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MAYTHE ALEXANDRA MATAMOROS VÉLEZ, 48 años, odontólogo,voluntaria en el Vaso de avena, vive en Caracas @MaytheMatamoros

“Mi familia y yo somos ecuatorianos. Cuando llegamos a Venezuela yo tenía seis años. Mi papá se vino porque estaba la situación muy difícil allá. Mi mamá es modista profesional y mi papá trabajaba en el sector público. En ese momento se hablaba del boom petrolero en Venezuela y vinimos buscando esa tacita de oro que era este país.

A mi papá no le fue muy bien al principio, pero pudimos salir adelante. Tuvimos dificultades porque nos tocó estar en lugares difíciles. Juntos logramos tener un taller de costura. Aunque en algún momento por añoro mi papá quiso volver. Pero nos quedamos. Hoy yo podría irme, pero no quiero.

Nunca me sentí extranjera. Entonces pienso que para qué devolverme a Ecuador cuando mi patria es Venezuela. Esta labor de voluntariado que hago los viernes en la Asociación de Desarrollo Integral Comunitaria en El Placer de María es lo que me permite conectarme más, arraigarme aquí. ¿Y de qué manera? Ayudando.

Entregamos 90 vasos de avena a niños de la comunidad. Es un proyecto que nació en septiembre. En el colegio donde estudian mis hijos hicieron un abordaje a todas las mamás que quisieran colaborar. Yo soy una de esas siete que asumió el compromiso.

Siento que estos niños han ido modelando su conducta. Al principio se peleaban, no compartían. Ahora se sientan tranquilos a tomarse la avena. ¡Somos el equipo de la avena! Después que comen, hacemos actividades recreativas con ellos, leemos un libro, diseñamos tarjetas, investigamos sobre un tema que a ellos les interese, bailamos y reforzamos valores. Lo más importante es que lo que acá aprenden lo reflejan con sus familias y comunidades.

El vaso de avena es un punto de motivación y del que se puede lograr el cambio. Es reinventarnos para poder aportar y para que estos niños tengan oportunidades. Todo esto surge porque estábamos viendo que no se alimentaban bien, lo que incidía en la deserción escolar.

De aquí salgo a mi trabajo enriquecida y con energía. Y me digo que hay un motivo más. Esta experiencia incluso me permite entender más a mi familia y mi entorno, ayudarlos y apoyarlos. Como odontólogo lo hago muy a menudo, he tenido pacientes que llegan con un dolor de muela y no tienen cómo pagar una consulta, los atendemos igualmente.

Es través de esto que consigo ese afecto que me hace sentir que todavía se puede continuar en Venezuela. Esa es mi colaboración, sacarle a la gente eso bueno que tiene que a lo mejor no conoce.

Quizás veníamos de una Venezuela un poco egoísta, donde cada quien andaba por su lado. Ahora nos toca ser diferentes y crear mejores lazos. Como profesional me toca trabajar más para poder prestar un servicio odontológico. Esta es un área que está quedando vacía: la salud bucal.

Venezuela no tiene que ser como la de antes, tiene que ser mejor. La del pasado estaba bien, pero no era suficiente. Por eso yo me imagino a estos niños grandes, tomando su rumbo como profesionales. Aquí hay artistas, dibujantes, lectores, músicos. Eran niños apáticos, ahora dan afecto. Esta labor me motiva a pensar cada día en ellos. En la semana busco qué les puedo llevar, cuándo los voy a ver. Eso me permite también integrarme más con mis hijos.

Mi ideal es construir un país nuevamente. Tengo fe de que esto va a cambiar. Y a medida que atiendo a un paciente le transmito este ánimo. Sí, hay días en que me siento mal, pero no saco nada con eso. Me concentro en seguir buscando el aporte para conseguir azúcar, avena, leche y canela. De hecho, mis hijos me preguntan que hasta cuándo será el vaso de avena, y yo les digo que espero que sea por mucho tiempo, para ver crecer a estos niños. Por eso insisto en continuar creyendo.