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Lo que inició como una iniciativa para donar peluches fabricados con tela de segunda mano, en dos años ha logrado proyectarse como un emprendimiento de triple impacto: en lo económico, lo social y lo ambiental. Mariangel Molina cuenta cómo junto a su socio Andrés Solórzano siguen superando desafíos para decir #LatimosEnVenezuela

[Mariangel Molina, 34 años, Caracas. Emprendedora, cofundadora y directora general de Leather Heart. @leatherheart]

“Seguir en Venezuela es una decisión absolutamente consciente. Este es nuestro país, es un lugar con oportunidades maravillosas. Por supuesto que tiene un montón de retos y sí, siempre nos encontramos ante un nivel de dificultad más alto, pero irse a otro país no significa dejar los problemas atrás.

¿Planes de irme como para nunca más volver? No, pero viajar y conocer otras experiencias y descubrir qué están haciendo en otros países siempre es valioso. El planeta es el hogar de todos, es algo que tenemos en común. Me gusta conocer el trabajo de colegas latinoamericanos. Se trata de viajar, conocer y pensar en la expansión. Siempre pensamos salir del país para crecer en conocimiento y poder aplicarlo aquí.

Fotos Cortesía Leather Heart Corazón de cuero

Sabemos que se presentarán retos distintos pero nosotros amamos lo que hacemos. Amamos que nuestro proyecto haya nacido aquí, que le haya servido como oxígeno a muchos emprendedores que nos siguen y que sea ejemplo para empresas grandes que tienen el potencial de crear un impacto social mayor y replantearse sus procesos. Aquí es donde está nuestro Corazón de cuero.

Leather Heart fue ideado en 2017 y nació formalmente en enero de 2018. Es la transformación de un emprendimiento que mi socio Andrés Solórzano y yo teníamos, se llamaba Closettine, una plataforma web para la compra y venta de ropa de segunda mano. Queríamos darle una vuelta, que fuese más social, que tuviese un propósito. Así surgió la idea de hacer peluches con la ropa que no se pudiese vender a través de la plataforma para poder regalárselos a niños en situación de vulnerabilidad.

Tomamos la decisión de separar las marcas y consolidar a Leather Heart Corazón de cuero como un emprendimiento social de triple impacto cuyos valores buscan redefinir el sentido de éxito en los negocios.

Este triple impacto significa que queremos resultados positivos en tres aristas: lo económico, porque ofrecemos empleo de calidad a mujeres pertenecientes a comunidades desatendidas y les facilitamos herramientas para crecer personal y profesionalmente; lo ambiental, porque reutilizamos y reciclamos textiles para elaborar a mano los peluches; y lo social, porque con la compra de cada peluche apoyamos a distintas organizaciones asociadas con alimentación, educación o reforestación. 

En junio de 2019 obtuvimos la Certificación B (otorgado por Certified B Corporation) a través de una rigurosa evaluación internacional que mide y reconoce los impactos positivos que está generando la organización.

Hemos construido un equipo maravilloso, siempre decimos que somos como una familia. De hecho Javier, quien se encarga de la parte administrativa y la proyección de números, es hermano de Andrés. Chel es mi amigo y de Andrés. Andrea y José Gregorio, quienes están en el equipo de bordado, también los conocemos desde hace mucho tiempo. Es un equipo cercano al que le emociona pensar que más adelante va a poder crecer aún más.

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Una de las cosas que me ha motivado a estar aquí es seguir impulsando el camino para que Venezuela se convierta en una referencia regional y mundial de las cosas bien hechas desde las pasiones de cada quien. Desde estos espacios podemos construir un mejor presente y en consecuencia un mejor futuro.

Desde que separamos a Leather Heart de Closettine sabíamos que debíamos buscar a las personas encargadas de confeccionar los peluches, porque la diseñadora que hizo los prototipos ya tenía su trabajo, su propia marca, y no tendría tiempo para coser cien peluches, por ejemplo. Iniciamos la búsqueda, fuimos a un nodo de costura en Guarenas (estado Miranda) donde estaban recibiendo clases. Todas las que estaban ahí se enamoraron del proyecto y empezamos de una vez las capacitaciones de costura porque ellas sabían crear faldas, camisas, franelas, etc., pero no era lo mismo elaborar un peluche.

Pasamos por un proyecto de aprendizaje de doble vía en el que ellas aprendían a crear peluches y nosotros a gestionar un equipo grande. En Closettine éramos solo cuatro personas y en Leather Heart estábamos formando a un grupo de 20 mujeres.

Nos hace muy felices decir que ellas se han convertido en el sostén de su hogar gracias al proyecto y que han tenido una transformación personal que también ha impactado a su entorno familiar y a su comunidad, gracias a las experiencias que han vivido con nosotros. Creo que cada experiencia Leather Heart es distinta y en todas hay aprendizajes maravillosos para todo el equipo y las personas que son parte de los beneficiarios. En nuestras actividades de donación tenemos contacto con las comunidades con las que trabajamos. La primera experiencia con niños fue en enero de 2018 cuando fuimos a Margarita a bendecir el proyecto. Andrés, María Emilia (nuestra otra socia) y yo fuimos a ver a la Virgen del Valle y a visitar Yayita, la persona que escribió el cuento de Corazón de cuero que narra la historia de nuestros personajes Pepe, Pancho y Ela. Ella nos hizo el contacto para ir a la comunidad de Antolín del Campo, un municipio de Nueva Esparta. Hicimos una entrega muy pequeña, fueron trece peluches que les dimos a los niños de la zona. Merendamos, les contamos nuestro cuento de Corazón de cuero y pasamos una tarde bonita.

En diciembre de 2020 estuvimos en El Cementerio, Caracas. Mientras realizábamos una entrega de peluches se formó una balacera entre cuerpos policiales y círculos armados de la zona. Ahí aprendimos que el equipo lo es todo.

En ese momento no teníamos la posibilidad de salir del lugar porque lo cerraron, lo acordonaron y debíamos permanecer reunidos con los niños. Igual nosotros decidimos seguir adelante y fue realmente gratificante ayudar a esos pequeños a olvidarse por un rato de una situación que produce tanto estrés y ansiedad, a pesar de que los entornos convierten esos eventos en algo natural.

En nuestra actividad hicimos tanto ruido que los juegos opacaron el ruido de las balas, al salir el panorama era otro. Andrés intentó salir del espacio en el que estábamos reunidos para grabar unos videos y el intercambio de balas se oía perfectamente. En un mismo lugar se experimentaban cosas distintas.

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Estoy disfrutando cada día del camino y del proceso. Nosotros más que premiar resultados premiamos el proceso. Como emprendedora, la motivación o el estado creativo no es algo que esté presente todos los días. Los caminos del emprendimiento y de la vida no son lineales, no existe un paso a paso de que si yo hago esto obligatoriamente el resultado será este. Puede que sí, puede que no.

Latir en Venezuela es estar aquí y ahora, estar presente y consciente cada día, así es como se toman las decisiones. Yo siempre me pregunto, me cuestiono si la Mariangel del futuro estaría agradeciendo lo que la Mariangel del presente está haciendo. Si la respuesta es afirmativa, entonces voy por buen camino.

La pandemia nos ha hecho replantearnos muchas cosas, evaluar la relación que teníamos con nuestros clientes e incluso la que teníamos en el equipo interno. Cada evento tiene un aprendizaje y para nosotros esto fue salir del piloto automático del que veníamos en 2019. Nos preguntamos por qué estamos acá, para qué existimos como individuos, para qué existen las organizaciones de las que somos parte o qué estamos construyendo. Ha sido valioso considerar que solamente con la suma de la inteligencia colectiva de los esfuerzos y las habilidades de todos los que tenemos cerca vamos a salir adelante. Me encanta que haya interés en lo que se está haciendo con muchísimo amor en Venezuela. Muchas personas piensan que como somos una empresa con Certificación B, entonces tenemos un certificado de perfección y no hay nada más alejado de la realidad. Nosotros todavía estamos deseosos de aprender cosas nuevas cada día para aplicarlas e inspirar a otros a través de nuestra propia experiencia. Tenemos un equipo pequeño que sueña con hacerse más grande y que siempre quiere impactar positivamente con sus acciones, no solo dentro de la organización sino fuera de ella: multiplicar lo bueno en nuestras familias, amigos, cercanos.