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Los seres de Araya parecieran estar luchando contra un agujero negro. Contra la nada. En ese desierto de salitre ubicado en la península de Sucre, al oriente de Venezuela, se combate a diario el desdén que se expande como una plaga. De promesas incumplidas saben bien los empleados mal remunerados de la salina, un empresario que sobrevive a la escasez y la delincuencia, y un pescador que se niega a dejar las redes. Otra crónica de la serie #HistoriasDeLaPeninsula

La salina

—Más de treinta años trabajando aquí y no puedo cobrar la pensión porque, según, no he cotizado suficiente —dice Miguel González cerca del lavadero de la sal sin saber qué reclamo hacer ni a quién para tener lo que por derecho le corresponde.

Es un viernes de octubre, son casi las dos de la tarde y Miguel conduce la ambulancia de la Empresa Nacional Salinera (ENASAL) en Araya, una de las tres parroquias del municipio Cruz Salmerón Acosta en el estado Sucre, para llevar a los jefes desde el lavadero hacia la laguna de sal. No hay unidades de transporte y lo que tiene un rotulado de atención de emergencias está desprovisto de cualquier insumo pero sirve de vehículo particular.

En mayo de 2018 Miguel cumplió sesenta años y aunque trabaja para la salina desde 1983 no recibe la pensión de tercera edad porque las cotizaciones en el Instituto Venezolano de Seguridad Social (IVSS), según el registro que lleva su empleador, no son las mínimas requeridas.

—¿Qué más puedo hacer? Aquí —en Araya— no hay más nada. Cuando estaba libre igual venía a caminar por allá con mis nietos y chivos —recuerda señalando la fila de una baja loma al final de la laguna de sal.

Empezó como obrero de prueba meses antes de cumplir la mayoría de edad. Fue operador de maquinaria durante mucho tiempo. Eso le costó cuatro hernias en su columna, de las que se queja mientras está sentado y cuenta su recorrido por la empresa. Ese diagnóstico lo incapacitó y fue cuando obtuvo la responsabilidad de atender el teléfono a cualquier hora para socorrer las emergencias en la ambulancia.

No sabe cuándo ni cómo se va a jubilar, a pesar de que le correspondía hace algún tiempo. No ha dejado de trabajar ahí.

Miguel González ha trabajado en ENASAL por más de 35 años. Foto Alejandro Solé

La promesa

Han pasado más de tres meses de 2019 y todavía no se cumple lo prometido en octubre del año pasado: van a venir inversionistas brasileros para constituir una empresa mixta junto con el Estado venezolano y la Gobernación de Sucre que impulsará la producción de sal.

Gustavo López, el gerente de operaciones que asumió el cargo en septiembre de 2018, asegura que la meta es dejar de importar sal para distribuir la arayera al territorio nacional. Después de diez años trabajando en la Unidad de Desarrollo Social asume el control luego de un conflicto de empleados. La vida de la salina, cuentan distintos protagonistas, ha pasado de manos como una papa caliente: de lo público a lo privado, a la gestión local, a la concesión de PDVSA Industrial, a gestión ministerial, de nuevo a la Gobernación y ahora pretende ser mixta.

El gerente insiste en que su objetivo es poner operativa la empresa que venía de tres meses parada.

—Se está refinando sal en paquetitos que se las pusimos a disposición al gobernador para que en vez de llegarnos en las cajas CLAP producción mexicana le podamos meter sal de Araya —celebra.

Dice que la Unidad 2, donde están las lagunas de sal, se mantiene inoperativa desde hace más de diez años y el proceso de recuperación que encabeza comienza por ese sector con una alianza que “ya está firmada”. La “toma de la Gobernación” responde a la búsqueda de de una alianza estratégica con un consorcio brasilero, que según él existen tres empresas interesadas pero no se hace público ni se ha concretado.

—Cuando asumimos la gestión conformamos un equipo de personas que tienen entre 20 y 30 años de experiencia en la empresa para recuperar los procesos.

Pero lo único cierto es que luego de tres siglos, el oro blanco de la península no genera a sus habitantes las bonanzas prometidas. Durante la colonia española intentaron proteger ese tesoro con la Real Fortaleza de Diego de Arroyo de asaltos foráneos, pero no sabían en aquel entonces que los piratas aquí operan como el caballo de Troya.

La salina no ha recibido inversión en infraestructura desde hace más de una década cuando la filial PDVSA Industrial se incorporó al funcionamiento y construyeron la Unidad 3 donde funciona la planta refinadora. La última adquisición de maquinaria fue entre 2009-2010 con la compra de tres retroexcavadoras hidráulicas y dos payloader. Y seis años después la petrolera se desincorpora de la salina sin más aportes patrimoniales para la mina de los sucrenses.

Hace dos años, el entonces gerente general, Emilio Quesada (militar), comenzó a remozar el muro del perímetro de la salina que llevaba años destrozado por la erosión de la tierra, pero en abril de 2018 se interrumpió por el paro con el que protestaron los empleados para sacarlo de su cargo. Al cambiar de gestión, en septiembre de ese año, retiraron las gandolas de cemento que quedaron en los almacenes y se desconoce de su paradero.

Hasta hoy no se ha continuado el muro. Va casi una década sin que la salina renueve su infraestructura y siete años sin estrenar maquinaria pesada para la extracción.

La única retroexcavadora operativa del complejo salinero necesita ser reparada. Foto Alejandro Solé

La decepción

Celso López conoce los espacios y la capacidad productiva de ENASAL con memoria precisa, sin repasar mapas ni consultar apuntes. Es el coordinador de operaciones.

—Son 196 hectáreas en total, de las que poco más de 100 son aprovechables.

En 1987 fue aprendiz del Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista (INCES), y pasó por distintas áreas hasta llegar al cargo que ocupa desde 2010. Un año después estrenó las máquinas excavadoras con las que se logró una producción de 244.00 toneladas cosechadas en 2012 de las que se lavaron 185.000 para el consumo humano.

Celso reclama que solo “un jumbo” está operativo y se dañó el cucharón mientras lo usaban para romper el piso, porque no existe el equipo necesario para hacerlo. Debían soldar el único aparato “funcional” con el que sacan sal de la laguna.

Aunque la capacidad productiva es de 120 toneladas lavadas para refinar, Celso admite que pueden pasar semanas sin producir porque la refinería “está fatigada” y su capacidad operativa es mínima. Él es terco, insiste y confía en que habrá inversión, mejorarán las condiciones y le ganarán al salitre y el abandono.

Cerca de la Unidad 1 —donde excavan la sal— vive Dianora Lunar, que desde hace quince años es asistente de de la Gerencia de Mantenimiento que funciona en la Unidad 3. Bajo la sombra de un frondoso árbol se queja de las continuas amenazas y precarias condiciones de trabajo.

—Ningún inversionista extranjero va a venir con una mochila de real a pagar deuda ajena y a mí lo que me interesa son mis reivindicaciones sociales, mi sueldo y el esfuerzo de todos mis años en la empresa. Mi jubilación es lo que está en juego, no un cargo. Como no estuve de acuerdo con el paro para cambiar la gestión entonces me quieren mandar a un sitio donde ni siquiera hay oficina —denuncia Dianora mientras cumple un reposo por lesión cervical.

La empresa volvió a paro de personal administrativo y obrero porque aún no reciben su reivindicación. Según ella han esperado por más de nueve años los uniformes. También acumulan pasivos laborales que nadie asume y no establecen con precisión cuánto es la deuda. Así van, de paro en paro, de gestión en gestión, sin recibir los beneficios de su codiciado oro blanco.

Dianora Lunar defiende sus reivindicaciones y derechos laborales. Foto Alejandro Solé

Este trabajo periodístico se realizó en alianza con el Observatorio de Derechos Humanos del estado Sucre.

Esta es otra de la serie de crónicas que muestra un mosaico de los pueblos que conforman el municipio Cruz Salmerón Acosta, estado Sucre, y la cotidianidad de su gente.