trasladaron a distintos centros de salud: al Hospital General de Tehuacán, a la mamá del niño, y a la hermana al Hospital de Ciudad Serdán, ambos en Puebla.

En la lista oficial de fallecidos se incluyeron una bebé y seis mujeres. De ellas, dos eran cubanas, y dos ecuatorianas, la bebé también era de nacionalidad ecuatoriana. Dos fallecidas quedaron sin identificar, pues no llevaban documentos.

El chófer del transporte conducía a exceso de velocidad, perdió el control al llegar al paraje conocido como La Herradura del Diablo o Cuestecilla, y luego del indecente huyó del lugar.

Johendry José estudiaba sexto grado de primaria. Lo llamaban cariñosamente “Roro”. Le gustaba el fútbol, los videojuegos y los autos, al igual que su padre, Hendry Laguna, quien escribió este mensaje:

—Ya a un mes de tu dolorosa partida mi amor. Te extraño tanto, no sabes el vacío que dejaste en mí, mi niño bello y hermoso, te voy a amar para toda la vida.

El 14 de agosto la Arquidiócesis de Puebla ofreció una misa dominical por las víctimas, entre ellas Johendry José, y pidió un mejor trato y resguardo para los migrantes que cruzan por México.

—Por las almas de los migrantes que pierden sus vidas buscando un mejor destino —dijo monseñor José Víctor Manuel Valentín Sánchez Espinos, arzobispo de Puebla, según reseña de prensa local.

Cerca de

30 mil

NNA venezolanos han atravesado el territorio mexicano para llegar a EE.UU. durante 2022 (población de tránsito). 16.590 NNA venezolanos residen en México en condición regular.

Fuente: Unicef 2022, OIM 2022, Plataforma R4V 2022.

Yurvi Caridad

(6 años)

Asesinado el 21 de septiembre de 2022 en la selva del Darién, frontera entre Colombia y Panamá

—Están disparando —gritó Argenis Portillo, de 46 años, y abrazó al niño —cuenta su esposa Yennifer Meleán de Portillo.

Argenis sintió que una bala lo hirió en el rostro, pero solo pensaba en proteger a su sobrino, Yurvi Caridad, de 6 años, luego de que un grupo de malhechores los sorprendieron en medio de la selva del Darién y comenzaran a disparar contra el grupo con quienes viajaba.

18 miembros de su familia, los Caridad Portillo, oriundos de Maracaibo, estado Zulia, fueron emboscados por grupos armados. Los criminales los asaltaron y secuestraron por varias horas durante la mañana del 21 de septiembre de 2022.

La familia se había planteado como meta colectiva llegar a Estados Unidos y atravesar la peligrosa ruta que separa a Colombia de Panamá, a pesar de los riesgos. Pensaron que al hacerlo unidos tendrían más oportunidades.

—Cuando faltaba una escasa hora para llegar a Panamá, a punto de terminar la travesía de la selva, de la nada salieron dos grupos de hombres armados hasta los dientes y dispararon sin mediar palabras —dice Yennifer Meleán de Portillo, quien relata el periplo de su esposo y familiares.

—Se formó una balacera, todo el mundo se dispersó —continúa Yennifer

En medio de la confusión, Argenis se tiró al piso, pero fue inútil, una bala hirió de muerte al niño.

—Fue una bala en la sien, a Yurvi lo mataron de un tiro en la sien —asegura Argenis Portillo

Los criminales tenían acento extranjero, otros eran indígenas panameños y actuaban con mucha violencia, aseguran los Caridad Portillo.

—Daban miedo. Fue una película de terror —dijo Argenis.

El suceso fue reportado por el Servicio Nacional de Fronteras (Senafront) de Panamá en un comunicado en el que precisó que el lugar del ataque fue la zona conocida como Tres Bocas, en la provincia de Darién, en el lado panameño de la selva.

Argenis fue herido en el costado del pómulo, la bala le entró por la nariz y le salió por un oído. Una mujer dominicana que los acompañaba en la ruta también recibió un disparo.

—Mi esposo se hizo el muerto para sobrevivir. Cuando ya no escuchó a los maleantes, abrió los ojos y comenzó a caminar para buscar ayuda —relató Yennifer.

Malherido y con el cuerpo de su sobrino a cuestas, Argenis caminó durante siete horas por la calurosa selva, hasta que fue hallado por autoridades de Panamá, quienes lo auxiliaron, lo llevaron a un hospital y desde allí logró llamar a su esposa, Yennifer, quien estaba en Maracaibo.

El resto de las víctimas fueron rescatadas y evacuadas. Pero el sueño se desvaneció y devino en tragedia.

El asesinato del pequeño Yurvis dejó en estado de shock a sus padres, Dangelo Caridad y Yesenia Mercado —dijo Argenis.

Los padres del niño quieren continuar su ruta hacia Estados Unidos.

—Lo van a cremar, y se llevarán las cenizas de Yurvi con ellos a donde vayan. Muy triste, porque quien supera esa carga. Han perdido el norte —comentó Yennifer.

9.801

niñas y niños cruzaron la selva del Darién entre enero y julio de 2022.

5.670 eran NNA venezolanos.

Fuente: Servicio Nacional de Fronteras (Senafront) de Panamá 2022, Efecto Cocuyo 2022, Venezuela Migrante 2022.

Hellen Rodríguez Pérez

(10 años)

Falleció el 20 de septiembre de 2022 en la selva del Darién, frontera entre Colombia y Panamá

—Mamita no te sueltes —le dijo Karla Pérez Ruiz, a su hija Hellen Rodríguez Pérez, de 10 años, antes de que la arrastrara el río en uno de los tantos cruces de cauces que hay que superar en la travesía de la selva del Darién.

Una crecida del afluente fue la señal de alerta de que una fuerte corriente los tumbaría y se llevaría a la niña río abajo.

Tras ocho años en Colombia, Karla Pérez Ruiz, una venezolana nacida en el estado Falcón, decidió emprender un nuevo rumbo y volver a migrar.

—Colombia ya no era una opción, allí la vida es cada vez más cuesta arriba, hay desempleo y salarios bajos—contó Karla.

Karla tampoco veía alternativas en otros países de América Latina. Para ella “ninguno está bien”.

Así que sin pensarlo mucho, y al ver que otros migrantes lograban traspasar la frontera sur de Estados Unidos, decidió emprender viaje con sus dos hijos, el varón de 13 años, y su pequeña hija Hellen Rodríguez Pérez, de 10 años. A la aventura se les sumó su hermana menor de 19 años.

Karla y su familia confiaron en unos guías que les recomendaron para sortear el duro camino del Darién. Pero fueron abandonados a mitad de camino y teniendo por delante el trayecto más rudo de la selva.

—Apenas pagamos, nos dejaron botados —contó Karla.

—Esa selva es una pesadilla. El recorrido es agobiante. El entorno inhóspito. Ves la muerte en cada paso —agregó.

A pesar de esas certezas, Karla estaba convencida que lograrían pasar.

—Buscaba un mejor futuro para su familia, pero me equivoqué —reflexionó Karla.

—Ver como el agua arrastraba a mi niña sin poder hacer nada fue una tortura —se lamenta la joven madre.

Hellen Rodríguez Pérez murió ahogada el 20 de septiembre de 2022. Funcionarios del Servicio Nacional de Fronteras (Senafront) de Panamá recuperaron el cuerpo de la niña venezolana.

La hallaron en la zona de Tacartí, un área intrincada de la selva, en territorio panameño.

Las autoridades rescataron a la madre, a la tía de la niña y al hermano, a quienes también se los había llevado la corriente.

—Es un dolor que no se puede describir —afirma Karla —quien agrega que da gracias a Dios por haber recuperado el cuerpo de su pequeña para iniciar los trámites legales de su repatriación.

A pesar de la tragedia, Karla, su hermana y su hijo decidieron continuar su recorrido hacia Estados Unidos. Probablemente estén varados en algún punto de Centroamérica o de México, luego del nuevo proceso de control migratorio para ciudadanos venezolanos que deseen entrar a territorio norteamericano.

—Esta pérdida es una herida que nos dejó en un limbo —dijo Karla.

5

NNA han fallecido en el cruce del Darién entre enero y octubre de 2022 (4 ahogados, 1 asesinado).

2 eran niños venezolanos.

Fuente: Unicef (2022).

Por cada niño, niña o adolescente incluidos en este sumario del infortunio, hay una familia rota que se ve afectada por sus ausencias de muchas maneras. Los impactos de las muertes de niños migrantes o refugiados en las familias que dejan atrás son devastadores y complejos, son heridas profundas que en la mayoría de los casos no cicatrizan.

Para la sociedad venezolana, también rota, queda el deber de concientizar que estas pérdidas representan un duelo colectivo, y que sus ausencias sean una exhortación a que otros no tengan similar destino.

Producción realizada en el marco de la Sala de Formación y Redacción Puentes de Comunicación III, de la Escuela Cocuyo y El Faro. Proyecto apoyado por DW Akademie y el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores de Alemania.