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Hace cinco años Francisco Gómez le dio vida a Cochino amor for meat lover. Pasó de querer ser un fotógrafo hippie a querer entregar costillas con salsa barbecue criolla en todos los supermercados de Venezuela. Le perdió el miedo a seguir adelante y asumió con orgullo la etiqueta de ser venezolano. Otra crónica de nuestra serie #LatimosEnVenezuela.

Fotos Carlos Bello

Francisco Gómez, 49 años. Fotógrafo de profesión, cocinero por vocación. Emprendedor de Cochino Amor. @estudio68 @cochino_amor

“Pasé veinte años haciendo fotografía publicitaria para diferentes agencias de publicidad y diferentes medios de comunicación. Soy director de fotografía para comerciales y en algún momento pensé que siendo fotógrafo iba a ser hippie. No lo logré. Resulta que hasta para ser fotógrafo hay que entrar por el carril y organizarse. Lo aprendí con el tiempo.

En el año 2010 me di cuenta de que el mercado poco a poco se estaba cerrando hasta que llegó el punto en el que me quedé sin trabajo. Sentía que se había acabado el mundo para mí y no sabía qué más hacer. Mi asistente me dijo que debía sacarle provecho a lo segundo que mejor sé hacer: cocinar. Sí, a mí siempre me gustó cocinar pero no veía qué podía hacer con eso hasta que se me ocurrió hacer unas costillas con papas fritas o asadas con salsa.

Al principio la idea me pareció un poco loca y no sabía si iba a funcionar, pero tenía que intentarlo. Tomé la decisión de vender algunos equipos de trabajo (fotográficos) para comprar implementos de cocina y hacer experimentos. El primer reto fue convertir un espacio tan pequeño, mi casa, en un taller de cocina que me permitiera hacer una cantidad considerable de costillas a la semana para poder vivir.

Si quería hacer muchas costillas tenía que comprarme un horno gigante pero no iba a entrar en mi casa. Si quería hacer costillas ahumadas mis vecinos me iban a matar por el olor y el humo. La última idea fue la decisiva: se me ocurrió un sistema con agua caliente y bolsas al vacío en el que sólo iba  a necesitar una olla grande y un termómetro para hacer experimentos. Por un momento mi vecina de abajo creyó que yo hacía brujería con la olla.

Pero dio buenos resultados. El producto se empezó a conocer, a la gente le gustaba y la voz corrió hasta el dueño de algún local que me llamó y me pidió cuarenta kilos de costilla. ¡Cuarenta kilos! Yo sólo tenía capacidad para hacer siete u ocho, ¿de dónde iba a hacer más?

Asumí el reto. Hice los cuarenta kilos de costilla con lo único que tenía: cochino y una olla. Pasé una semana sin dormir y ahí arrancó  todo. Me compré otros equipos industriales, usé el carro que tenía para hacer las entregas y le di vida a Cochino amor en 2014.

El que está vivo y ha tenido relaciones amorosas, buenas o malas, sabe que el amor es una cochinada. (Risas). Este proyecto comenzó con las costillitas y después se fueron agregando otros productos para la línea. El negocio salió de casa, por dos años estuvo en un sótano en Los Palos Grandes y luego terminó aquí, en la avenida Sucre, cerca de Los Chorros. Ya tenemos tres años en este lugar y debo admitir que no ha sido fácil.

Cada vez es más difícil conseguir permisos porque hay una cantidad de regulaciones para la compra de suministros con la que no es fácil lidiar. Hay más escasez de productos, es complicado acceder a las cosas. He tenido que quitar productos de la lista porque ya no se consigue la materia prima. Incluso conseguir personal es una tarea complicada.

Aun así sé que la perseverancia, las ganas de trabajar y salir adelante son la clave, ese es mi leitmotiv. Saber que todo lo que desees, todo que quieras emprender, se puede hacer. Todo es posible.

No puedo parar porque creo que cuando uno arranca con algo tiene un compromiso con su gente, eso te levanta todas las mañanas. Si yo abandono dejo a gente sin trabajo y dejo a mi familia sin ayuda. Lo hago por ellos. La motivación es seguir adelante y con la fe de que esto cambie y sea más grande cada vez, y podamos llevar Cochino amor a toda Venezuela.

Mi familia viene de Cumaná y yo desde muy pequeño he viajado por Venezuela, siempre me gustó mi país. También soy montañista, he subido montañas, tepuyes y el Pico Bolívar. Conozco esta tierra y no creo que encuentre en otro lugar lo que hay aquí. Muchos probablemente no sepan cómo era Venezuela hace años, en aquellos tiempos cuando podías irte a la playa y dormirte en una hamaca sin problemas, sin miedo a descubrir lugares increíbles y con la posibilidad de pagar ese viaje, incluso el transporte. Yo creo que nací en esa Venezuela que te hace amarla a pesar de todo, por eso sigo aquí.

Me gusta sentirme orgulloso de ser venezolano, de ser criollo. Esa connotación criolla se la he agregado hasta a nuestras recetas porque todos nuestros productos son de aquí. Imagínate una salsa hecha con salsa  de tomate, jugos de guayaba y naranja, azúcar morena o papelón, pimentón dulce y vinagre de manzana –y por supuesto, el ingrediente secreto– encima de unas costillas. Puede parecer raro combinar cerdo y papelón, pero ahí está la magia. Esa es nuestra salsa barbecue criolla.

Así llegamos a la mayoría de los supermercados caraqueños, a algunos restaurantes y bodegones, y a hacer eventos los fines de semana para salones de fiesta o fiestas privadas en casa. Nos ha ido bien. Yo digo que este es el mejor momento para quedarse en el país. El que tenía ganas de irse debería quedarse otro ratito”.