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“La memoria de nuestros abuelos y abuelas Wayuu vive conmigo. Cuando pequeño tuve que nadar entre varias lenguas como muchos indígenas en el mundo, y el resultado fue que yo hablase el español en tercera persona durante gran parte de mi infancia. Una biblioteca en casa hizo que empezara a ver cámaras profesionales y a querer que me compraran una. Pero para aquel momento era impensable. “¡Un niño con una cámara!”, exclamaban. Ahora tengo cámara pero sigo siendo un niño, por mi capacidad de ver alrededor con más detalles y con una dimensión de igualdad, por mi amor sin predisposición. He podido vivir esa premisa, llevarla a representaciones visuales y acústicas y quiero seguir conservando ese concepto, que no es el mismo que tiene occidente. Mi idioma materno, el wayuunaiki, es muy directo y divertidamente acústico cuando representamos una anécdota. Mi trabajo lo relaciono con el lenguaje; la fotografía son imágenes escritas, liberadas, aprisionadas, diversas en interpretación. Soy uno de muchos que repensamos, producimos y difundimos nuestras realidades –sin descuidar los medios propios y ancestrales– a través de la fotografía, el cine, video, portales web, periódicos, revistas y otros medios que posibilitan mostrarnos desde nuestro sentir, con una apuesta de unidad en la diversidad. Desde América, con trascendencia mundial”.