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Dos policías de profesión. Uno es venezolano y el otro colombiano, el primero está retirado y el otro sigue activo. Se conocen en la frontera colombo-venezolana, los une la casualidad y un plato de comida

Lleva sobre su hombro derecho una cava de anime, ya vacía, que le llega hasta la parte baja de la espalda. Avanza por el camino de tierra —o escampado como les dicen por aquí—. Leonardo Trujillo es venezolano pero lleva dos meses viviendo en Cúcuta, Colombia. A su lado pasan unas decenas, cientos, miles de personas que vienen o van al concierto Venezuela Aid Live.

—¡Agua! —grita una mujer con una bolsa que parece un chupi gordo y aguado

— ¡Tres aguas por mil pesos!

La gente se cruza frente a él, unos quieren salir, otros entrar, sin embargo hay muchos que no vinieron por Paulina Rubio, Juan Luis Guerra, Maná o el reencuentro de Chino y Nacho. No vinieron por la libertad de Venezuela, ni a promover la entrada de la ayuda humanitaria, —como él— vinieron a vender.

Algunas personas corren cuando escuchan la voz de Jorge Villamizar, exvocalista de Bacilos, y levantan suficiente tierra para nublar la visión en medio del humo con olor a parrilla de una brasa con ocho pinchos sobre el fuego.

Aún con los ojos entrecerrados, Leonardo baja la cabeza para buscar a la mujer que lo acompaña. Frente a él ve que un oficial de la Policía Nacional de Colombia se acerca con su brazo derecho extendido. En su mano hay una vianda de comida, posiblemente su almuerzo.

—Gracias —dice Trujillo mientras recibe el envase con un tenedor de plástico con cinta adhesiva pegado a la tapa.

El oficial asiente con la cabeza y se retira. Se conocieron hace algunas horas. El venezolano le contó que también fue parte de la Policía  Nacional Bolivariana por cinco años hasta que se retiró y migró.

—La institución está muy politizada —comenta Leonardo sacudiendo la cabeza mientras entrega la vianda a la mujer que lo acompaña—. Ningún oficial que tenga un poco de coherencia puede estar conforme con lo que sucede en Venezuela. Lo que pasa es que juegan con la necesidad de los oficiales.

Avanza. Llega al primer punto de control de acceso, o el último para los que van de salida, y se pierde entre la masa nerviosa que pregunta «¿ya cantó Maluma?».

Foto por: Carlos Bello