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Desarrollo gráfico Carolina Quevedo

Daniela, Laura y Carol atraviesan la misma dificultad. No se conocen, tienen vidas lejanas, vienen de familias distintas, pero las une el mal querer. Son víctimas de violencia de género: han sido maltratadas por ser mujeres. A una la golpea su pareja, otra es humillada por sus padres, y una es minimizada por su familia desde la niñez. Las tres buscan salir victoriosas de ese círculo vicioso

El amor cortés te despoja de tus perlas

Daniela Troconis luce como una mujer dueña de sí misma. Al caminar roba muchas miradas -silueta esculpida por el gimnasio, atuendo elegante, cabellera larga azabache, manicure impecable- y aún blindada por esta apariencia de seguridad, decide cumplir con un ritual que ha repetido por meses y que incluso ha llegado a desgastarla: narrar su historia de abuso.

MALAMENTE (Cap.1: Augurio)
Ese cristalito roto
Yo sentí cómo crujía
Antes de caerse al suelo
Ya sabía que se rompía (¡uh!)

Malamente (bis)
Mal, mu’ mal, mu’ mal, mu’ mal, mu’ mal (mira)

Por sus gestos y comentarios pareciera mucho mayor de su edad. Tiene apenas 21 años y cursa Estudios Internacionales en la Universidad Santa María. Hace poco más de cuatro meses, su vida se hizo pública cuando Irrael Gómez, un conocido influenciador local en plataformas digitales, viralizó en redes sociales la historia de su maltrato. Al igual que miles de mujeres venezolanas, ella fue víctima de la violencia física y psicológica por parte de su pareja.

—Nunca había sufrido violencia anteriormente, todo empezó con mi expareja. Siempre fue humillante, despectivo. Me decía “bruta, animal, cerebro de maní”. Lo conocí en el gimnasio, nos hicimos novios casi en el momento en el que empezamos a salir. Al principio me trataba bien, era cariñoso, detallista, me invitaba a salir. A pesar de que me habían advertido sobre su carácter maltratador, preferí no prestarle atención.

Michael Khoury, el victimario, solía vigilar de cerca los movimientos de su novia. Una conversación con otro hombre, una foto de ella publicada en su estado en alguna de sus redes sociales, un comentario desafortunado, rápidamente se convertía en gritos, humillación y, finalmente, en golpes.

Su relación de pareja inició rápido, al igual que la violencia en su interacción. A los dos meses de noviazgo, Khoury la echó de su casa en plena madrugada. A los siete meses le daría una cachetada para hacerla callar. A los doce meses le llenaría el cuerpo de moretones y le sacaría los dientes durante una discusión.

PIENSO EN TU MIRÁ (Cap.3: Celos)
Me da miedo cuando sales
Sonriendo pa’ la calle
Porque todos pueden ver
Los hoyuelitos que te salen

Cuando sales por la puerta
Pienso que no vuelves nunca
Y si no te agarro fuerte
Siento que será mi culpa

—Nuestra relación era tóxica, pero a pesar de que todo el tiempo teníamos grandes peleas, yo siempre volvía con él. Aunque estaba deprimida por el maltrato, sucumbía en momentos de susceptibilidad. Decidíamos terminar, pero él me escribía y yo regresaba. Eso se repetía siempre— cuenta ansiosa.
A pesar de que algunas personas vinculan al masoquismo con conductas como las de Daniela, esto tiene un trasfondo alojado en el inconsciente humano, explica el psicólogo social Fernando Gulliani, quien ilustra cómo en las historias de violencia de género siempre se tiende a producir un círculo vicioso llamado espiral de violencia.

—En la espiral de violencia el maltratador siente culpa e inicia una fase de propósito de enmienda. Allí se encuentra a una mujer que aún tiene miedo y está susceptible. Por lo que en muchas ocasiones los maltratadores logran convencerlas de regresar. Este es un ciclo de manipulación muy difícil de romper desde el punto de vista psicológico— señala Gulliani.

Luego de muchos meses, Daniela logró superar lo que la mantenía atrapada en ese círculo, pero debió embarcarse en otra lucha, casi tan fuerte como la que debía dar en contra de su propia mente. Cuando su caso se hizo viral en las redes sociales y trascendió a los medios de comunicación, otro personaje entraría a la escena: la opinión pública. Este sería el motor principal para llevar a cabo las denuncias contra Khoury, quien intentó disuadirla de exponer el caso ante las autoridades, ofreciendo que pagaría el tratamiento para arreglar sus dientes.

Nuestra relación era tóxica, pero a pesar de que todo el tiempo teníamos grandes peleas, yo siempre volvía con él

A pesar de esta propuesta, la denuncia de violencia de género procedió y desde entonces el maltratador parece haber desaparecido de la faz de la Tierra, al menos del entorno de Daniela. Ella está segura de seguir adelante con el caso y lograr que se haga justicia. Pero a veces teme su regreso.

A principio de año, casi tres meses después de la denuncia, el departamento de la Fiscalía que lleva el caso se comunicó con la víctima para confirmar si seguiría en marcha con la denuncia.

La fiscal nacional Solange Medina, aunque no atiende este caso específico, dice que las ratificaciones son parte del protocolo a seguir porque muchas mujeres revierten las demandas y vuelven con sus parejas, respondiendo al patrón de la espiral de violencia. Sin embargo, los especialistas también hablan de un sistema judicial colapsado en el que se pretenden resolver rápidamente los casos y coaccionar a las víctimas para que retiren las denuncias.

En el vasallaje vive quien respeta al señor 

Desde los orígenes hispánicos, el acervo sociocultural de América Latina se cimentó en la tradición de un modelo de patriarcado basado en el respeto incuestionable al hombre como líder de la familia y la permanencia de la mujer como la servidumbre o pareja sin voz ni voto. La violencia contra la mujer y el machismo en Venezuela, aseguran los expertos, tiene un origen cultural. 

Esta circunstancia, según el psicólogo Gulliani y la socióloga Verónica Zárraga, se observa con mayor arraigo en el interior del país y en los sectores rurales más conservadores como Tovar, un municipio de Mérida, región andina de origen del padre de Laura*, una estudiante de la Universidad Central de Venezuela en Caracas. 

DE AQUÍ NO SALES (Cap.4: Disputa)

Yo que tanto te camelo

Y tú me das pie

Haciendo que tú de aquí no sales

Mucho más a mí me duele

De lo que a ti te está doliendo

Conmigo no te equivoques

Con el revés de la mano

Yo te lo dejo bien claro

Amargas penas te vendo

Caramelos también tengo

Laura*, una chica delgada de tez criolla, esbelta y con lentes que hacen destacar su mirada, también accede a contar su historia. Con convicción, pero con voz temblorosa, describe con detalle los rastros de la violencia en su vida. En los momentos más álgidos de su relato, su pecho se encoge y su mirada se pierde hacia la ventana. Llora.

Mi familia paterna es gocha -así le dicen a los oriundos de los andes venezolanos- y en ese sector del país se tiene la creencia o estereotipo de que la mujer sólo sirve para atender el hogar, y debe dedicarse a tener hijos, a criar a sus hermanos y a limpiar la casa. Mi papá fue educado con estas costumbres de hace casi siete décadas y ha querido imponerlas en mi crianza desde que empecé a vivir con él. Yo vivía con mi abuela, pero cuando ella murió, me quedé sola con mi papá. Aunque tenía nueve años empecé a ser una especie de ama de casa precoz, y según mi papá, este rol me correspondía por el simple hecho de ser mujer. En la medida que fui creciendo mi papá empezó a controlar mi forma de vestir y la manera de maquillarme. También empezó a maltratarme psicológicamente, a llamarme inútil recuerda Laura con la voz ahogada.

Las agresiones psicológicas eventualmente iban acompañadas de golpes, pero el punto de quiebre ocurrió hace aproximadamente un año, cuando ella intentó evitar que le pegaran y accidentalmente golpeó a su padre en la nariz. Entonces él enfureció y le quemó el rostro con un cigarrillo encendido.

En ese momento decidí hacer mis maletas e irme con mi hermana, pero me rogó que me quedara y se fue él por un tiempo. Cada vez que me maltrata, intenta contentarme luego con un regalo, alguna chuchería o incluso cosas más costosas. Luego todo empieza a ser como siempre, me vuelve a maltratar e intenta de nuevo conseguir mi perdón.

RENIEGO (Cap.5: Lamento)

Ay, yo río por fuera

Y lloro por dentro

Yo río por fuera

Y lloro por dentro

Como el reniego

Su padre no es su único maltratador. A lo largo de su vida, Laura también ha recibido maltrato de su madre, quien a su vez es víctima de la violencia doméstica. A pesar de estar consciente de la magnitud de la intimidación que ha soportado y de los canales que existen para buscar protección, nunca ha denunciado a sus padres ante alguna instancia.

Para qué lo voy a denunciar, si no va a ocurrir nada. Mi papá fue criado así, y nunca va a cambiar. Además, como activista (trabaja en una organización que vela por los derechos de los niños, niñas y adolescentes) te digo que los organismos no funcionan. Hacer un trámite para condenar una agresión termina siendo más traumático para la víctima que la agresión en sí, porque en todos lados te ignoran. Por otro lado, aunque me maltraten son mis padres y siento que debo respetarlos sólo por ese hecho.

Cada vez que me maltrata, intenta contentarme luego con un regalo, alguna chuchería o incluso cosas más costosas

Venezuela vive bajo los esquemas de una dinámica patriarcal, ilustra el psicólogo Gulliani,  donde a lo masculino se le atribuyen una serie de supremacías que legitiman su dominio hacia la mujer. El patriarcado inicia prácticamente desde la crianza. En la educación de un hombre, dice, a veces no hay espacio para la ternura o el amor. Estos aspectos se le atribuyen a la mujer y no a él, lo cual puede provocar que en su cotidianidad se generen episodios de violencia en los que se vuelven victimarios.

Los expertos coinciden en que estas conductas no sólo son asumidas y legitimadas por los hombres, sino inclusive por las mujeres víctimas, que buscan una justificación permanente en las conductas violentas. Verónica Zárraga atribuye esta tendencia a la tradición afianzada de generación en generación. Sin embargo, coinciden en que es necesario que la mujer rompa con estos patrones ya que de lo contrario nunca saldrá de la espiral de violencia, y se corre el riesgo de que tarde o temprano llegue a una última etapa: el feminicidio.

Aunque no ha querido acudir a las autoridades judiciales, Laura vive una vida paralela a las restricciones impuestas por su padre. A pesar de que lo tiene prohibido, todos los días va a trabajar luego de salir de la universidad. Parte de su labor consiste en acompañar y ayudar a defender a quienes, como ella, han sido víctimas de distintos tipos de violencia.

El mal querer puede durar toda la vida

Hay casos en los que la necesidad material genera una tolerancia patológica al maltrato. Casos en los que los hombres se convierten en proveedores y garantía de subsistencia, y esta dependencia, es determinante en la vida de muchas mujeres, explica la socióloga Verónica Zárraga. 

DE AQUÍ NO SALES (Cap.4: Disputa)

Yo que tanto te camelo

Y tú me das pie

Haciendo que tú de aquí no sales

Mucho más a mí me duele

De lo que a ti te está doliendo

Conmigo no te equivoques

Con el revés de la mano

Yo te lo dejo bien claro

Amargas penas te vendo

Caramelos también tengo

Carol*, cuidadora de oficio de 37 años, morena, con cara de muñeca y hermosa sonrisa,  fue víctima de la violencia desde su niñez.

Todo empezó cuando tenía cuatro años, con la muerte de mi madre. Comencé a vivir con el papá de mi mamá y su segunda familia. Ellos nos ocultaron la muerte de mi mamá, nos decían que viajaba. Como éramos las recogidas teníamos que hacer todos los oficios del hogar, aparte de asistir al  colegio. A medida que fuimos creciendo la violencia física y psicológica aumentaba. Cuando tenía nueve años fue que nos dijeron que mi mamá había muerto. A raíz de esa noticia, nosotros empezamos a orinarnos en la cama. Esto hizo que en cada navidad siguiente nos regalaran pañales desechables. 

A los trece años se marchó de esa casa, recuerda, y empezó a deambular por casas de conocidos en los que se quedaba por temporadas. 

En una de las casas un hombre me tocó y me obligó a no decir nada, porque luego no iba a tener a dónde ir. Con el tiempo nació mi primera hija, su papá nunca vio por ella. Cuando me abandonó tomé la decisión de empezar a trabajar y en ese lugar conocí al que es el padre de mi segunda hija. Él me maltrataba, incluso frente a mi hija. También me manipulaba diciéndome que no tenía familia y que si me mataba, nadie me iba a buscar. A veces me acusaba de haber estado con otro hombre y me metía los dedos hasta adentro. 

Era muy celoso, asegura Carol. No la dejaba trabajar. Hasta le indicaba cómo vestirse. 

—Lo último que me hizo fue que me amenazó con un cuchillo para quitarme a mi hija y yo huí.

A pesar de las constantes amenazas de muerte de su pareja, Carol tomó la decisión de denunciarlo ante la policía, lo que hizo que su victimario fuera detenido. Sin embargo, a los pocos meses salió de prisión, sin que hubiera un juicio o se le adjudicara algún cargo. De acuerdo con la víctima, el ser amigo de los policías de esa dependencia lo devolvió a la calle casi de inmediato.

Algunos fiscales que han asistido este tipo de casos afirman -bajo reserva de su identidad- que la policía es la principal piedra de tranca para que se haga justicia en los casos de violencia de género, pues suelen restarle importancia a las agredidas en situaciones domésticas. Además, remiten de inmediato los casos a la Fiscalía, cuando algunos procedimientos deben ser ejecutados por ellos.

Cuando Carol cuenta su historia se indigna al pensar en todas las veces que recibió los maltratos. Piensa que el origen de todo ésto es la muerte de su madre, quien se quitó la vida al dejar abierta la bombona de gas. Intentó también acabar con la de sus hijas en ese mismo episodio. 

El psicólogo Gulliani explica esta conducta:

Algunas personas se sienten culpables al ser maltratadas porque en ocasiones se produce un elemento psicológico llamado “el doble vínculo” que es difícil de resolver: ¿Cómo alguien que me quiere me maltrata? Ante esta interrogante la mente de la mujer maltratada no logra explicarse la situación y tiende a generar la sensación de que ella es la que está provocando la situación. Pero toda esta situación es generada por el inconsciente. Muchas veces está asociada a cuadros vinculados con trastornos de la autopercepción, o al autoestima.

A NINGÚN HOMBRE (Cap. 11: Poder)

A ningún hombre consiento

Que dicte mi sentencia

Solo Dios puede juzgarme

Solo a Él debo obediencia

Hasta que fuiste carcelero

Yo era tuya, compañero

Hasta que fuiste carcelero

Voy a tatuarme la piel

Tu inicial porque es la mía

Pa’ acordarme para siempre

De lo que me hiciste un día

De lo que me hiciste un día

*Los nombres originales de Laura y Carol fueron cambiados para proteger la integridad de las protagonistas

Amor no tan cortés

Los registros de la literatura española hablan de un concepto medieval llamado “amor cortés”. Su principal expresión eran las líricas. Estas recogían historias de amores ilícitos, cimentados en lo carnal. En estas relaciones, las bondadosas acciones caballerescas hechas por los hombres en favor de sus mujeres, podían transformarse en gestos de dominio, control, violencia y muerte. 

La creación más conocida de este estilo es Flamenca, popularizada por un trovador cuyo nombre se desconoce. Allí se relata la complicada vida sentimental de los españoles, impregnada por la dicha y el sufrimiento. Esta es la inspiración del más reciente álbum El Mal Querer, de la cantante Rosalía. Se trata de una compilación conceptual que retrata la tendencia al masoquismo amoroso en las relaciones de pareja de España y, por consiguiente, sus colonias.

Algunos analistas del contenido del álbum han identificado en él rastros simbólicos de la superación femenina, de la lucha de la mujer que se levanta ante el maltrato justificado en el amor. Así son las historias de Daniela, Laura y Carol, tres mujeres que a diario sortean las huellas que ha dejado en ellas la violencia perpetrada por la cultura machista en su entorno y el predominio de la figura masculina sobre su integridad.

No sólo las mujeres

Redacción Historias que laten

Se suele asociar la violencia de género con el maltrato contra la mujer. De hecho la legislación tiende a ser exclusivista para proteger a las féminas excluyendo a lo hombres. En Venezuela existe la Ley Orgánica sobre el Derecho de la Mujeres a una Vida Libre Violencia, también el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales División para el Adelanto de la Mujer de la ONU editó en 2010 el Manual de legislación sobre la violencia contra la mujer, y la Defensoría del Pueblo de la República Bolivariana de Venezuela con el Fondo de Población de las Naciones Unidas publicaron las Recomendaciones para optimizar la recepción de denuncias de violencia contra las mujeres. Sin embargo, la violencia contra los hombres también es tipificada como violencia de género y en la historia contemporánea de la región se han registrado casos emblemáticos. La ONU y HRW definen la violencia de género para “distinguir la violencia común de aquella que se dirige a individuos o grupos sobre la base de su género”, pero es asociada directamente con la violencia contra la mujer. No obstante, existen evidencias de que este tipo de agresiones también va dirigido al género masculino, por ejemplo, el año pasado en Colombia, se registraron más de 1.600 casos de agresión contra hombres como violencia de género.

En Estados Unidos, la proporción de agresiones a mujeres con respecto a hombres es de 9 a 1, según un reporte de la Universidad de San Francisco (2016). También es un grave problema global que afecta a grupos de la comunidad LGTBI por su condición de género y orientación sexual. En la actualidad hay una tendencia al hablar de este tema como “violencia de géneros” porque es un concepto más amplio, por lo que también hombres y niños pueden ser víctimas de la violencia de género, especialmente de la violencia sexual.

Cada 58 horas

Redacción Historias que laten

La ausencia de información oficial en los últimos años ha sido la norma. No existe una política de difusión sistemática y metodológica por parte del Estado venezolano para reportar los índices oficiales de violencia contra la mujer lo que hace menos visible la gravedad del tema en el país. Las pocas cifras que se conocen son aportadas por ONG y medios de comunicación. 

Este es el panorama: 

  • La violencia de género fue la primera causa de 448 asesinatos de mujeres en Venezuela durante 2018 (femicidios), con lo cual se incrementó en 10,89 % la tasa de femicidio con respecto a 2017. 
  • 35 de cada 100 femicidios en el país ocurrió a mujeres cuya edad oscilaba entre 25 y 45 años; mientras que en aproximadamente 27 de cada 100 se trató de mujeres de menos de 25 años.
  • El año 2019 fue alarmante en materia de violencia de género en Venezuela. Según el informe del colectivo feminista Tinta Violeta, se registraron 167 femicidios: cada 58 horas, una mujer cayó muerta víctima del maltrato.
  • La fiscalía registró en 2019, según el estudio de Tinta Violeta, 8.966 casos de abusos sexuales a niñas, niños y adolescentes. Hubo en promedio al menos 10 denuncias diarias, una cada 145 min. La fiscalía afirma que solicitó 837 órdenes de aprehensión, imputaron a 4.335 personas, de los cuales 3.289 han sido acusadas y de todos estos sólo hay 1.340 condenadas.
  • De acuerdo con el monitoreo realizado semanalmente por Cotejo.info, en 2020 van 62 mujeres asesinadas en Venezuela al 29 de febrero.
  • Seis casos (9,68 %) en el Área Metropolitana de Caracas. Fuera de ella, Aragua es el estado con mayor cantidad de asesinatos, con ocho (12,9 %), seguido de Zulia con siete casos (11,29 %).
  • Al menos 30 asesinatos (48,39 %) califican para ser considerados femicidios, de acuerdo con la Ley Orgánica por el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.
  • Según un estudio del Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV) la violencia contra la mujer ocurre por la impunidad y desprotección de las instituciones del Estado, lo que lleva a que los casos de incrementen. 

Aunque en la actualidad existen más mecanismos estatales para proteger a las mujeres de la violencia, tanto expertos, defensores de DDHH como las víctimas señalan que la corrupción desbordada en la administración pública impide aplicar todo el peso de la justicia a los victimarios. Según fuentes internas del Ministerio Público, que prefieren resguardar su identidad, a diario se pagan cantidades exorbitantes de dinero a algunos fiscales para que no procesen o suavicen los casos de violencia de género. 

En este contexto, los especialistas destacan tres grandes retos que tienen los defensores de los derechos de la mujer: promover la lucha cultural para que las víctimas sepan concienciar qué es violencia y saber qué deben denunciar. Condenar y visibilizar los hechos de corrupción en los organismos encargados de procesar a los victimarios. Y acompañar psicológicamente los procesos de las mujeres que han sido afectadas por una estructura social agresiva que normaliza el maltrato. 

¿A dónde acudir en caso de violencia de género?

Organizaciones que trabajan en la prevención y denuncia de la violencia contra las mujeres, promueven la defensa de los derechos humanos de las mujeres, las niñas y las adolescentes, y ofrecen orientación u atención psicológica y legal. Estas son algunas: