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En un barrio de Caracas, en medio de una reunión, los asistentes toman sopa y un animal de rapiña pasa de visita y también busca su ración de comida. Otra historia de nuestra serie #EstoEsCotidiano

—¡Llegó Richard! —grita una señora— ¡Llegó Richard!

Varios en el patio de la casa voltean hacia los árboles, un par de personas y yo no lo hacemos porque estamos buscando a Richard en la entrada de la casa.

—Míralo allá —me dice una niña, señalando las ramas de una de las matas de aguacate sembradas al otro lado del patio—. ¿Tú no sabes quién es Richard?

Ella me interroga y me deja al descubierto. Ahora todos los que están alrededor saben que soy un nuevo, que vine solo a tomar sopa y además ni siquiera conozco a Richard.

La verdad, no conozco a los presentes ni al dueño de la casa. Yo vine porque me invitó una amiga para tomar unas fotos. Vine con Anaís, quien ya vio a Richard y me observa con el ceño fruncido que enseguida se transformó en una media sonrisa y un “no entiendo qué pasa”.

Tengo una cerveza en la mano que me dieron antes de la llegada de Richard cuando estaba buscando un pote para que me sirvieran la sopa.

—¿Quieren sopa? Busquen un pote y díganle a Catalino —nos indicó un hombre descamisado y con un pote de arroz chino en las manos donde sólo había huesos y algunas verduras.

Entré a la sala y luego a la cocina como “Pedro por su casa”, nadie me preguntó qué hacía ni qué buscaba. Alguien me dio la cerveza y me dijo: “la cucharilla también”.

Salí de nuevo al patio, pero en esa oportunidad con una mano vacía y una cerveza en la otra. Entonces llegó Richard.

Negro como chaqueta de policía, silencioso cual ladrón en la noche, hambriento como todos los que estamos allí y parado en una rama del árbol de aguacate como el zamuro que es.

—Baja, Richard, ven a comer —lo llama un hombre con una taza llena de pollo crudo—. Deja la pena ven a comer.

Richard baja hasta un mesón, aletea y el hombre que lo llamó estira su mano con un trozo de pollo. El zamuro come y él hombre le acaricia la cabeza.

Luego de tres pedazos de pollo, Richard se va. El hombre que lo alimentó suelta la taza y se acerca a mi amiga. Ella lo saluda, se abrazan y caminan hacia mí. Él estira su mano, la mano del pollo, la mano con la que acarició a Richard y me dice.

—Mucho gusto —estrecho su mano—. Soy Catalino ¿Dónde te sirvo la sopa?

Fotos Anís Marichal