Cata de Cacao
Historias vivas de un pueblo, su gente y su tierra
por Anaís Marichal y Dayana Bermúdez
Las historias de esta Cata de cacao son una invitación a conectar con el otro, a conocer un rincón minúsculo en la inmensa geografía de Venezuela, a descubrir los rostros que le dan vida, al labrar la tierra, a la producción del chocolate. Este especial multimedia, compuesto por un corto documental, crónicas, vídeos, fotogalerías y un poema sonoro, es nuestro tributo a esta tierra. En días de confinamiento global, queremos que este recorrido virtual sirva para conocer los rostros detrás de una tradición ancestral que se niega a ser olvidada
El tesoro de Cata es un fruto de almendras blancas, moradas y rosas. Cuelga oculto entre mazorcas naranjas, verdes, rojas y amarillas que nacen de diminutas flores. Viene de la tierra, el cacao, y crece en el tronco de los árboles, a la sombra de la montaña del Parque Nacional Henri Pittier.
Allí, en las entrañas de la costa de Aragua, varios catenses, liderados por cuatro mujeres, custodian las tierras de la Hacienda Campesina Cata. Es en este lugar donde ellos han decidido preservar, a como dé lugar, la tradición cacaotera.
Iniciemos entonces este viaje por los cultivos de Cata para observar, escuchar, leer y sentir a los hacedores del cacao.
Más que un mirador
El pueblo de Cata se asoma a los pies del bosque nublado del Parque Nacional Henri Pittier, en Aragua, al centro-norte de Venezuela. La tupida vegetación y la neblina se mezclan ocultando los monos aulladores de pelaje rojizo.
La palabra Cata para muchos evoca la bahía de aguas azuladas, una hilera de cocoteros y dos torres que se atraviesan en el paisaje. Pero en estas tierras también crece el cacao criollo, que por su calidad y gusto se le conoce como “cacao fino” o “de aroma”. Cacao que sabe a almendras, nueces, cambur, limón o naranja. Estos granos fueron los que, a partir del siglo XVI, le dieron fama internacional a Venezuela como país productor. Muchos chocolateros aún esperan la cosecha para preparar tabletas de chocolate y bombones.
Porque es en este país donde se registra la mayor biodiversidad del fruto. En la Hacienda Campesina Cata, los troncos de las matas de 11 variedades de cacao criollo se cargan de flores que luego se convierten en mazorcas a la sombra de árboles de cedro, samán, jobo, fruta de pan, plátano, tamarindo chino y bucare del bosque tropical. Hace años, cuando la producción estaba en auge, la comunidad entera de cantenses limpiaba, tumbaba y desgranaba entre cantos a san Juan Bautista.
Catenses es el gentilicio de quienes nacieron entre las calles estrechas del pueblo, de quienes beben agua del río que baja de la montaña, pescan camarones con cestas o a mano pelada, o comen pescado fresco con cambur morado. Catenses son los Lira, Díaz o Croquer, apellidos originarios de este territorio, que luego se mezclaron con los Silva, Pacheco, Brizuela, Malavé y Matos.
Aquí contamos, a un giro del cursor, la historia de varios de estos catenses. Para que quede claro por qué Cata es mucho más que un mirador de aguas cristalinas.
Las historias de esta Cata de cacao son una invitación a conectar con el otro, a conocer un rincón minúsculo en la inmensa geografía de Venezuela, a descubrir los rostros que le dan vida, al labrar la tierra, a la producción del chocolate. Este especial multimedia, compuesto por un corto documental, crónicas, vídeos, fotogalerías y un poema sonoro, es nuestro tributo a esta tierra. En días de confinamiento global, queremos que este recorrido virtual sirva para conocer los rostros detrás de una tradición ancestral que se niega a ser olvidada
El tesoro de Cata es un fruto de almendras blancas, moradas y rosas. Cuelga oculto entre mazorcas naranjas, verdes, rojas y amarillas que nacen de diminutas flores. Viene de la tierra, el cacao, y crece en el tronco de los árboles, a la sombra de la montaña del Parque Nacional Henri Pittier.
Allí, en las entrañas de la costa de Aragua, varios catenses, liderados por cuatro mujeres, custodian las tierras de la Hacienda Campesina Cata. Es en este lugar donde ellos han decidido preservar, a como dé lugar, la tradición cacaotera.
Iniciemos entonces este viaje por los cultivos de Cata para observar, escuchar, leer y sentir a los hacedores del cacao.
Más que un mirador
El pueblo de Cata se asoma a los pies del bosque nublado del Parque Nacional Henri Pittier, en Aragua, al centro-norte de Venezuela. La tupida vegetación y la neblina se mezclan ocultando los monos aulladores de pelaje rojizo.
La palabra Cata para muchos evoca la bahía de aguas azuladas, una hilera de cocoteros y dos torres que se atraviesan en el paisaje. Pero en estas tierras también crece el cacao criollo, que por su calidad y gusto se le conoce como “cacao fino” o “de aroma”. Cacao que sabe a almendras, nueces, cambur, limón o naranja. Estos granos fueron los que, a partir del siglo XVI, le dieron fama internacional a Venezuela como país productor. Muchos chocolateros aún esperan la cosecha para preparar tabletas de chocolate y bombones.
Porque es en este país donde se registra la mayor biodiversidad del fruto. En la Hacienda Campesina Cata, los troncos de las matas de 11 variedades de cacao criollo se cargan de flores que luego se convierten en mazorcas a la sombra de árboles de cedro, samán, jobo, fruta de pan, plátano, tamarindo chino y bucare del bosque tropical. Hace años, cuando la producción estaba en auge, la comunidad entera de cantenses limpiaba, tumbaba y desgranaba entre cantos a san Juan Bautista.
Catenses es el gentilicio de quienes nacieron entre las calles estrechas del pueblo, de quienes beben agua del río que baja de la montaña, pescan camarones con cestas o a mano pelada, o comen pescado fresco con cambur morado. Catenses son los Lira, Díaz o Croquer, apellidos originarios de este territorio, que luego se mezclaron con los Silva, Pacheco, Brizuela, Malavé y Matos.
Aquí contamos, a un giro del cursor, la historia de varios de estos catenses. Para que quede claro por qué Cata es mucho más que un mirador de aguas cristalinas.
Historias
Crónicas y fotogalerías
Historias
Crónicas y fotogalerías
Estos cacaos nos atrapan,
seducidos caemos en las redes,
como son finos hilos de luz
y nos dejamos arrullar
por esta voz hasta el amanecer.
Cata
Estos cacaos nos atrapan,
seducidos caemos en las redes,
como son finos hilos de luz
y nos dejamos arrullar
por esta voz hasta el amanecer.
Cata
Esta Cata de cacao fue el producto final de una tesis de grado realizada por Dayana Bermúdez y Anaís Marichal con tutoría de Liza López para la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela, con resultado sobresaliente mención publicación ante el jurado.
Créditos
Investigación, producción, redacción:
Anaís Marichal
Dayana Bermúdez
Fotografías y videos
Dayana Bermúdez
Anaís Marichal
Edición de video
Dayana Bermúdez
Carlos Bello
Anaís Marichal
Curaduría editorial
Liza López
Edición
Jonathan Gutiérrez
Corrección de estilo
Ysabel Viloria
Diseño del sitio web
Anaís Marichal
Montaje
Carlos Bello