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Muchos venezolanos en la diáspora celebran su Navidad con gaita, ponche crema, ensalada de gallina, hallacas y pan de jamón. Esta es una serie de crónicas transmedia que cuenta las historias de algunos criollos que emigraron y mantienen el sabor de su país desde otras latitudes del mundo. Pueden ver todas las crónicas multimedia en nuestras redes @marcapasosven #HistoriasDeAlla #HistoriasQueLaten

Texto por: Anaís Marichal y Gabriela González Blumenthal

Lejos del calor del Caribe, en la lluviosa y fresca Seattle, al norte de Estados Unidos, la cena navideña de Ghaddra González tiene hallacas, jamón horneado, ensalada y ponche crema y el pan de jamón que ella y su hija Adharah prepararon juntas brilla como el ámbar sobre un una bandeja. Cada diciembre desde hace cuatro años Ghaddra utiliza su receta del pan de jamón: unas hojas con pequeñas arrugas y manchas, gastadas por el tacto, con notas y apuntes que ha ido intercambiando con sus amigas venezolanas en otras partes del mundo.

En Vancouver, Canadá, Oriana Galindo y su familia se reúnen alrededor de la mesa con hojas de plátano, bolitas de masa amarillas como el maíz y un gran envase con guiso de carne para preparar hallacas. Le pone una almendra a cada una y un extra de masa, obtuvo la receta de su abuela y la sigue al pie de la letra.

Hacia el sur, en Santiago, Chile, el taquiti-taqui de las gaitas zulianas suena en el apartamento de Zulay Sulbarán y su novio, Luis Silvio. Viven solos, lejos de sus familias, llegaron allí el 25 de diciembre del año pasado. Mientras ella amasa, rellena y cierra, su novio la ayuda barnizando la masa con claras de huevo antes de llevarla al horno.

Otros viven y cocinan solos. Rolando Caputo organiza meticulosamente la harina, la levadura, las pasas, las aceitunas y las lonjas de tocineta y de jamón. Dispone todo sobre el pulcro mesón de su cocina con estricto orden, como si estuviera en una línea de producción o a punto de empezar a conducir un programa de cocina. Después de todo, preparar pan de jamón y mostrarles sabores venezolanos a sus amigos es una de las cosas que más disfruta desde que vive en Santo Domingo, República Dominicana.

En la misma ciudad, Anaibis Maiz también hace pan de jamón y hallacas para venderlos, pero también para mantenerse en contacto con sus raíces y tradiciones familiares.

En China, Gabriela Durán hace hallacas por cuarto año consecutivo. Nunca las había preparado hasta 2014, un año después de haber llegado a Shanghái, cuando se le ocurrió averiguar cómo podía conseguir los ingredientes, hojas de plátano y pabilo en algún lugar de aquella ciudad del gigante asiático para empezar a hacer hallacas con un grupo de amigos venezolanos.

Algunos cocinan entre amigos y otros van pasando la tradición a los más pequeños de la familia. Elba Martínez, de 72 años, ha preparado pan de jamón cada diciembre durante un cuarto de siglo, incluso aquella vez que pasó Navidad en Lyon, Francia o cuando estuvo en Chicago, Estados Unidos. Ahora vive en Almería, España, desde hace un año. Ya no tiene familia en Venezuela, pero desde el mediterráneo sigue haciendo pan de jamón con su hijo, Daniel, porque quiere enseñarle la tradición a su nieto Pablo, de seis años, que nació en Alemania.

Las festividades tienen sus platos representativos, como la rosca de Reyes que se come cada seis de enero en España, el pan de muerto para el Día de los Muertos en México, o el pavo de Acción de Gracias en Estados Unidos. En la celebración navideña de los venezolanos, las hallacas y el pan de jamón tienen un papel principal en las cenas de Nochebuena y fin de año.

Los dos platos son una tradición culinaria que ha pasado por las mesas de los venezolanos de generación en generación como representación de unión y celebración. Tanto es así, que Rafael Cartay, teórico de la gastronomía venezolana, asevera en el Diccionario de cocina venezolana que “más que gobierno, territorio y población, un país requiere de un sentimiento compartido de identidad, de pertenencia y de un sentido coherente y compartido de propósito y dirección, es decir de tradición valorizada”.

Ghaddra, Oriana, Zulay, Rolando, Anaibis, Gabriela y Elba no se conocen, pero todos son venezolanos que viven en el extranjero, y sus historias son solo siete de los 3,3 millones de migrantes criollos que aparecen como números en el informe de la Agencia de Naciones Unidas para Refugiados. Desde República Dominicana, Estados Unidos, Canadá, España y hasta en China, algunos venezolanos ponen hallacas y pan de jamón en sus mesas como un ritual para celebrar la Navidad, pero también para recordar y mantener el sabor de su país en cualquier latitud.

Vídeo por: Carlos Bello

Esta crónica multimedia es parte de nuestra nueva serie Historias de allá. En la época de la diáspora, hay una tradición que se mantiene: la de nuestra mesa navideña. Las hallacas, protagonistas de diciembre, le dan la vuelta al mundo.