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Su nacimiento estuvo marcado por un hecho singular. El 26 de mayo de 1939, a las 5:30 de la tarde, mientras sonaba la ópera Tristán e Isolda en Radio Nacional, Elena, su madre, la traía al mundo en una habitación de la casa del matrimonio Heredia-Concha, ubicada en San Felipe, estado Trujillo. Su padre, Cipriano Heredia César, se deleitaba con el fondo operístico y los compases de un aria. Posiblemente del acto II del dúo de amor. La historia del romance de los amantes y sus luchas por mantenerse unidos seguramente marcaron la determinación con que Isolda Elena emprendió desde esa tarde en la que nació, y hasta el día de hoy, los caminos que la han llevado a concretar muchos proyectos y a defender muchas causas.

Una de esas sendas conduce hasta su casa, que ya no queda en Los Andes, donde por azar nació, ni en Barinas donde creció, sino más cerca de la capital, en El Hatillo. Unos pocos escalones de ladrillo rojo, blindados entre dos muros también color escarlata, llevan a una puerta enrejada que guarda celosa el hogar donde habita desde hace 20 años Isolda Elena Heredia de Salvatierra. Al pasar esta sólida antesala, todo indica que el tiempo ha transitado y dejado su huella, tal como lo ha hecho la dueña de casa.

Isolda –pómulos marcados, tez color miel, cabello castaño y ojos achinados– invita a transitar por un pasadizo lleno de fotos familiares. Y así se presenta:

—Soy Isolda Heredia de Salvatierra, defensora de los derechos humanos de las mujeres en Venezuela y en el mundo, y esto se ha convertido en una causa de vida.

Franca y sin rodeos, como su sonrisa amplia que exhibe sin pudor, comienza un monólogo que fortalece con gestos arabescos en el aire. Repasa en su relato un recorrido de retos en su vida familiar, en su trayectoria política, en su defensa de los derechos humanos, y en especial, los de la mujer.

Uno de esos desafíos, y al cual se ha entregado con fervor en los últimos años, arrancó en 2006. Aquel año fue para Isolda un momento de encuentro con una de sus fortalezas: la devoción cristiana. Trabajaba entonces como asesora en la Pastoral del Abrazo en Familia y recibió una beca para asistir a Santiago de Compostela (España), a cursar un máster de Orientación y Asesoramiento Familiar. La invitaron a hacerse cofrade de la Archicofradía Universal del Apóstol Santiago, de la Catedral de Santiago de Compostela y es allí donde recibió su unción. Vivir en la propia Arquidiócesis de Santiago, junto a 47 personas de diferentes países, fue la experiencia que le abrió a la idea de hacer en Caracas una réplica del Camino de Santiago.

—En abril de 2006 nace el Camino de Santiago en Caracas para cumplir el mandato asumido por la Archicofradía Universal del Apóstol Santiago de rescatar esa devoción, ya que es el patrono de la ciudad de Santiago León de Caracas.

Con la ayuda del padre Carlos Márquez, párroco de la parroquia María Madre del Redentor en Los Naranjos, la semilla de la réplica quedó en buen terreno, ya que el sacerdote tenía como patrono a Santiago Apóstol. Trabajaron intensamente en la organización del camino y el domingo 30 de julio de 2006 se dio la primera peregrinación, a la cual asistieron cerca de 500 personas.

—El Papa San Juan Pablo II nos inspiró para convocar el Camino de Santiago como la peregrinación por la paz. Porque como él decía, el Camino de Santiago siempre ha conducido a la paz y es una senda para encontrar la paz.

Ese primer año marcó el rumbo para las siguientes nueve peregrinaciones que se han venido celebrando, ahora el primer sábado siguiente al 25 de julio, fecha dedicada al Apóstol Santiago y que este año en su undécima edición, se celebra el 30 de julio. En la última de sus ediciones del año 2015, el número de asistentes superó los 2.000, con apoyo de gente de toda Caracas y del interior del país.

El Camino de Santiago que recorre El Hatillo fue el primero de América Latina. Tiene en sus 7 estaciones de peregrinaje cerca de 12 kilómetros; se inicia en la parroquia de La Anunciación de La Boyera y a lo largo de cada una de las estaciones los caminantes sellan su pasaporte de peregrinos. Finaliza con la entrega del Certificado de Peregrino en la última estación de la parroquia María Madre del Redentor de Los Naranjos. El original Camino de Santiago tiene 10 postes y 16 cruceiros que significan la Santa Cruz. La réplica hatillana tiene desde el año 2012, el primer cruceiro del camino instalado en el Parque de la Paz, en La Lagunita, con la cruz diseñada por el general Eutimio José Fugett Borregales.

El 11 de julio de 2007 se aprobó declarar la Peregrinación Anual en honor al Apóstol Santiago como festividad popular de interés público, para que quedara como una tradición. Esta iniciativa que lideró Isolda, junto a otro grupo de devotas, ha seguido multiplicándose y dejando huellas. Ahora en países como Argentina y Puerto Rico ya han comenzado a hacer sus propias rutas de peregrinación.

Isolda ha sido vecina de El Hatillo durante los últimos 20 años que ha habitado esta casa en compañía de su esposo Rafael (Rafucho) Ignacio Salvatierra, con quien contrajo matrimonio el 25 de agosto de 1962. Nacieron cinco hijos, cuatro mujeres: Isolda Elena, Ana María, Beatriz Eugenia, Adriana Alexandra y el único varón: Rafael Ignacio. De ellos les han nacido 14 nietos y un bisnieto.

Su esposo no solo ha sido su compañero de vida, sino su apoyo incondicional en sus ideales y proyectos. Así lo demostró cuando ella aceptó optar para su primer cargo público: ser concejal por el Distrito Sucre, a pesar de que pensó: “Rafucho me va a matar”. Pero él le prestó apoyo en una comunión completa de principios y luchas políticas.

—Para mí, la familia ha sido la gran fortaleza y razón de vivir. Me hacen permanecer defendiendo los valores que hay que transmitir a los jóvenes y a las nuevas generaciones.

Sencilla y de cuidada apariencia, esta mujer que emprende caminos como el de Santiago se pasea por un sinfín de anécdotas que al revivirlas son mucho más que simples recuerdos, al igual que tantos objetos que decoran su casa. Como su colección de más de 250 nacimientos de tamaños y procedencias diferentes. O su serie de muñecas matrioska, traídas desde Rusia por ella misma. Así como las decenas de figuras y tallas de madera en sus paredes, representando santos y vírgenes. En un lugar especial exhibe la pintura naif con la imagen de San Cayetano. De admirar son los helechos que cuelgan desde las vigas de la amplia terraza, junto a las macetas bien cuidadas por las manos de Matilde, la asistente doméstica que durante 45 años la ha acompañado incondicionalmente y que ha fungido como madre sustituta en las muchas ocasiones en las que ha estado fuera del hogar, por asuntos de trabajo o por compromisos internacionales en las causas que defiende.

—Todo lo que he hecho ha tenido que ver con mi vocación de servicio. Como dice San Ignacio: “En todo amar y servir”. Tanto en la vida familiar, como en la profesional y docente. Mi proyecto de vida siempre ha sido servir y me ha tocado el reto de asumir la defensa de los derechos humanos y, en especial, los derechos de la mujer.

Esa fue la misma determinación que la impulsó a tomar en el año 1957, junto con dos compañeras más, las instalaciones de la Universidad Católica Andrés Bello, en los tiempos de sus primeros pasos en la política y a dar su primer discurso ante un micrófono al año siguiente en la toma de la Gobernación de Barinas.

A lo largo de sus luchas, Isolda ha encontrado muchas piedras, pero ha forjado su particular camino: el de la superación profesional, primero con su Licenciatura en Economía de la UCAB y con el Doctorado en Ciencias Políticas obtenido en la Universidad Central de Venezuela, cuya tesis fue concebida para implementar leyes en protección a la mujer.

Enumera los obstáculos encontrados cuando participó en la creación del Ministerio para la Participación de la Mujer en el Desarrollo, y como integrante de la comisión para la reforma del Código Civil, desde el año 1979 a 1982.

No es por casualidad que Isolda de Salvatierra ha llegado a ocupar cargos en la política como concejal o diputada. Proveniente de una familia de Barinas, con marcada vena política (su padre estuvo preso durante la dictadura de Juan Vicente Gómez), desde su infancia supo lo que era imponerse a fin de lograr sus propósitos. Comenzó desde muy niña por negociar con su padre su venida a Caracas a estudiar interna en el Colegio San José de Tarbes de El Paraíso. Sus tiempos con las monjas y después con los padres jesuitas en la UCAB la sensibilizaron para que el trabajo en la política tuviera un marcado acento de servicio.

No concibo el que una ideología no esté sino al servicio de satisfacer a los que nada tienen. El trabajo por el bien colectivo no debe estar al servicio de posiciones políticas.

Su asistencia a la IV Conferencia Mundial de la Mujer realizada en Beijing en 1995 le dejó una de las mejores experiencias en cuanto a alianzas entre 35 mujeres de varias partes del mundo.

—En 1999 concluí mi período de diez años como diputada por el estado Monagas, de allí en adelante decidí seguir defendiendo los derechos de las mujeres, especialmente desde la perspectiva de la sociedad civil y me incorporé al foro sobre la igualdad y equidad de género.

Para Isolda la lucha se mantiene. Todavía no alcanza la última estación. Hoy en día forma parte del Observatorio Venezolano de los Derechos Humanos de las Mujeres para informar sobre el derecho a una vida libre de violencia. En este nuevo reto ya alcanzó un hito cuando en el año 2014 presentaron en las Naciones Unidas su II Informe Alternativo y la propia comisión para la eliminación de toda discriminación contra las mujeres, admitió 12 de las recomendaciones presentadas.

—Como una mujer habitante de El Hatillo quiero ser recordada con el compromiso de vida que hemos tenido por sembrar la paz, no solo en El Hatillo, sino en Caracas y en Venezuela, y como una luchadora en la defensa de los derechos humanos de las mujeres en el país.

Esta es solo una arista del abultado perfil combativo de Isolda Heredia de Salvatierra, una mujer de retos que se ha planteado desde su profunda convicción cristiana la lucha por la defensa de los derechos humanos. Su historia demuestra que no le falta la determinación del llanero que lleva en la sangre, que cuando ve sabanas y caminos largos piensa: es ahí mismito. Pero esta mujer, por más cerca o lejos que esté su próximo desafío, aún no termina de recorrer su particular Camino de Santiago.