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Ya Caracas no es una ciudad fácil, pero cuando el negro absoluto es el color único –cuando cualquier cosa, la más cotidiana, se hace sin el sentido de la vista– se vuelve inextricable. Este ejercicio es sólo un abreboca, sólo un instante de esa penumbra. Cinco horas de una reportera caminando por esta ciudad con los ojos vendados, bastón en mano, para apenas asomarse a lo que viven las veintinueve mil personas –cifra oficial– con discapacidad visual en Venezuela.